noche / No. 249
Me gusta ver la ría con mis amigas
Me gusta mandarle pequeñas
maldiciones a los
socialcristianos ricachones
que navegando en sus lanchitas fancy
beben champagne
adueñándose de la guayas.
Aunque estamos en la otra orilla
ellos nos ven
y nos devuelven
no pequeñas sino grandes maldiciones.
Sentimos sus ojos morbosos
sobre nosotras
cholas negras ricas
tan ricas, pero tan
demasiado descartables
demasiado empobrecidas
demasiado proletarias
demasiado mostronas
para ellos y sus
botecitos
con los que gozan
en el agua que nos pertenece a nosotras.
Y los volvemos a ver
clavamos en ellos
más
hechizos fulgurantes
perros fancys
ojalá la ría se los trague
y los escupa
cerca de mi isla…
Dejamos para después
el descriterio y las malas vibras
para imaginar un futuro escape…
soñamos con que llegará el día
en que el agua
se trague todo el mal gusto de este
Guayaquil rompecorazones.
Mis amigas y yo estamos hartas
pero ñangaras de unos cacheros
y ¿qué se puede hacer?
si una es terca y erótica y outsider.
Me llevo a mis mujeres
a comer a mi casa
aunque sea de noche.
Si tomáramos una lanchita
fancy blanca socialcristiana
nos perderíamos de todo el jolgorio
que implica el moverse de norte a sur.
Después de cruzar mil puentes
al fin vemos a la trinitaria
pequeñita y gris
resistir
cercada por la monstruosa maquinaria del puerto
que brilla en la oscuridad como una luciérnaga inmensa
a punto de parir.
La máquina de luces y metal es
prueba máxima
de que el progreso es sólo para ellos…
El verde del mangle nos hace olvidar por un momento
las maldiciones
y respiramos el vientecito salobre del estero
tan explotado y tan contaminado.
Un brazo de mar
antes habitado
por un montón de criaturas raras
peces brujo
cangrejos azules
mantarrayas rosadas…
Recuerdo que hace tiempo veía a mis vecinas
parar la olla con lo que les daba el estero
ellas nunca se dejaban ver las anchetas del hambre
llenaban las panzas de sus hijos con churos
o bagres miniatura más conocidos como pollitos.
Arrullaban a la luna con sus currulaos
las mujeres de mi isla jamás
le han temido a la noche.
Llegamos con mis ñañas
a mi casa y lo engullimos todo.
Después caminamos al fondo
para ver
al estero-brazo marino
fantaseando de nuevo
con ver algún animal bellísimo y místico como ellas
una mantarraya gigante o un delfín quizás
El delirio nos coge duro más después
de haber comido rico
y nos reímos
y las vecinas cuchichean
y los perros nos ladran
nos despedimos con besos
con toda la sal del estero pegada en nuestras lenguas
con todo el aire del fondo entrando
y saliendo de nosotras
ellas se van
yo permanezco en esta isla que acabo de inventar
para resistir la ciudad.