Editorial / No. 226




Más que un monolito, la identidad nacional es como un alebrije: una criatura hecha con partes de otras, siempre distinta y, antes que nada, heterogénea. Por ello sólo en plural podemos enunciar la historia y la vida en México. Vemos día a día su diversidad, pero en ocasiones resultan ajenas las heridas abiertas de esta extensa tierra. Y aunque nos separen cinco siglos de un acontecimiento que transformó el devenir de todos los pueblos, pocos los capítulos que se podrían considerar cerrados.

Esta edición, dedicada a la REXISTENCIA, se inserta en el programa México 500, propuesto por nuestra casa de estudios para continuar reflexionando sobre los efectos de la conquista de Tenochtitlán. Desde entonces se han alzado numerosas formas de resistir y de rexistir; éstas últimas, sin negar la violencia que permanece, anteponen la creatividad a la confrontación, defienden la identidad y la diferencia a pesar y por encima de las prácticas colonialistas. Las páginas que siguen son una muestra de las narrativas de esa otra historia que evidencian que rexistir tiene tantas manifestaciones como intereses y necesidades de los pueblos.

Como metáfora del espacio que habitamos, los versos de Álvaro de Santiago dibujan un “Mapa de la República Mexicana con división política y sin nombres”, poema que inicia el dossier. El ensayo “Nombrar las lenguas”, de Delmar Penka, plantea un statement que acompaña a otras colaboraciones: sostener viva a la propia lengua es un acto político de memoria insoslayable para el futuro de las formas no hegemónicas de habitar el mundo. Con ese ímpetu recibimos “Desde la raíz: jóvenes poetas en lenguas originarias”, una selección a cargo de Susana Bautista Cruz: seis lenguas —diidxazá, maaya t’aan, jñatrjo, tuu’un savi, tutunakú y español— en la pluma de siete poetas. En la misma tónica, Mitzy Juárez, ilustradora y editora, comparte un fragmento del “Vocabulario ngiba” con el que busca transmitir a los más jóvenes el chocholteco del oeste; mientras que el poema “Me llamo Xun” de Felipe Gómez es una remembranza de la imposición de nombres católicos sobre aquellos ancestrales.

En la entrevista de Raúl Parra a Odilia Romero, la cofundadora y directora de Comunidades Indígenas en Liderazgo relata las injusticias que enfrentan los indígenas migrantes en Estados Unidos quienes, en muchos casos, no se identifican como mexicanos ni como latinos. El énfasis en autodiferenciarse lo encontramos también en el ensayo de Biaani Garfias Gallegos, que describe cómo la Villa de San Blas Atempa, en Oaxaca, ha reforzado su identidad frente a otras comunidades del Istmo de Tehuantepec. El cuento “Nuevo olvido” de Erick Hernández Morales habla sobre la violencia que provoca la etiqueta del “folclor” por parte de las políticas institucionales. A éste le sigue “La fiesta de la resistencia”, un fotorreportaje de Susana H. Frías sobre grupos musicales en lenguas originarias que, lejos de petrificar lo tradicional, se han apropiado de la música contemporánea. La musicalidad continúa en el ritmo de “Diablo de carnaval”, un poema de Geovani de la Rosa sobre experiencias de la memoria afrodescendiente. En un tono muy distinto, “Jornada electoral”, de Leonardo Gutiérrez Arellano nos traslada a la distopía de nuestra cultura política transformada en espectáculo.

David Noria, autor de “El español en la edad mexicana: cinco siglos de nuestra lengua en México”, pone el acento en una de las caras luminosas de ese encuentro que fue, en realidad, de muchos mundos, y que enriqueció al español de manera extraordinaria. Tal es el caso de “Las voces de nuestras ancestras. Muestra de poetas chicanas bilingües”, reunida por Violeta Orozco. Valeria Mata, por su parte, en su conversación con Sarah Bak-Geller Corona —especialista en la historia de la cultura alimentaria—, retoma la comida como práctica de resistencia. Cierran el Carrusel las reseñas de Kevin Aréchiga del Río y Gustavo Serrano Padilla. Y en Tinta suelta Alexis Kawabonga nos cuenta la historia de “La gente del maíz”. Para la postal de A contraluz, Andrés Piña comparte un poema en ladino, una lengua poco conocida en la que convergen muchas historias.

Finalmente, agradecemos la generosidad de Celeste Aguilera, Miguel Ángel Guerrero Alcalá, Alisson H. Gorgonio, Carlos Enrique Rojas Morales y José Ángel Santiago, artistas cuyas obras acompañan estos textos.

Queridas y queridos lectores, sirvan estas páginas como un espacio para amplificar voces y promover la escucha del otro.


Aranzazú Blázquez Menes