Poética, revisión o declaración
Hace relativamente poco, en diciembre de 2009, haciendo una relectura de cuadernos hallados en la casa de mis padres, descubrí unos primeros poemas datados en 1988. Me di cuenta casi con sobresalto de que llevaba (llevo) más de la mitad de mi vida escribiendo, y escribiendo poesía. Cuando uno piensa entonces en cómo o por qué ha acabado haciendo esto no encuentra razones, sino una especie de reconocimiento de las características básicas que le definen a uno. De esa misma manera en que mi entorno y mi herencia me han llevado a ser calvo, por ejemplo, mi formación, los estímulos que llegaron (quizá sobre todo los que no), la canalización de las emociones e incluso el instinto de huida me llevaron a refugiarme en las palabras. Así lo veo inicialmente, como un refugio, en el que después se ha ido desarrollando un placer, un deleite en la experimentación con la palabra. Sin embargo, asimismo se ha desarrollado una frustración entre el sentimiento, la experiencia vivida o la enseñanza descubierta y su plasmación en palabras. Por encima de todo esto, la poesía ha acabado siendo una vía para mantener un diálogo interno con ese otro yo que habita mi interior y que marca las directrices de mi existencia, con el que a veces me cuesta mantener un contacto más directo.
Dame
Dame
(o qué me das, primero,
dime).
O no digas pero date, ponte
como las circunstancias o la banda sonora,
colócate detrás
de los interrogantes,
sé lo siguiente.
Odio natural
Sólo encierro un odio natural,
un odio necesario,
que viene a ser el odio de los bosques,
el odio de los ríos y los mares,
un odio volcánico y sísmico,
nada personal.
Días extraños
Hay días en que ocurren cosas como
despertarse y descubrir
que debajo de la cama hay un cadáver.
Al abrir el armario, entre las camisas
y las corbatas aparece un ahorcado,
y pensamos qué dijimos o qué no hicimos.
Alguien, me digo…
Alguien, me digo,
ha abierto la puerta de atrás,
siento el viento
creando corriente por las ventanas
de mis ojos. Alguien,
digo,
que resulta que soy yo
en esta pausa del pensamiento.
Miro hacia atrás,
busco esa puerta
abierta,
y veo mis ojos.
El susto es descomunal.
Hacía tanto que no me veía…
Miedo
El miedo convierte a uno
en el gran improvisador.
Desencadena un intenso
análisis
del entorno, las posibilidades,
y de pronto se actúa.
Así se huye, por ejemplo,
de un depredador.
Así nace,
por ejemplo,
una mentira.
|