Silver City: el cielo de Nuevo Méjico es una ballena sangrando sobre una playa de cactus mientras avanzo fardo tras colina árbol sobre frontera entre prados enteros con árboles y prados dentro • en chozas donde no vuelve ni la derrota ni el café hirviendo ni el hijo arrebatado llorando por su madre enferma • en ríos y pedregales y huertos blancos de peras brincando sobre la cresta de una iglesia donde vi una vez un gallo de madera una escalera deforme y a la muerte fumar largo en su caballo
Lunas ha
mi ropa se guindaba suavemente como una joya arrancada a esa nuca peligrosa de los cielos • Yo era un sueño muy joven como para verme acabar de rodillas estrangulado bajo un marco de madera… custodiado de aves peligrosas de bandidos empecinados en reír a tripa suelta de astros construidos por colillas • de botellas que aplaudían vacías alzadas en estantes
Y a veces —por la tarde— tocar la pena en vitrinas llenas de humo ver los vagones de las casas que jamás partieron • buscar la infancia en mujeres de mandíbulas flexibles que aligeraban el ácido de mis copulaciones • cuidaban bien los burdeles adormeciendo caballos desmelenados y exhaustos sobre canchas de polvo • mesas ocres de teca donde jinetes vidriosos raspaban el whisky amargo atentos por la usura •
estos son mis hermanos —me decía— animales agachados en montes de piedra • halcones encendidos en la hoguera de sus pillerías • homicidas hermosos que —acaso sin la ayuda de sus cuerpos— mantenían latiendo al niño en el adulto
Entonces acabarse era importante • saber que Uno era Uno y no los otros saboreándose la pulpa en los excesos • errando desde cero como un animal destrozado que no logra justificar cómo ha vivido pero que ha vivido (Billy reapareciendo en el ojo enemigo • William H. Bonney limpiando su puñal sobre la curvatura crespa de su lengua)
Y desde Lincoln City / desde Tascosa, Texas / desde Clifton, Arizona donde acampé montado al siseo de la serpiente hasta que oí una noche el siseo de la serpiente: afuera está el trabajo la casa por hacerse las deudas pendientes • y el Futuro triturándolo todo —que se paseaba también con un cuchillo en la mano— subió rápidamente desde las ramas en sombra que dejaban los coyotes sobre las colinas
Subió como visiones donde lograba por fin dormir comer hablar apropiadamente sin sentir cómo la carne se hinchaba en la raíz de su furia • masticar el tabaco • afeitarme rumiando el tiempo de los hombres sobre canteras fulminadas y campos de trigo
Esperando el cuerpo que acabe con este cuerpo o el nombre que suplante mis nombres pendientes • que oculte al niño indigente —nacido en Nueva York— que aún me toma de las manos huyendo de las cloacas donde estrellas sepultaron sus huevecillos • donde las cucarachas lamieron el planeta cansadas de migajas y peldaños
Pero tornarse la criatura era difícil: cargar las manos crispadas —de aquí para allá—
abrazando las sombras del mundo las sogas del mundo • celebrando en alto la muerte en el cráneo del pescado y la púa del agua • colgado de este lenguaje que espolea en cualquier camino disfrazado de hombre • mientras mis muertos siguen centrados en sus rodeos esperando únicamente mi agotamiento • o que diga otra tarde —Adiós a todo esto— apoyado sobre un hombro que no siente • o vuelva otra vez el polvo a mi sombrero: las aguas arremetiendo contra los potros y los potros arremetiendo contra el horizonte • la manzana disputándole al sol su brillo las enaguas de las hembras y el idioma de mi revólver que sólo ha hablado en presente…
Y aun así me preguntan si aboliré la tristeza
Si buscaré entre dibujos la caída del árbol
La emigración de las nubes
perezosas en su terso
contrabando
El apetito del sueño
que hormigueaba en la noche
claveteado a la espina
Yo he de decir aquí aparece el cielo
Yo he de decir aquí araré el principio
Yo he de fundar mi casa
y no volver a partir
sobre terreno extraño