Editar / No. 242

La Galera: una mítica revista independiente de bibliofilia

 

Bienaventurados los espíritus superiores que
aman a los libros, porque su memoria no
perecerá sino con la muerte de las ideas.
Anónimo

Las primeras librerías en la Ciudad de México empezaron a aparecer en el siglo XVIII, sin embargo, desde la llegada de la imprenta a la Nueva España, algunas de ellas ya contaban con un espacio pequeño para vender libros. En el siglo XX, hubo un auge de librerías-imprentas, como Porrúa, que iniciaron su labor editorial incluyendo en su catálogo a las voces más destacadas de la época. Desde las librerías han nacido publicaciones que, contra la creciente marea editorial, lograron cautivar a un nicho de bibliófilos a través de la edición independiente. Por ejemplo la librería-imprenta Madero, que comenzó editando libros a modo de obsequio para bibliográficas. Tal es el caso de París. Capital del siglo XIX (1971), un texto original de Walter Benjamin con traducción y prólogo de José Emilio Pacheco y diseño de Vicente Rojo.

Como ése, hay otros libros maravillosos que se gestaron y editaron desde las librerías. En este texto quiero rescatar a La Galera, una revista independiente de bibliofilia creada por Selva Hernández, José Luis Lugo y Mercurio López Casillas.

La primera Galera inició su viaje en 1996. Navegó durante siete años entre un mar de librerías anticuarias que desafortunadamente se ha ido secando con el paso inevitable del tiempo. Sin embargo, para nuestra fortuna, el papel y la tinta logran conservar aquellos mundos casi perdidos, así que me atrevo a afirmar que La Galera no sólo es un recurso bello, sino valioso, porque nos permite viajar y descubrir una parte del panorama bibliófilo a finales del siglo XX. Por otro lado, considero que es un ejemplo de éxito e inspiración para editoras y editores independientes, ya que los primeros números se crearon a partir de los recursos propios del equipo involucrado, se imprimieron en rincones desconocidos del Centro Histórico e incluso cada ejemplar se doblaba y engrapaba desde la mesa del comedor de uno de los integrantes. Para Selva Hernández este proyecto editorial fue su mejor escuela de diseño y edición, así como un parteaguas en su carrera profesional.

Inicialmente La Galera iba a ser un boletín publicitario para las librerías de viejo, pero López Casillas sugirió crear una publicación más extensa. Crear un proyecto editorial independiente usualmente implica involucrarse en todas las áreas necesarias para darle vida: desde planificar el contenido y experimentar con el diseño hasta romperse la cabeza con las finanzas. El primer número de La Galera, prácticamente inconseguible en la actualidad, fue una mezcla de temas bibliófilos, pues se hizo una selección de textos sobre el amor al libro, las librerías y la cultura impresa. En otras ediciones se rescataron textos en torno a la bibliofilia de la pluma de Salvador Novo, Elena Poniatowska, Rosario Castellanos o Francisco Díaz de León.

A partir del número dos, el contenido se nutrió al agregar artículos sobre artistas mexicanos que tuvieron conexiones importantes con la industria editorial. Principalmente se investigaron grandes talentos que realizaron portadas o ilustraciones para libros que ahora son muy preciados o difíciles de conseguir. Entre las páginas de La Galera se encuentra la historia de artistas como Aurora Reyes, Angelina Beloff, Gabriel Fernández Ledesma, Saturnino Herrán, Leopoldo Méndez y Julio Ruelas. Pero eso no fue todo.

Desde que Hernández era una niña estuvo inmersa en el pequeño universo de las librerías anticuarias, que a veces significa rodearse de una comunidad literaria privilegiada. Su abuelo Ubaldo, un librero tradicional de la ciudad, tenía como clientes a auténticos bibliófilos, entre los que estaban Carlos Monsiváis, Alí Chumacero y Guillermo Tovar de Teresa. Todos ellos estuvieron dispuestos a participar con entrevistas inéditas para La Galera. Al respecto, ella considera que la edición independiente sirve como plataforma; su proyecto no sólo la llevó a conocer las bibliotecas de esos personajes, sino a coincidir con profesionales que se fueron sumando a la revista, la apoyaron y asesoraron en diversos aspectos como el diseño, un elemento significativo desde el primer número.

A pesar de que ella y su socio iniciaban su profesión como diseñadores editoriales, crearon una esencia que se mantuvo hasta el último ejemplar publicado. La evolución gráfica y editorial fue floreciendo, pues los últimos cuatro números se realizaron en tamaño carta, con portadas a dos tintas, grabados, hojas de colores y otros detalles que consolidaron a esta revista como una publicación de colección. Para acompañar el contenido, en cada número se colocaron viñetas e ilustraciones que los diseñadores obtuvieron de libros antiguos y reutilizaron para embellecer La Galera. Por ejemplo, hay reproducciones de caricaturas de Miguel Covarrubias o miniaturas de códices prehispánicos. Este detalle también significó un gran trabajo de producción, investigación y rescate de la gráfica popular mexicana.

En el número nueve (enero de 1997) apareció el primer suplemento de ex libris1 dedicado a Diego Rivera. Los suplementos de ex libris mexicanos añadieron valor y un breve pero valioso folleto cuyo fin era rastrear la historia y diseño de piezas emblemáticas creadas por Nicolás León, José Juan Tablada, Nunik Sauret, Jorge Enciso, entre otros. Dichos suplementos fueron el primer paso para que Selva Hernández y Mercurio López Casillas fundaran la Asociación Mexicana de Ex Libris; además en el año 2000 publicaron, bajo el sello editorial RM, el fantástico libro Ex libris Mexicanos. Artistas del siglo XX, hoy descatalogado y muy difícil de adquirir.

Lo anterior demuestra que la edición independiente también abre puertas a nuevos proyectos y trabajos. Ambos socios recibieron sus primeros encargos de diseño gracias a La Galera, que no sólo se convirtió en su portafolio sino en un canal publicitario para ofertar sus servicios, los cuales se enumeraban en un breve anuncio colocado en las guardas de la revista. En ese mismo espacio se añadieron otros promocionales e incluso directorios de librerías anticuarias, lo que también hace de La Galera una fuente para rastrear nombres y direcciones de aquellos espacios que ya no existen. Precisamente el investigador Edgar A. G. Encina utilizó varios números de la publicación para indagar acerca de la vida de las librerías en México a finales del siglo XX. El resultado de su investigación fue el libro Librerías de viejo en México. Notas y guiños desde La Galera (2020).

En los siete años de vida de la revista se imprimieron 32 números maravillosos que contienen una parte importante y a veces desconocida de la vida artística y literaria en nuestra ciudad. El número 33 se maquetó y estaba dedicado a Carlos Mérida pero no se imprimió. Quizás algunos se pregunten cómo se logró mantener vivo dicho proyecto; Selva Hernández suele mencionar que sus emprendimientos han surgido de un amor profundo al libro, pero eso también implica tener voluntad, resistencia y un gran deseo por afrontar los retos de una industria muy compleja.

Para mí, el hallazgo de La Galera no sólo ha significado el encuentro inesperado con un tesoro de palabras e imágenes, sino con personas inspiradoras y apasionadas como Selva Hernández, quien después de 27 años aún demuestra una devoción profunda por el mundo del libro y su valor en nuestra historia.




Un ex libris es una marca de propiedad que los bibliófilos colocan en las tapas de sus libros. Por lo general son estampas realizadas con grabados artesanales, compuestas por la palabra ex libris que significa "entre los libros de", el nombre del propietario y una ilustración.