Carrusel / Bajo cubierta / No. 243

Los cuidados sostienen al mundo


Daniela Rea Gómez
Fruto
Antílope

México, 2023, 381 pp



He visto a mujeres leer Fruto, de Daniela Rea, mientras amamantan, en las siestas constantes pero breves de sus recién nacidos, en las pañaleras de jóvenes padres que se aventuran a una nueva vida, cargando a sus bebés en canguros. Forma parte de las recomendaciones de Twitter y no hay librería independiente que no lo tenga en la mesa de novedades. Así que, a pesar de mi resistencia a leerlo para honrar mi promesa de no caer en el marketing que nos empuja a leer el libro del momento, finalmente me dispuse a hacerlo.

A pocas páginas de haber comenzado, encuentro estas palabras: “Yo no conocí a mi mamá como mujer hasta que crecí, en mi juventud. Antes conocí a la mamá-mamá, a la mamá-esposa. Hasta entonces no pensé en la diferencia de ser una mujer y ser una mamá”. Pienso entonces que he llegado a la edad en la que mi madre se convirtió en madre. Pienso que me gustaría haberla conocido como mujer, como amiga, como persona y que no me he dado la oportunidad de hacerlo. Hasta ahora, al leer Fruto, me pregunto, ¿quién es ella? ¿Cómo conocer nuestras propias historias sin conocer las de ellas, las personas que nos cuidaron y criaron?

Daniela Rea comenzó a escribir este libro después de que nació su primera hija y las labores de cuidado y crianza comenzaron a aislarla del mundo. Fue entonces que decidió hacer lo que siempre ha hecho: periodismo. Así inició la búsqueda de historias que resonaran y conectaran con la suya, entrevistó a mujeres que han ejercido labores de cuidados y a las más cercanas de su vida: su madre, su hermana y sus hijas. De esta forma, llegan a nosotras las historias de Rosalba, Channi, Mariela, Alejandra, Mónica, Fernanda, Avelina, Betsy, Laura, Jenny, Rosario, la de la propia Daniela Rea y sus hijas Naira y Emilia.

La metamorfosis de este libro lo llevó de ser un trabajo periodístico o documental a ser un texto donde se entretejen numerosas voces: desde aquellas más teóricas como la de Silvia Federici, bell hooks, Adrienne Rich, hasta otras más contemporáneas, como la de Tania Tagle y la de la autora, que nos guía a través de este entramado. Rea hace suya cada una de estas historias. Inserta en ellas su voz, sus opiniones, sus pensamientos y muestra la manera en que la vida de cada una la atraviesa a ella misma.

A través de Fruto no vemos solamente a una Daniela periodista, sino que conocemos a Daniela madre, a Daniela hermana, a Daniela hija. Desde la más absoluta vulnerabilidad, la autora nos permite entrar a esas facetas que, como mujeres cuidadoras, muchas veces deseamos ocultar. El cansancio, la frustración, el enojo, el arrepentimiento y la culpa tienen lugar en las intervenciones que realiza a los relatos de las entrevistadas, así como en los extractos de su diario personal. La decisión de introducir su propia voz en cada una de las historias hace de Fruto un caleidoscopio en el que encontramos un reflejo de nosotras mismas.

“No todas somos madres, pero todas hemos cuidado y sido cuidadas”, dice la autora. El posicionamiento político y crítico de este libro es sumamente importante. No se centra en las maternidades, sino en el trabajo de cuidados que ejercen las mujeres en nuestro país, pues no únicamente las personas que ejercen la maternidad cuidan, también lo hacen las hermanas mayores, las abuelas, las tías, las hijas. Fruto es un libro transgeneracional, como su autora lo define, que nos muestra que el cuidado es un círculo que se empalma con el ciclo de la vida. En algún punto, habremos de cuidar a quienes nos cuidaron cuando éramos totalmente dependientes.

Los motivos también son importantes. En un sistema necropolítico, en un país roto y atravesado por la violencia, las causas por las que se tienen que ejercer labores de cuidado incluyen la desaparición forzada, el feminicidio, la enfermedad mental y, también, sistemas de salud, de seguridad y de justicia decadentes que no alcanzan a cumplir las demandas de la población.

Es verdad que detrás del cuidado está el amor, el cariño, la importancia de los vínculos que entablamos, y que cuidar es “poner al centro la vida y su persistencia”, sin embargo, también es cierto que las condiciones bajo las que se ejerce, tales como la soledad, la falta de remuneración (que puede llevar a una dependencia económica) o el poco o nulo reconocimiento de la importancia de esta labor pueden llevar a un desgaste en todas las esferas de quien cuida. “Cuidar te jode”, dice la hermana de Daniela Rea al ser entrevistada.

Entonces, ¿de qué otras formas podemos significar y entender los cuidados? De formas que no terminen por consumirnos, por jodernos. Incluso la palabra sacrificio, que está tan ligada a la manera en la que se nos dice que tenemos que cuidar, en su raíz etimológica proviene del latín sacro facere, es decir, “hacer sagradas las cosas”. Sacrificar, entonces, como honrar, propone la autora.

Éste es un libro que, como lectoras, nos interpela, nos cuestiona, nos invita a ser críticas, pero también es un libro que apapacha, que abraza, que acompaña durante el proceso. Fruto abre muchas preguntas: ¿Cómo se construye el deseo de ser madre?, ¿quién cuida a quienes cuidan?, ¿de qué manera las redes de cuidado pueden ser más horizontales o más circulares?, ¿cómo construir vínculos justos de cuidados?

El trabajo de cuidados es mantener viva una vida, plantea Rea. No es una labor pequeña. En México esta labor, mayoritariamente ejercida por mujeres, representa más de una cuarta parte del PIB, de acuerdo con datos del INEGI. Las mujeres, a través de los cuidados, sostenemos al mundo. Pero no podemos seguirlo haciendo, no en estas condiciones, no en soledad.