CDMX / No. 246

Ciudad cochinota



Para Evelyn, que ya sabe qué hora es



I

La torre latino y yo queremos lo mismo.
Tan altas, singularizadas las dos.
Centro y oriente,
corazón y el lado
que siempre escojo del vagón:
el cristal puesto de frente
y la frente apoyada en el cristal.
Queremos tocarnos,
derrumbarnos al mismo tiempo.
Queremos ser pedazos pequeños
para entrar en el bolsillo de alguien.
Queremos que nos lleven lejos.


II

Las tumbas
en medio de la carretera
(esas pequeñas cruces con nombres
que no da tiempo de leer,
por las cuales jamás se fuerza la vista)
son los árboles más bonitos que existen.


III


Estoy cansada.
Dormiría abrazada del metro.
Sería su gato
que le ronronea en el pecho.
No me importaría
volverme la mascota de algún tren
en la ciudad de méxico.


IV

Soy una gasterópoda en el metro de la cdmx.
Una de hace millones de años,
una que no fue clasificada.
Soy
sin nombre científico,
sin especie, sin género,
sin clase, sin reino, sin filo,
sin familia.
                                Imponente caracola babosa
                       cargando mi caparazón, mi casa.
Algún día
todas las personas me van a pisar
hasta borrarme.


V

Raras veces me detuve
para constatar lo afilado del cuchillo,
para ver el reflejo de mis ojos en sus bordes.
Rara vez me detuve a contarle los dientes
a la sierra de mi arma favorita.
Rara vez fui consciente
de que la herida ya estaba marcada de tanto atravesarse.
Hoy
por primera vez,
por rara vez,
le presto atención al cuerpo que tengo frente a mí.
Pero él no me mira.
En cambio, mira al cuchillo
y le ofrece un letrero enorme que dice:
“BIENVENIDO”.