Carrusel / Bajo cubierta / No. 246

Una intención ante la noche: la poesía luminosa de Clemente Guerrero

 

Murciélaga
Clemente Guerrro
Dirección de Literatura y Fomento a la Lectura, UNAM
México, 2023, 88 pp.


Leer Murciélaga, el primer libro de Clemente Guerrero, se siente como si un amigo de toda la vida te invitara a su casa. Al entrar en ese espacio familiar, escuchas cómo cantan los pájaros; saludas a su abuelo boxeador, a su abuela sahumada de copal: reconoces en ellos la base de un álbum de familia que se revelará calmo, pero contundente, en cada golpe de poema.

La obra se encarna desde cuatro puntos cardinales: “Poherbario, faunas y otras especias”; “El listón de tu pelo”; “Lo que nos llevamos a la boca” y “Que cuelga como tú, murciélaga”. Cada sección, entramada con un hilo finísimo, muestra la sutil trayectoria de una voz que enuncia desde sitios muy íntimos, que se nos planta en forma de instantes a veces dolorosos, como en “Maizal”: “Año con año/ fui para trabajar el maizal/ y Elayo era cada vez más Eloísa/ la que soñaba con viajar y se enamoraba en los bailes./ ¿Cuántos se inclinaron ante su ataúd?” Pero esa voz también nos hace vivir momentos festivos, como en “Yo era” y esa risueña polifonía que recrea las canciones de Celia Cruz, de Héctor Lavoe, de la mismísima Selena, como fondo de un baile en el que, entre vuelta y vuelta, se alegran los cuerpos en movimiento. Paralelamente, esa voz se nos revela como una acumulación de sabores que se paladean en la boca,como los versos: “Él sólo sabía/ que su pausa era un comer, un espectáculo/ una gastronomía del recuerdo/ y recordaba al queso por la vaca/ a la vaca (en partes) (bien cocida) por la abuela/ a la abuela por ese árbol de granadas”.

De ahí que una de las cualidades más notables de Murciélaga sea su dimensión sensitiva, pues a través de la representación de lo mirado, de los aromas, de los sabores, de un telón musical o la propia memoria, el poemario expande sus posibilidades de significación. Mención aparte es la sensibilidad auditiva del poeta, una agudeza inusual que le permite captar y reflejar, en “Pájaros citadinos”, una cascada de pregones a modo de objeto sonoro, siguiendo al poeta guatemalteco Humberto Ak’abal. Dicho poema funciona como un panorama vibrante que canta y cuenta las voces de la ciudad: el panadero, el aguador, el diablero, las marchantas.

La poesía de Guerrero emociona por su impronta: por la lengua viva, por la oralidad manifiesta entre sus versos, que evoca ese maravilloso remate de “El Ingenioso Hidalgo”, en el que el poeta Eduardo Langagne escribe: “Es la voz popular/ la que da inicio/ a la más portentosa/ lección de nuestro idioma”. Es esa misma voz popular con la que Guerrero dignifica sus imágenes del mundo, apuntala sus poemas y edifica instantes tan conmovedores por su delicadeza, como crudos por su sinceridad.

Y aunque esta crudeza es insistente, no falta la ternura en sus versos, como cuando quiere acariciar los ojos de su madre “con las flores de una rama”, o como cuando, después de observar el hervor de la manzanilla, dice: “mi mano palpa lo bajo de tu vientre/ como si dejáramos atrás una promesa/o un jardín al que no queremos entrar”. Y acompaña a dicha ternura, la belleza de sus recursos, como la comparación entre las mujeres que vuelven a casa “abiertas/ sangrando de sí mismas”, como las granadas “expuestas/ como si sangraran desde adentro,/ como si el deseo/ las empujara a renunciar a su forma/ y se abrieran”. Además, resulta significativa la serenidad de una voz que nos ofrece una poética pausada, atenta, hospitalaria como un vaso de agua fresca, decidida a la impresión; por ello los lugares en la poesía de Clemente Guerrero pasan de lo interior a lo exterior: lo primero abraza a lo doméstico, a la memoria, a lo familiar que transiciona hacia la esperanza con la llegada de Amaranta, su hija. Por otro lado, en lo exterior se perfila la ciudad, su gente, lo cotidiano; se dibujan escenas que transcurren en los mercados, en las calles, en los puestos.

La fuerza poética de una obra como Murciélaga reside en que tanto sus búsquedas como sus mecanismos son congruentes entre sí. La sustancia de su poesía es robusta por ser nítida, luminosa, porque esa voz que habla desde la luz reconoce que atravesar las sombras es necesario para nombrar su realidad.