fiesta / No. 250
Martes 18 de diciembre, 00:40 hrs
40% de probabilidad de lluvia
—Raaaaúúúúúúúúl, Raaaaúúúúúúúúl, Raaaaúúúúúúúúl.
—Ya voooooy. Ay, qué lata contigo, caray.
—Es que ya vamos tarde, y si llegamos tarde ya sabes que no alcanzamos buen lugar, y yo no quiero volver a sentarme atrás de Bombín, tiene pulgas.
—Ay, qué te haces, si todos tenemos pulgas.
—Pero no las mismas, Raúl, no las mismas.
Martes 18 de diciembre, 01:00 hrs
50% de probabilidad de lluvia
—¿Estamos todos?
—... y entonces le dije: “Si no vas a traer mejores regalos, mejor ni vuelvas a mi ventana”. Qué se cree, ¿el más guapo de la colonia?, por favor. Yo vi cuando lo bañaron, está flaquísimo... Porque YO SÍ tengo collar, o sea, me lo compraron el domingo, nuevísimo, de Petco, te lo juro.
—... entonces, Bombín, cuando le agarras la onda a los horarios, ya sabes cuándo llegan las cucarachas. N’ombre. En la calor, en la noche, en la cocina, en el baño. Jujuy, por las ventanas… abajo del refri...
—Porque cuando un perro te arrincona, ¡ZAZ! garrazo. Ni lo pienses, uno, dos, jab izquierdo y giras. Arqueas el lomo. Óyeme, óyeme bien, que se te erice cada pelo. Colmillazo de tigre, son nuestros primos por algo.
—SEÑOOOOREEES. Dije, ¿estamos todos?
—MIAAAAAAAAAAUUUUUUUU.
—Ahora sí, a darle. Como saben, ya casi es el momento en que los humanos de mi casa se van a pasear por unos días y dejan la casa solita para mí… y para el perro. El tonto no importa, mientras juegue con él una vez al día se está quieto. Este año cumplo cinco y quiero hacer fiesta. No una reunión, no un banquete, no una escapada al parque del centro. Una fiesta. Algo bien, algo grande. Quiero música, sobres de comida, grillos, ratones tiernitos y un chorizo. Sí, chorizo. La niña de la casa me dio a probar esa carne rojiza y ahora es mi comida favorita. Así que quiero eso para mi fiesta. Ahora… necesito saber con cuántos de ustedes cuento, señores. Negro, diles lo que necesitamos para la fiesta.
—Sí, jefazo K. Primero que nada buenas noches, verdad. Mañanas, si son madrugadores. Eh… necesitamos dos perros bien grandotes que se vean malos, pero que… e… eh que sean zonzos. Serán los guardias, ellos van a tener la lista de invitados. Luego, ehhh… unas veinte cajas de cartón así gruesas, para rascar con ganas. Eh… hierba gatera… un kilo, yo estimo. Cuarenta, no. Cincuenta bolas de e… eh… e… estambre… Eh… lo importante es la comida, y de eso creo que se pueden encargar Raúl y Güero porque trabajan en el mercado, pero todos podemos contribuir con mínimo un ratón y diez grillos.
—Excelente trabajo, Negro. Obviamente yo pondré la azotea y que de limpiar los baños se ocupe el perro, es bueno enterrando cosas.
Martes 18 de diciembre, 01:44 hrs
60% de probabilidad de lluvia
—E… e… entonces, las tareas quedan así: Raúl y Güero, la comida. Eh… favor de traer el chorizo de la tienda de los niños gordos. Lluvia, tú eh… traes a los perros de tu vecindad. Bombín, las cajas. Bizco, e… eh… eres el encargado de conseguir con tu contacto… ya sabes… la hierba. Eh… Panzas, el ehh… e… estambre. Pero eh… e… esto e… es tarea para todos, los grillos y ratones. Listo, mi jefe.
—¿Dudas o quejas? Los escucho.
—¡¿Podemos traer invitados?!
—Hmmmmmmmmm… SÍ. Pero sólo los dejo pasar si el invitado también trae comida y si no huelen feo.
—¿A qué hora empieza? Mi humano me peina en la noche
—Pues, cuando tenga ganas. Que Negro les avise con un maullido.
—¿Vamos a tener piñata?
—Puede ser, si me siento generoso.
—¿Y si alguien nos acusa?
—... lo atacamos entre todos.
Martes 24 de diciembre 18:00 hrs
70% de probabilidad de lluvia
—Krishna, pórtate muy bien, chiquito. Nos vamos unos días y regresamos. Te quiero mucho, gordito precioso. No saques la basura o mi mamá se va a enojar conmigo.
—Miaaaau… miiiiiiaaaauuuu.
Martes 24 de diciembre 22:00 hrs
90% de probabilidad de lluvia
—Ehh… eee... miiiauuuuu.
—Más fuerte, Negro. Que te escuchen en la siguiente cuadra.
—Sí. MiiiiiÁáááááÁÁÁÁÁÁÁÁÁ.
—MÁS FUERTE, NEGRO.
—MÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁUÚÚÚÚÚÚÚÚÚÚ.
—¡Qué pulmones tiene ese chico!
Los preparativos para la fiesta habían rendido sus frutos. Bombín llevó más de veinte cajas de todos tamaños, mismas que sirvieron de entretenimiento para todos los asistentes y fueron decoradas con el estambre que Panzas consiguió. Cada caja era un espacio donde los gatos se escondían y jugaban entre sí. Cuando se agotaban, inmediatamente iban a revolcarse entre la hierba gatera para continuar jugando más tiempo. Sus pupilas cristalinas y dilatadas por los efectos de aquella sustancia y de su propio instinto juguetón resplandecían con la tenue luz de la luna que alcanzaba a iluminar la superficie de la azotea. Aunque, claro está, ellos no necesitaban luz para moverse con la agilidad que cualquier atleta humano envidiaría.
La mejor parte de la fiesta era, sin duda alguna, la comida. Negro, fiel colaborador, vocero y compañero de casa de K, se había encargado personalmente de elaborar arreglos brutales, no frutales, brutales. Un ratoncito tierno en el centro de cada cuenco, cubierto por grillos desmembrados, mezclado con chorizo y jugo de lata de atún. Era una exquisitez culinaria, una verdadera obra maestra para las papilas de aquellos distinguidos invitados que, sin saberlo aún, estaban probando uno de los primeros platillos del ahora mundialmente reconocido Chef Gordopeza, nombre artístico de Negro.
No obstante, la alegría del momento fue opacada brevemente por un evento imprevisto: un diluvio.
Martes 24 de diciembre 23:00 hrs
Ya está lloviendo
—NOOOOOO, MI FIESTAAAAAA. MAÚÚÚÚ, MAÚÚÚÚ, MAÚÚÚÚ.
—Tranquilo, jefe. Vamos a decirle a los muchachos que metan todo a la casa.
—¿¡Por qué siempre me tocan las batallas más difíciles!?
—Rápido, muevan todo adentro. Rápido, rápido. Las cajas se mojan. Sequen la hierba. ¡¡BOMBÍN, DEJA DE LAMERTE!!
Cajas empapadas que se deshacían con el agua, estambres enredados entre las patas de los asistentes. Caos, maullidos, pelos mojados, bolas de pelo mezcladas con hierba gatera, atún, chorizo. Pero en medio de la tragedia la hermandad se hizo presente. Todos los valientes gatos a pesar de la avasalladora lluvia transportaron cada cosa desde la azotea hasta la sala de la casa. Una breve mención especial merece Perro, quien con su fuerza bruta, muy bruta de verdad, abrió la puerta que separaba a nuestros héroes de la comodidad del sofá.
Así, desde aquel 24 de diciembre de mil gatoscientos veinticuatro conmemoramos cada año ese acontecimiento histórico, la legendaria Fiesta del diluvio choriciento. Nada fue igual después de aquel magno evento. Quizá otro sucinto agradecimiento lo merezca la niña de la casa, quien impidió mediante sus berridos y lloriqueos que sus terribles padres nos echaran de la casa. Sus lágrimas no fueron en vano, pues ahora todos nos reunimos con regularidad en su azotea y a veces la invitamos a nuestras fiestas.
Hare Krishna, Hare Krishna
Viva Krishna, viva Krishna
Viva la fiesta legendaria del Jefe K, Viva el Jefe K
Firma
Terciopelo
Viva Krishna, viva Krishna
Viva la fiesta legendaria del Jefe K, Viva el Jefe K
Firma
Terciopelo