fiesta / No. 250

David Huerta: la música de lo que pasa en clase

Fabián Espejel


malgré l'âge, [je] n'a[i] pas cessé d'être 
votre reconnaissant élève.

Carta de Albert Camus a Louis Germain


Había un letrero pegado en el edificio anexo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM: "Conversación con David Huerta. [Una foto del poeta]. Martes 24 de septiembre". A la hora prevista, entré en el salón anunciado. La memoria es muy traidora, dijo el profesor Huerta aquel día de 2013, cuando lo conoció el entonces estudiante de primer ingreso que aspiraba a ser poeta.

  • El poeta es una criatura excepcional, como lo es un matemático brillante, un biólogo…
  • Materiales del poeta: palabras, lengua → patrimonio común, institución más sólida.
  • "Poesía eres tú" saca a la poesía del poema: está afuera del poema y del poeta.
  • Un poema nunca es sólo un poema.

A lo largo de los años, anoté muchas cosas en mi cuaderno, además de aquellas citas suyas. El orden de las notas se ha revuelto y, con excepciones, no puedo identificar si algún curso fue antes o después del otro. Está atiborrado de sugerencias de lecturas literarias o académicas (del libro vi de la Eneida hasta las "Notas sobre poesía" de Gorostiza o Héctor Viel Temperley), análisis de métrica y retórica (oratoria ciceroniana, captatio benevolentiae, la estructura del alejandrino, cláusulas rítmicas, versos plurimembres, monósticos, el orden de los adjetivos) y varios poemas fotocopiados con una abundante marginalia (Neruda, García Lorca, Gorostiza, López Velarde, Lugones, Lope de Vega).

En aquella primera conversación, David había maravillado a los pocos asistentes. La erudición no era lo único que nos mantenía absortos, sino también la creencia absoluta de que todos podemos amar y entender la poesía. Beatriz Espejo y José Luis Ibáñez, por separado, entraron al salón para escucharlo. El siguiente semestre, en enero de 2014, busqué al profesor. Tuve la osada idea de mostrarle algunos poemas y pedirle un comentario. Después de intentar disuadirme cortésmente, David los aceptó. Me advirtió, eso sí, que tardaría mucho en leerlos, pero me propuso entrar a su clase como oyente: Poesía en Lengua Española, todos los martes de 6 a 8, una materia optativa que sólo se podía inscribir a partir del quinto semestre. David entregó una hoja con un epígrafe del curso y con los dos poetas alrededor de los cuales orbitarían las sucesivas clases. A partir de entonces, fui asiduo de su clase hasta que egresé de la carrera en julio de 2017, alternando entrar un semestre sí y otro no porque me daba pena entrar todo el año.

  • El poema está hecho para ser recordado.
  • Poesía: mezcla entre artificio y naturalidad.
  • Leer, memorizar poesía.

Un día David me preguntó si hablaba italiano. Estábamos hablando de esa figura extraña y hermosa llamada enálage y su ejemplo más famoso en español: "soy un fue y un será y un es cansado" en Quevedo. Resultaba que alguien había escrito su molde 250 años antes: "non avrà loco fu, sarà ned era" ['Lugar no tendrá el fue, el será ni el era'], del "Triunfo de la eternidad" de Petrarca. Había tomado clases de italiano durante dos años en la Prepa 6 y sentía que me defendía bien, por lo que contesté que sí. La clase siguiente llegó con su ejemplar los Trionfi, que compró en la Librería Morgana, y me lo prestó. Yo debía interrumpirlo en algún momento de las clases siguientes, tenía que explicar qué era la enálage.

  • Empezar a ras de tierra para ascender, después, en el análisis de un poema.
  • Hay que escandir el verso.
  • Como las ecuaciones, el poema se despeja.

Nunca me atreví a interrumpirlo y tampoco quise hacerlo. David siempre tenía algo interesante que contar. Era como si nos adentrara, con camaradería total y sencillez, en un oscuro secreto que no lo era: la poesía. David no acaparaba la conversación y le encantaba responder preguntas e interactuar con sus estudiantes. Éramos amigos platicando en un salón sobre Góngora o los ovillejos, escuchando el latido de los versos. Cuando le devolví el libro de Petrarca, me preguntó si lo había terminado. Yo le respondí que no, pero no le dije que me refería a la versión toscana, muy difícil para mí; sólo pude leer de cabo a rabo una traducción en español que había sacado de la Biblioteca Samuel Ramos.

Gracias a David leí —o tengo en la mira— muchos libros y autores a los que jamás habría llegado, me habría tardado más o hubiera denostado. Recuerdo que nos contó que su generación le hacía el feo a Anatole France, como los surrealistas antes que él. Sin embargo, cuando lo leyó, tiempo después, le pareció interesante y sugirió acercarse a su obra. France, por supuesto, está anotado entre los autores que me interesa leer. De repente Huerta se volvía un mago y, a quienes nos animábamos a ver lo que había entre los títulos y nombres que soltaba, nos revelaba un suceso extraordinario y único, una lectura que parecía decir, con Rilke, "tienes que cambiar tu vida": Muerte sin fin de Gorostiza, La Gatomaquia de Lope de Vega, los estudios de Raimundo Lida, la edición de Robert Jammes de las Soledades, el Viaje del Parnaso de Cervantes.

Con menos frecuencia, llegó a prestarme libros. Me gusta pensar que no los escogía al azar: el de Petrarca, la edición del poeta Edward Hirsch de los Complete Poems de John Keats y una edición de La estructura de la poesía moderna de Hugo Friedrich. También me prestó indefinidamente una primera edición de Sea Grapes del nobel santalucense Derek Walcott. Se la había regalado el profesor Richard E. Smith, de la Universidad de Miami. David había pegado cuidadosamente en la portadilla una fotografía de periódico donde aparecía Smith y su dedicatoria. Alrededor de la foto, había un autógrafo del propio Walcott, dedicado a David y a la narradora Verónica Murguía, su esposa.
  • Derek Walcott: "La obligación del poeta es complicarse la vida".
  • Que todas las palabras/ entran en la poesía.
  • Los poemas no se dan por vistos nunca. 
Ahora creo entender que David impartía clases de poesía. No sólo hablaba de los textos y ramificaba sus procedencias o diálogos —como un astrónomo que urdía constelaciones— con otros versos de la tradición grecolatina, hispánica, inglesa, francesa y, en menor medida, italiana. Para David era importante cuestionar la figura del poeta, la hechura del poema —siempre con palabras, nunca con "La Palabra" (¿pues cuál palabra?, decía riéndose)—, su contenido y forma —cómo están hechas las entrañas y los músculos de un poema— y, sin decirlo nunca explícitamente, el oficio poético, dejando en el aire la pregunta de si la poesía es también algo más allá del texto.

  • De la poesía dependen todos los géneros. Es la medida de la literatura.
  • Es la literatura misma.
  • La mejor manera de leerla es en voz alta.
  • La manera de hablar interviene en (la lectura de) poesía.
  • Los poemas están vivos.

En una ocasión, David le preguntó a cada estudiante cuáles serían los tres libros que se llevarían a una isla. Entre los que mencionó la poeta Violeta Orozco estaba La estación violenta de Octavio Paz y David se emocionó. Al final, si no mal recuerdo, él escogió para su isla El Quijote, las Soledades y la Divina comedia. En otra ocasión, le pidió a Jing Tan, compañera de intercambio, que nos diera una introducción a la poesía china clásica y leímos a Li Bai y a Du Fu. Incluso leímos en chino un poema de Su Shi. David se sentó con nosotros —un alumno más— mientras Jin estaba al frente. Años después, el narrador Nacho Casas me contó que David entraba como oyente a los seminarios de Martha Lilia Tenorio en El Colegio de México. 

Huerta, uno de los poetas más relevantes de este país, se permitía deslumbrarse y preguntar sobre lo que no sabía. A los escritores que admiraba siempre les anteponía un "don": don Luis de Góngora, don Derek Walcott, don Carlos Fuentes… También nos enseñó el valor de la relectura, pues siempre iba y venía a sus libros predilectos, en los que también abundaba la narrativa. Nos contó de una ocasión en que García Márquez citó mal un verso de Garcilaso —palabras incorrectas, pero respetando el ritmo— y, discretamente, David le pasó un papelito citando el verso correctamente; lo que le interesaba era destacar el gran oído del de Aracataca.

  • El poeta, aparte de dominar su oficio, tiene que —imperativo categórico— saber qué representan los grandes temas para él → (a partir de la experiencia).
  • El gran poeta cambia profundamente la cultura de su tiempo.

Veo a David y a Verónica en la gran marcha de Ayotzinapa, entre los estudiantes, rumbo al Zócalo. Veo a David leer junto al nobel nigeriano Wole Soyinka cuando se celebró el centenario de Octavio Paz. Lo veo contar en un pasillo que había pensado en ponerle Caldo (de caliente en italiano y de faje) a su Incurable. Lo escucho despedirse, socarronamente, después de alguna clase: Como diría don Efraín, "vámonos mucho, pero mucho a…". Lo recuerdo afirmar que los tres mejores poetas mexicanos son gongoristas: Sor Juana, López Velarde y Gorostiza. Lo veo, bonachón, presentarse con mi novia como mi abuelito. Lo escucho introducirme como amigo de Derek Walcott. Lo recuerdo responderme, emocionado, cuando le pregunté aquella última clase cómo enfrentarnos a los poemas difíciles, a esos que parecen arcanos o escritos para una "inmensa minoría" de iniciados (pidiéndole, ahora lo sé, que me revelara el secreto): Los poetas son personas como tú y como yo. Vuelvo a sus clases cuando pongo sus charlas en YouTube o leo su discurso de recepción del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2019:

El mejor poema del mundo es una red que se ha tejido en nuestra mente con esos elementos: está ahí, aquí, a nuestro alcance. A los significados, sensaciones e imágenes puede uno agregar otros componentes, como el ritmo, la melodía de las palabras o las frases, el poder de evocación del poema, su gravitación en nuestras vidas para iluminarlas o cifrarlas y dejarlas encerradas en un vaso que siempre tenemos cerca para saciar nuestra sed de poesía.

El impacto de un maestro puede ser insospechado y definir el rumbo de una vida. David marcó a muchísimos de sus estudiantes. Gracias a él, a sus clases, nunca dejé de leer (ni de intentar escribir) poemas, de insistir en saber qué hay adentro y afuera de ellos, cómo están hechos, de dónde vienen. "Sólo lo difícil es estimulante", decía citando a Lezama Lima, uno de sus favoritos. Ahora que ya no tengo 18 sino 30, y cargo con más vida y lecturas en los hombros y en las sienes, sigo dialogando con mi maestro cuando leo sus poemas y sus ensayos, pero también cuando leo a todos esos poetas que me descubrió y que se volvieron mis favoritos. Cuando pongo atención a cómo pronunciar ciertos nombres —aunque él nunca nos corrigiera—, como el álef del libro de Borges. Cuando repito muchos versos que él nos repetía o cuando los memorizo; cuando leo correctamente un poema en voz alta. Asistí a tus cursos sin saber —yo, el alumno más impuntual de la generación— que nunca faltaría ni llegaría tarde, que esperaría los martes impaciente. Desde entonces no cesa la música, David, de tus palabras en la clase.





Fabián Espejel (Ciudad de México, 1995). Es poeta y traductor. Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2023 y Premio Bellas Artes de Traducción Margarita Michelena 2024.