cliché / No. 251
No hay nada nuevo bajo el sol,
pero cuántas cosas viejas hay que no conocemos.
Ambrose Bierce
pero cuántas cosas viejas hay que no conocemos.
Ambrose Bierce
Recuerdo una conversación que tuve con una amistad en la que hablábamos sobre cómo se comportaban las parejas a nuestro alrededor. Él se quejaba de los parecidos entre una relación y otra, casi detestaba no ver variantes, como si todos estuviesen participando en la misma comedia romántica. A sus quejas, yo respondí que el amor es un lugar común, que qué más podría esperar de su expresión cotidiana. Le pregunté si acaso él no había tenido las mismas actitudes que nuestros conocidos; su silencio fue una afirmación a mi pregunta, e iba acompañado de cierta resignación por ser parte del común denominador. Mi amigo malinterpretó mis palabras. Lo que en realidad quise decir, en ese entonces, es que lo mejor que podría pasar es que el amor fuese un lugar común, y que éste se mantuviese como tal era un signo de esperanza.
Las cosas con las que más disfruto están llenas de lugares comunes, de clichés, de fórmulas, de repeticiones que muchos consideran aburridas. Creo que es así porque se considera al cliché como superficialidad pura. Para mí es un error de perspectiva. Basta mover un poco los prismáticos para que cambie radicalmente el panorama. Una gran creencia es que el cliché es una ilusión; una persistente y difícil de disipar, ya que tiene las características de los espejismos que se ven en las carreteras cuando el calor es insoportable. Rebasas esos falsos charcos a la más alta velocidad y se desvanecen, sólo para reaparecer unos segundos después por todo el horizonte.
La imagen de un cliché es tan persistente porque tiene algo que comunicar. A diferencia de lo que muchos creen, en ella hay certezas tanto como pinceladas de verdad en las mentiras, en los chismes, en las bromas, en las leyendas o en las mitologías. Cada cliché se forma a través de un proceso cognitivo que nos ayuda a aprehender lo aparentemente inaprensible; aunque, con ello, sólo logremos rozar el ondeante trozo de tela de un largo vestido que ha escapado de nuestro agarre. El cliché es como una semilla, contiene la potencia de evolución hacia algo más grande de lo que podría imaginarse. Hay que aprender a cultivar, a ver a través del revestimiento duro de la capa externa su potencialidad y saber cómo, cuándo y dónde ese grano puede germinar.
Así lo hizo Cervantes con la obra que marcaría el inicio de la novela moderna en Occidente. Utilizó la base formal de la novela de caballerías para trascender una forma desgastada, y con ella crear una crisálida, de la cual saldría al mundo un ser, en apariencia, totalmente diferente. No es gratuito que Cervantes utilizara un montón de lugares comunes para transmitir sus ideas y su visión del mundo; la humanidad requiere de la familiaridad de lo habitual para entender lo que en él hay de nuevo. Eso es un cliché: la imagen de un espejo proyectada en otro expande sus dimensiones y las articula de una manera que podría llevarnos a la locura, o al alumbramiento de una parte del espíritu.
La literatura policiaca es otro ejemplo de que en los lugares comunes yace la posibilidad de transformación. Poe no sólo fue el pionero del género policiaco, también en sus cuentos se ve el germen de lo que en el futuro los teóricos literarios llamarían "ficción metafísica de detectives"; subgénero que a la manera de el Quijote parodia y subvierte las reglas comunes para crear ese otro algo que comunica lo que sólo así puede ser comunicado. En la nueva ficción de detectives el punto focal no es el crimen, sino la búsqueda ontológica del protagonista; las pistas, si las hay, son absurdas y el misterio carece de resolución. Los protagonistas suelen ser remedos de detectives que se convierten a su vez en víctimas. Y rige la imposibilidad por parte del detective de replicar los pensamientos del otro, como diría Dupin que es la mejor forma de resolver un crimen. Pero en esa afirmación de Dupin estaba implícita la duda: ¿es realmente posible pensar como la otredad, o se cree que se llega a eso sólo porque entre una mente y otra hay similitudes? La conversión del detective en criminal también estaba prefigurada en los cuentos de Poe, tal como aparecería en la novela negra. Pienso, entonces, que el cliché es un oráculo que codifica los futuros caminos por los que transitaremos. El cliché nos recuerda que el todo está en el todo, éste habita los mismos espacios de siempre. Los llamados escritores "posmodernos" retornan a la primera novela moderna para reinventar el cosmos literario, también regresan a las novelas de Agatha Christie para saber qué subvertir. El cliché no es más que la suma de visiones. Tras esa suma hay una operación que revela un profundo intento por comprender la realidad que habitamos.
La mejor manera de explorar a la vida es hablando de clichés, empezar con lo más trivial. Pero si lo trivial es lo que compone los andamios de nuestra cotidianidad, entonces resulta ser lo más trascendental del universo. Pienso que si un científico quisiese experimentar con unos infantes, alejándolos de la civilización y colocándolos en una isla, con el tiempo los clichés que conocemos se reproducirían también en ese lejano e imaginario islote. La historia de la humanidad se resume en los lugares comunes que han sido revisitados una y mil veces. Y en ninguna de esas estadías se han podido cartografiar en su totalidad.
El cliché es también la forma más básica y común por la cual comprender las estructuras sociales. ¿Cómo explicar que muchas canciones de rock tengan por título nombres de mujeres? ¿A qué mecánica obedece ese patrón musical? Me acuerdo de "Layla" de Eric Clapton y cómo su adoración por Pattie Boyd se desvaneció cuando no fue más la esposa de Harrison y finalmente fue la suya. La letra de "Susie Q", el cover de Creedence es una de las versiones más conocidas, y la de "Sally Cinnamon" de The Stone Roses recrean la figura de una mujer hipnótica que vuelve loco y/o salva la vida de los sujetos poéticos de este tipo de canciones. Mis favoritas son las de The Kinks: "Victoria" y "Lola". La primera es una sátira de la época victoriana, y la segunda es una canción que sigue vigente hoy en día, habla de cómo un chico coquetea con una mujer trans, con la que tiene su primera experiencia amorosa. Los Kinks se distinguen por tener letras poéticas, irreverentes y subversivas. Por el contrario, las pocas canciones de rock con nombres de hombres por título poseen una narrativa diferente; como "Mister Crowley" de Ozzy Osbourne, que explora la misteriosa vida del mago. Todo esto ya lo decía con mayor precisión e inteligencia Pedro Lemebel al percibir el rock como
una estrategia fallida de enfrentar al poder con sus mismos signos, con los mismos cuadros de choque que en el rock se llaman bandas, donde se excluye a mujeres y homosexuales, desde una historia de billares y clanes motorizados que surgieron en el cincuenta […]. Bandas y grupos, patillas y cueros negros, que trazaron una poética del descontento, pero en su metamorfosis juvenil privilegiaron lo masculino como hegemonía de fuerza y violencia.
En la entrada de uno de mis diarios, que hojeo de vez en cuando para recordarme de dónde vengo y a dónde voy, escribí: "¿por qué últimamente termino en lugares comunes?". Me hice esa pregunta porque, una vez más, me creía locamente enamorada, y los resultados de un corazón roto ya los había experimentado las suficientes veces como para creerme inmune a ese mal. Al leer los sentimientos de mi antigua yo percibo su impotencia por no poder evitar las famosas etapas del duelo, estaba frustrada al no poder enfrentarme con cinismo al dolor. Me sentía ridiculizada por sentir lo que mi amigo me había dicho años atrás sobre el amor y sus lugares comunes. El dolor me hizo sentir como un ser ordinario, como la persona más mundana que habitara el planeta, la más aburrida y la más predecible de entre tantos millones. Pero justo por esos días estaba leyendo unos ensayos de Cioran y su escritura me recordó que mi dolor era honorable, no debía ocultarlo ni sentir vergüenza por él porque provenía de un sentimiento elevado. Aunque el amor esté plagado de clichés, "cuanta más intensidad posee, más individual es", afirma Cioran. Anoté esa cita en mi diario y estuve de acuerdo con Cioran en que sólo a través del amor, el mejor de los lugares comunes, el ser humano puede encontrar lo superior y lo particular de sí mismo. Ahora pienso que esa pregunta era mi egocentrismo hablando, mi rabia acumulada, porque yo, al igual que Cervantes y los escritores de literatura policiaca, soy una fiel defensora de los clichés.