cliché / No. 251
La telenovela es la otra familia del espectador,
la que sufre con estilo y entre muebles carísimos...
Carlos Monsiváis
la que sufre con estilo y entre muebles carísimos...
Carlos Monsiváis
—Está harta.
Hace una hora que lo viene ensayando frente al espejo, pero Brianda Sofía del Durán todavía no sabe cómo va a confesarle a Esteban Fabricio que todo este tiempo creyó que con quién estaba saliendo no era él, sino Estefan Patricio. Nada de qué sorprenderse, después de todo Esteban Fabricio y Estefan Patricio son hermanos… pero no cualquier tipo de hermanos: hermanos gemelos. Y no cualquier tipo de gemelos: gemelos idénticos. Y de la peor calaña, de los que desde niños debían usar pulseras de colores para que sus padres no los premiaran o reprendieran por lo que hubiera hecho el otro. Peor aún, del tipo de hermanosgemelosidénticos que ya de adultos, en lugar de cincelarse una personalidad propia y escindida del otro, deciden abrazar sus similitudes vistiendo las mismas prendas, practicando juntos la pronunciación de palabras y hasta suscribiéndose al mismo programa de dieta y ejercicios (por no mencionar aquella ocasión en que sin darse cuenta compartieron por una semana un mismo cepillo de dientes). No, ni de broma ésta podía ser la primera vez que los confundían… tal vez, eso sí, la más grave. Pero tampoco hay nada que hacerle: Brianda Sofía del Durán se enamoró de Estefan Patricio desde el instante que cruzaron miradas, y qué mejor prueba de aquello que haber estado tan embelesada como para haber confundido los nombres de los hermanos la noche que los presentaron. De tal modo que cuando a la mañana siguiente su tía Agustina le dijo que Esteban Fabricio había preguntado por ella, Brianda Sofía no dudó ni un segundo en pedirle que porfavorporfavorporfavor les arreglara una cita. Y si bien desde aquel encuentro tuvo cierta corazonada, como cuando de niño te pones los zapatos al revés, de que algo no cuadraba, tampoco encontró el momento propicio ni la manera correcta (¿acaso la había?) para preguntarle a Esteban Fabricio si él era quien ella creía o, mejor dicho, quería que fuera…
Lo demás de ahí en adelante (los años de noviazgo, la boda en Luisiana, la mágica luna de miel en Oaxaca, la endemoniada hipoteca, los angelicales hijos) fue, por decirlo de alguna manera, consecuencia del primer malentendido. Eso, y la mala fortuna de que Estefan Patricio se enlistara en el ejército para lidiar con el dolor de haber perdido el corazón de su amada a manos de su propio hermanogemeloidéntico. Es decir, tuvieron que pasar diez años para que Brianda Sofía del Durán hiciera una visita en el hospital a su cuñado, quien recientemente había vuelto de la guerra por una herida de bala en el chamorro izquierdo: aún no daba un paso dentro de la habitación cuando sintió su corazón salírsele por la boca: primero, metafóricamente; después, no tanto, al vomitar en la cesta de charcutería que trajo consigo lo que ella interpretó como mariposas, pero eran restos del desayuno que Esteban Fabricio le había preparado con tanto amor. Nuevamente, sin embargo, no había nada que hacerle: al ver a Estefan Patricio todo magullado y desguanzado en una camilla de hospital, a Brianda Sofía del Durán no le cupo la menor duda de que al que había estado a punto de perder era en verdad su alma gemela. Que, al menos desde un punto de vista clínico, era una exageración: la bala apenas le había rozado la pierna, y no era como que la herida de fuego se produjera en medio de un tiroteo enemigo; sino que, poseído por la desesperación de no volver a verla, Estefan Patricio decidió ponerle fin a su vida. Y así hubiera sido de no ser porque en ese momento resbaló de su bolsillo el relicario con la fotografía de Brianda Sofía que ella misma le regaló la noche que se conocieron. Sucedió, sin embargo, que al bajar el revólver de sus sienes se disparó accidentalmente en la pierna que, irónicamente, lo trajo de regreso a los brazos de su amada. Por su parte, Brianda Sofía del Durán, que no ha apartado la mirada del uniforme militar que, por razones inexplicables, Estefan Patricio sigue portando días después de su extradición, no puede seguir conteniendo la necesidad de plantarle un beso: excusada en la falta de cuchara, bebió del caldo de pollo dispuesto en la mesilla junto a la cama y se lo dio de comer a Estefan Patricio directamente en su boca, como una pajarita regurgitando en el pico de su polluelo el bolo alimenticio de su agitado corazón. Aún jugueteaba entre sus lenguas el último chícharo del estimulante consomé, cuando entró la enfermera con indicación de bañar al joven veterano: sin pensárselo dos veces, Brianda Sofía le arrebató la esponja de yute y suplicó a la enfermera que porfavorporfavorporfavor le indicara el camino hacia la ducha…
Se vino, y no sólo el plot twist, la vuelta de tuerca, la revelación: entre pompas de jabón y jabón en las contorneadas pompas de los protagonistas nos enteramos de que, a pesar de ser hermanosgemelosidénticos, Esteban Fabricio y Estefan Patricio no son completamente iguales: hay en sus cuerpos una pequeña discrepancia, apenas una minúscula diferencia, sutiles par de grados de discordancia que hacen el pene de Estefan Patricio curvearse ligeramente hacia la derecha pero que, por decirlo de algún modo, terminan de marcar la diferencia para Brianda Sofía: es en el momento del orgasmo (al cual atendemos por medio de flashes de la vida que hubiera tenido juntos: réplica exacta, pero en espejo de la que ha vivido junto a Esteban Fabricio) que decide confesarle toda la verdad a su esposo… Lo que no quiere decir que haya una forma fácil de decirlo: por algo Brianda Sofía del Durán lleva toda la tarde frente a su reflejo y todavía no sabe cómo va a explicarle a Esteban Fabricio que la última década de sus vidas (los angelicales hijos, la endemoniada hipoteca, la mágica luna de miel en Oaxaca, la boda en Luisiana, y hasta la cita orquestada por la tía Agustina) no han sido más que el desafortunado resultado de un equívoco y, por consiguiente, un equívoco en sí mismos.
—No mames que todo eso me perdí. Si nada más fui al baño.
—¡Shh! Ya está entrando Esteban Fabricio a la casa.
—¡Y lleva en una mano el revolver de su hermano!
—¡Y en la otra el relicario que Brianda Sofía le dio a Estefan Patricio!
—¡Es cine, carajo!
—Algo así. Su gemelo malvado: la telenovela.
Adrián Cabrera (Ciudad de México, 1997). Escritor y teatrero. Primer lugar del 2° Concurso de Escritura Teatral de la Cátedra Nelson Mandela. Mención del XIV Premio de Poesía Desiderio Macías Silva. Segundo lugar del 54° Concurso de Punto de Partida en Crónica, y mención en tres categorías. Actualmente es becario del FONCA. IG: palabra_de_cabra