cliché / reseña / No. 251

El corrido es una voz inevitable

Lázaro Izael



El corrido también es parte del paisaje
Autores varios
Preciosa Sangre
México, 2024, 235 pp.


"Uno nace e inmediatamente es arrullado o conmovido por la voz de nuestros mayores", dice el poeta argentino Fabián Casas, pues reconoce que desde el principio hay alguien que nos habla y narra el mundo en que vivimos. Si pienso en el de mis tiempos, que podría ser común al inicio de muchos de nosotros, nacidos en el norte de México en la década de los noventa, me imagino que la vida que he vivido es narrada por una especie de Chalino Sánchez, Piporro o Los Tigres del Norte, esas voces que desde la infancia me han acompañado y me han enseñado a mirar el lugar de donde vengo; es decir, han sido piezas clave de mi educación sentimental.

Pienso en las tardes enteras acompañando a mi abuelo, que fue plomero y que los fines de semana construía la casa donde nacerían mis primos, todo con sus propias manos, y que tenía siempre a su lado una vieja radio de donde salía esa voz melancólica que le cantaba al amor, al trabajo, a la traición, al sentimiento de lucha. Ya desde la infancia algo en mí podía reconocer en estos cantos una pulsión de sentido poético, una intensidad que me hacía preguntarme por el poder y la manifestación de las palabras, pues quién no se conmovería al escuchar: "Grítenme, piedras del campo, cuándo han visto en la vida querer como estoy queriendo, llorar como estoy llorando, sufrir como soy sufriendo", un par de versos que, bien mirados, podrían haber sido escritos por Raúl Zurita.

Una sensibilidad que pertenece a otro pero que apuntala la propia es la forma en que la poesía se vuelve mirada que congrega, que nos ayuda a conspirar; se vuelve palabra viva sólo cuando es espacio vacío para que otro entre. "Si Baudelaire hubiera nacido en el norte de México, formaría parte de una banda norteña", propone uno de los textos que conforman a antología El corrido también es parte del paisaje, publicada por el colectivo Preciosa Sangre en 2024. Un libro plural que, a través de distintos géneros, pone en su centro el corrido desde diferentes perspectivas para entenderlo en su absoluta complejidad, contradictoria y cambiante.

Cada uno de los autores convocados da una respuesta clara y antipunitiva ante la manifestación cultural del corrido como un género que narra la historia de un pueblo, de un territorio atravesado por la migración, la pobreza y la violencia que evidencian el fracaso de un Estado-nación que no ha logrado garantizar la vida ni los derechos de sus ciudadanos. Esta antología nos acerca a la mirada de quienes han crecido escuchando las voces populares narrar el paisaje de un pueblo que convierte el dolor en canto.

Es interesante ver los diferentes perfiles de los autores y cómo cada uno nos otorga una aproximación rica en experiencia. Dentro de estos textos vemos cómo una clase de literatura medieval puede transformarse en una cátedra sobre la situación política de nuestro país al pensar al corrido como una especie de "cantar de gesta" contemporáneo, como lo propone Jorge Suárez. Asistimos a un recorrido histórico del género, especialmente en el texto de Luis F. Muñoz, quien habla de cómo tumbar un corrido y la relación de éste con el trap en contextos de migración. También está el texto de Sofía Manzano, que explora la identidad territorial y el sentido de pertenencia, y califica al corrido como una expresión de la oralidad y un fenómeno cultural que se extiende a lo largo y ancho de nuestro país.

Hay una definición de Guillermo Berrones en "El Subteniente de Linares y el fin del corrido revolucionario", donde afirma que el corrido mexicano es un género en constante transformación que refleja las condiciones sociales y culturales de cada época. A través de sus versos, el poeta popular captura los acontecimientos de su tiempo, ya sea como testigo, narrador o cronista de las experiencias de su comunidad. Su capacidad para interpretar el lenguaje y los valores de su entorno le permite traducir en música y poesía las emociones colectivas. Elementos como el amor, la rebeldía, la valentía o la justicia emergen en estas composiciones como parte de la identidad de un pueblo. El contexto histórico y geográfico en el que surgen los corridos definen los valores que transmiten, haciéndonos comprender así que, a medida que la sociedad cambia, los corridos también evolucionan y se adaptan a las nuevas realidades, manteniéndose como un testimonio de la vida y las transformaciones del pueblo que los canta.

Algo similar pensaba Wallace Stevens al hablar de la poesía y de los dioses, pues afirmaba que un poema en fondo y forma se corresponde compartiendo una misma esencia, o en otras palabras, que poema y estilo son la misma cosa. Así, al hablar de los dioses, Stevens argumenta que la manera en que éstos toman forma es a partir del estilo de los hombres que los veneran, moldeando así un estilo de conducta ante la realidad. Dice Stevens:

El estilo no es algo aplicado. Es algo inherente, algo que se infiltra. Tiene la misma naturaleza que aquello donde se encontró, ya sea un poema, la puerta de un dios, la conducta de un hombre. No es un vestido. Podría decirse que es una voz inevitable.

En este sentido, pienso que el corrido es y ha sido una manifestación del estilo que nosotros, como mexicanos desde el norte y en diálogo con nuestro territorio, hemos constituido como una voz en defensa y resistencia de nuestra identidad. Su inevitabilidad es una característica de la poesía popular que, por la forma en que nos acompaña y enseña a narrarnos, nos muestra los paisajes que conforman nuestra educación sentimental. Desde ahí nos enfrentamos a un mundo árido que, aunque no queramos nombrarlo, la poesía popular —el corrido— hace visible echando luz sobre eso que permanecía en la oscuridad y situándonos ante ello como una revelación de la que deberíamos hacernos cargo.

Más allá de racionalizar nuestros sentimientos, lo que hace tan entrañable a los corridos es que sus letras tienen que ver con nuestros barrios, con la gente junto a la que crecimos, con una experiencia del mundo cuando todo nos parece nuevo y revelador, con un sentimiento de justicia, de lucha, con encontrar el amor y vivirlo intensamente. Al leer El corrido también es parte del paisaje y pensar junto con sus autores el lugar que ocupa este género en nuestra vida no puedo olvidar aquellas tardes de domingo, cuando mi abuelo nos llevaba a construir su casa y la forma en que me impresionaba la voz que salía de la vieja radio, el sonido del bajo sexto, el acordeón, la voz contra el azul celeste de la tarde, el sopor del calor en el verano, el canto que hacía estar vivo mi paisaje, la intensidad sorpresiva de la revelación de estar ante palabras grandes, repetidas en el tiempo y que mucho decían de nosotros, de nuestro estar en el mundo: la voz de mi abuelo junto a la voz de Chalino Sánchez.




Lázaro Izael (Saltillo, 1997). Poeta. Autor de Mamá, el campo (2023), Envilecidas como hienas miramos la espesura de ese cielo (2019, 2023), Matunuk, 1950 (2024) y Gallo, el planeta estalla (2024). Obtuvo el Vigésimo Premio Hispánoamericano de Poesía para las infancias 2023 (FLM y FCE), el VIII Premio Iberoamericano de Poesía Joven Alejandro Aura 2022 y el Premio Nacional Dolores Castro 2019.