Sur / No. 252

Yucatán

David Pineda


I


Teníamos las manos ultrajadas, nuestros ojos eran sismos involuntarios,
desprenderse nunca ha sido fácil si jamás se ha pertenecido.
Así recorrimos lo que los extranjeros llaman Paraíso:
tierras cobijadas por hombres y mujeres fuertes
de rostros tristes y paisajes desconcertantes;
                               espacios cuya vehemencia se propaga por
                               la euforia misma de sus cauces cristalinos.


II

Mi padre transita el sol en su mirada, dice que viajar
es camuflarse con los días
albergar tonalidades,
y labrar las horas en las vísperas de su reflejo;
pero a veces los caminos no siempre son los deseados,
entonces, de pronto, viajar es arroparse a uno mismo
darse palmaditas en el costado
y esperar que con ello los paisajes vividos
acojan lo perdido.


III

Nos preguntan de qué país venimos,
                                                       el mañana no es Nacional.
Yo quería conocer el sureste: con sus días paradisiacos
con sus mares escapando sobre nuestros ojos
o con las siluetas de una gramática depurada
y el exilio de una tierra acaudalada, pero inasible en su sombra.
El país que siempre es para los otros.



IV

Hablamos español, pero una franja gastronómica nos divide:
nos dicen Poc Chuc y no comprendemos
nos dicen Papak-tsul y no lo entendemos,
nos dicen Kibis y ellos en suspenso
nos dicen maíz y ambos agradecemos.


V

Mi padre lleva en su apellido la iconografía de
la tradición española, pero aquí, en medio
de la carretera, siglos de historia se evaporan hacia las nubes,
ahora la invención yace sobre espectaculares a pie de la playa / la Tierra Prometida
en donde todos beben Coca-Cola frente a las olas,
mientras la tarde se extiende sobre sus rostros
y el follaje de la brisa trasmuta con las solapas solares,
en leves quemaduras sobre sus pieles de nácar: we brought sunscreen.


VI

La noche colapsa y se estrella en las luces citadinas,
detrás de las ventanas el calor amartela a los cuerpos
y en las ráfagas de claroscuros
la autopista pernocta,
y florece al unísono del alba.



 




David Pineda (Michoacán, 1996). Egresado de la Maestría en Estudios de Literatura Mexicana por la UdeG. Ha publicado crónica, poesía y cuento. Obtuvo mención honorífica en el Concurso XI de la revista Luvina en Poesía, y el segundo premio del Concurso 50 de Punto de Partida en Crónica. Es coautor del poemario Dejarse morir (2020) y del libro de cuentos Catorce voces: literatura en lagos (2022).