Sur / No. 252
Hay datos que, sin importar cuán repetidos sean y demostrados estén, siempre logran sorprender. Ya sea por su naturaleza contraintuitiva, su apariencia esotérica o su origen inesperado, simplemente deslumbran, desconciertan o mueven algo interno. Un ejemplo es el hecho de que, mientras en el hemisferio norte, la primavera está enloqueciendo a los animales y hace brotar a las flores de sus capullos, en el sur, los ánimos desenfrenados se sumergen en la calma otoñal y el deseo por quedarse en cama tiene otros motivos. Sin imaginárselo, la gente que odia el calor sólo necesitaría cruzar el ecuador para volver a encontrar lo bueno de la vida, y viceversa.
Si alguien era consciente de esta maravilla —en el sentido medieval de la palabra—, esa persona era Raffaella Carrà. Sólo hay que recordar su célebre frase "Para hacer bien el amor hay que venir al sur". Una italiana que conoció el "largo pétalo de mar" fue, es y será la persona ideal para hablar de cambios de hemisferios y del gozo. No es, entonces, ninguna sorpresa que sus canciones más famosas en español sean aquellas que tratan del amor, el deleite y la pasión.
Sin embargo, hay algo sobre esta gran sabiduría austral que no se ha dicho. La fascinante Carrà no habría podido conseguirla sin haber conocido antes el frío septentrional, el desamor y la frustración. De hecho, ella misma lo confiesa en los primeros versos de "Hay que venir al sur":
En este sentido, Raffaella Carrà se ha convertido en una representante del pensamiento de Heráclito de Éfeso. El filósofo —cuya vida estuvo, sin duda, llena de tristezas— hizo de la lucha de contrarios el fundamento de su visión de lo real. Pero, al igual que Raffaella, tuvo que tomar un
paso antes de afirmar esto.
Heráclito pensaba que el fundamento de todo lo existente era el λόγος (logos), con su triple significación: la palabra o discurso, la razón humana y el principio racional que rige y estabiliza a la naturaleza. El filósofo consideraba, a partir de su contemplación desinteresada del mundo, que la realidad estaba regida por fuerzas en constante guerra —a la que llamaba "la madre de todo"—, pues la supremacía total y eterna de una de éstas lleva a la desmesura y a la destrucción. Mientras que, con dicho λόγος, la naturaleza permanece aun con el constante cambio.
Una interesante coincidencia entre la cantautora italiana y el efesio es la presencia de la fogosidad en su discurso. Mientras que Carrà encuentra en la pasión y el amor la única cura para la desunión humana, lo que lleva a canciones tan disfrutables y seductoras que "explotan el corazón", Heráclito utiliza el fuego para marcar este movimiento oscilatorio entre lo grandioso y lo minúsculo como muestra de mesura y mantenimiento propio.
Asimismo, ambos se apropian de su locura. En su momento, las teorías de Heráclito sobre lo mojado y lo seco fueron rechazadas por los médicos, que las consideraban disparatadas. Por su parte, Raffaella nos dice que:
Ahora que se ha hablado de ausencias, cabe enfatizar —y éste es el tipo de cosas que nunca terminan siendo enfatizadas lo suficiente— en el cuidado que se ha de tener a la hora de definir algo según presencias y ausencias. La persona, aquella individualidad que se ve reflejada en el espejo de otra, nunca podrá entenderse únicamente bajo estos términos, ya que, si bien la realización de su propia subjetividad se da en el reflejo con otra, no habrá nada que reflejar si, en su soledad, sólo existe un vacío abismal. De hecho, aquí se manifiesta nuevamente una identidad de contrarios que se ha objetivado en la persona. Así, aún cuando esa individualidad errante haya llegado al sur y, en él, haya encontrado las reliquias del amor, no podrá tenerlas (tenere) por la carencia propia, no tendrá qué ofrecerle al amor mismo y éste, como el codicioso muchacho que es, escapará decepcionado. Por esta razón, Dulce cantó alguna vez:
Si alguien era consciente de esta maravilla —en el sentido medieval de la palabra—, esa persona era Raffaella Carrà. Sólo hay que recordar su célebre frase "Para hacer bien el amor hay que venir al sur". Una italiana que conoció el "largo pétalo de mar" fue, es y será la persona ideal para hablar de cambios de hemisferios y del gozo. No es, entonces, ninguna sorpresa que sus canciones más famosas en español sean aquellas que tratan del amor, el deleite y la pasión.
Sin embargo, hay algo sobre esta gran sabiduría austral que no se ha dicho. La fascinante Carrà no habría podido conseguirla sin haber conocido antes el frío septentrional, el desamor y la frustración. De hecho, ella misma lo confiesa en los primeros versos de "Hay que venir al sur":
He viajado por la Tierra
y me he dado cuenta de que
donde no hay odio ni guerra
el amor se convierte en rey.
Tuve muchas experiencias
y he llegado a la conclusión
que, perdida la inocencia,
en el sur se pasa mejor.
¿Cómo llegó a esa conclusión? Sólo con la experiencia y, más que la mera experiencia, la contemplación del mundo. Aquella mujer que se deleita con el reinado del amor tuvo que haber padecido también la tiranía del odio y la guerra. Para poder recibir gustosamente todo lo que el sur ofrece, tuvo que trabajar con lo que el norte le proveía. En otras palabras, para haber logrado tal conocimiento, tuvo que haber vivido primero sus contrarios.y me he dado cuenta de que
donde no hay odio ni guerra
el amor se convierte en rey.
Tuve muchas experiencias
y he llegado a la conclusión
que, perdida la inocencia,
en el sur se pasa mejor.
En este sentido, Raffaella Carrà se ha convertido en una representante del pensamiento de Heráclito de Éfeso. El filósofo —cuya vida estuvo, sin duda, llena de tristezas— hizo de la lucha de contrarios el fundamento de su visión de lo real. Pero, al igual que Raffaella, tuvo que tomar un
paso antes de afirmar esto.
Heráclito pensaba que el fundamento de todo lo existente era el λόγος (logos), con su triple significación: la palabra o discurso, la razón humana y el principio racional que rige y estabiliza a la naturaleza. El filósofo consideraba, a partir de su contemplación desinteresada del mundo, que la realidad estaba regida por fuerzas en constante guerra —a la que llamaba "la madre de todo"—, pues la supremacía total y eterna de una de éstas lleva a la desmesura y a la destrucción. Mientras que, con dicho λόγος, la naturaleza permanece aun con el constante cambio.
Una interesante coincidencia entre la cantautora italiana y el efesio es la presencia de la fogosidad en su discurso. Mientras que Carrà encuentra en la pasión y el amor la única cura para la desunión humana, lo que lleva a canciones tan disfrutables y seductoras que "explotan el corazón", Heráclito utiliza el fuego para marcar este movimiento oscilatorio entre lo grandioso y lo minúsculo como muestra de mesura y mantenimiento propio.
Asimismo, ambos se apropian de su locura. En su momento, las teorías de Heráclito sobre lo mojado y lo seco fueron rechazadas por los médicos, que las consideraban disparatadas. Por su parte, Raffaella nos dice que:
Todos dicen que el amor
es amigo de la locura,
pero a mí, que ya estoy loca,
es lo único que me cura.
Con todas estas ideas, no queda más que afirmar que el cambio siempre deviene en algo provechoso. Ya sea el desamor, el hambre o la enfermedad, todos estos eventos —considerados generalmente como desgracias— son necesarios para poder conocer realmente qué significa amar, estar satisfechx o tener salud. Por una buena razón el frío se define como la "ausencia de calor" y la oscuridad como la "falta de luz". Y si así, como a Carrà, la llegada del norte al sur le hizo descubrir dónde "se hace bien el amor", también a aquella persona que se sienta insatisfecha, incómoda o estancada le puede resultar productivo cambiar de lugar, tanto físico como mental. O es que acaso, ¿no fue hasta que Darwin fue al sur que pudo establecer su teoría de la selección natural?es amigo de la locura,
pero a mí, que ya estoy loca,
es lo único que me cura.
Ahora que se ha hablado de ausencias, cabe enfatizar —y éste es el tipo de cosas que nunca terminan siendo enfatizadas lo suficiente— en el cuidado que se ha de tener a la hora de definir algo según presencias y ausencias. La persona, aquella individualidad que se ve reflejada en el espejo de otra, nunca podrá entenderse únicamente bajo estos términos, ya que, si bien la realización de su propia subjetividad se da en el reflejo con otra, no habrá nada que reflejar si, en su soledad, sólo existe un vacío abismal. De hecho, aquí se manifiesta nuevamente una identidad de contrarios que se ha objetivado en la persona. Así, aún cuando esa individualidad errante haya llegado al sur y, en él, haya encontrado las reliquias del amor, no podrá tenerlas (tenere) por la carencia propia, no tendrá qué ofrecerle al amor mismo y éste, como el codicioso muchacho que es, escapará decepcionado. Por esta razón, Dulce cantó alguna vez:
El amor no sólo está en el hombre y la mujer,
hay mil cosas bellas que también puedes querer:
un jardín de rosas o el brillar de las estrellas es amor.
Sin proponérselo, estas dos cantantes nos han devuelto a la cuna de la filosofía clásica, mientras resuena en sus palabras el eco de la voz de Heráclito, quien nos habla a través de los versos de Dulce y Raffaella. La contemplación de la naturaleza se explica cuando, en "Ama", Dulce invita a amar lo que sea:hay mil cosas bellas que también puedes querer:
un jardín de rosas o el brillar de las estrellas es amor.
Ama lo que sea, una piedra o una flor.
Ama de los bosques y los valles su verdor.
Ama solamente la palabra del amor.
Pero ama.
Debemos estar atentos, abrir nuestro logos al logos de la naturaleza y del amor, los cuales se reflejan en nosotros, así como nosotros en ellos. Ellos nos ofrecen la sabiduría y el deleite, las leyes y la unidad con la totalidad, pero muy pocas veces nos hemos preguntado qué es lo que tenemos para ofrecerles a cambio de estos tesoros. Es por esta avaricia que la naturaleza ya no nos ofrece lo mismo y que la misma tierra parece haber quedado erosionada en cuanto a amor se refiere. Hemos explotado a la naturaleza, hemos matado a Dios y, aún insatisfechos, hemos yermado al amor. Será un verdadero milagro si volvemos al sur y, contemplándolo, nos sigue ofreciendo lo que alguna vez le ofreció a Carrà.Ama de los bosques y los valles su verdor.
Ama solamente la palabra del amor.
Pero ama.