En la poesía de Elsa Cross hay un deseo de despojamiento, un fluir de presencias, un diálogo con un otro absoluto. Se trata de una indagación en la que la voz poética no intenta ser encontrada sino hallar el mundo, fusionarse en él. Como seña de esta búsqueda interior, el lenguaje —en sus múltiples posibilidades, muchas veces expandiéndolas— difumina los límites: la realidad se nos muestra en sus diversos niveles.
Esta entrevista busca ser una especie de memoria. Las cinco preguntas, como una ventana, nos permiten vislumbrar las inquietudes que marcaron sus inicios como escritora y explorar los temas que han persistido a lo largo de su obra. A su vez son un acercamiento a la poesía misma, a esas múltiples capas de realidad que sólo mediante ella es posible invocar, hacer visibles. "Bacante", poema incluido al final, fue agregado a petición de Cross, puesto que ilustra la entrevista.
En algunas entrevistas ha mencionado que, al principio, pensó que escribiría narrativa, y que incluso dejó varias novelas y un libro de cuentos sin terminar. ¿Cómo fue, entonces, su primer acercamiento a la poesía? ¿Siente que fue a través del poema que empezó a encontrar su voz como escritora?
Fue muy difícil. Lo primero que escribí, como a los catorce años, fue poesía, pero siempre era complicado para mí, y eso me hacía sentir que no tenía talento. Sin embargo, los poemas era lo único que podía terminar y lo que me permitía ir más a fondo en lo que quería decir. Y también sentía que en uno o dos versos un poema podía decir lo que tomaba un gran rollo descriptivo decirlo en prosa. Tuve gradualmente una compenetración mayor con la poesía, además de que el impacto que dejaban en mí algunos poetas era mucho más profundo que el de mis narradores preferidos. Leía entonces muchísima narrativa; nunca volví a leer tanto.
Lo curioso es que he vuelto a escribir prosa. Estoy trabajando ahora en un libro que no sé muy bien qué será porque no es novela, ni cuento, ni sigue un hilo narrativo; pero tiene cierta consistencia y quiero ver en qué desemboca.
En julio de 1968, en el número 11 de Punto de partida, publicó el poema "Vocación de locura", su primera colaboración en la revista. ¿Qué significó para usted formar parte de este espacio en aquel momento? ¿Qué representó Punto de partida para su generación?
Me dio mucho gusto que apareciera ese poema en la revista, aunque yo llevaba ya como cinco años publicando en varias revistas y suplementos culturales. Tener una revista así en la UNAM era maravilloso. Había una tremenda efervescencia entre los y las jóvenes de aquella época, y que alguien nos hubiera tomado en cuenta, como Margo Glantz que creó la revista, era invaluable. En 1969 ella también publicó en Siglo XXI una antología llamada Narrativa joven de México, donde incluyó tres cuentos míos, junto a los de otros jóvenes que después fueron grandes narradores, como José Agustín y Juan Tovar, que luego derivó hacia la dramaturgia. Es un poco triste ver cómo casi todos los autores incluidos en ese libro se han ido ya.
A su generación le tocó de cerca el movimiento estudiantil del 68, así como el movimiento hippie y eventos icónicos de la contracultura mexicana, como el festival de Avándaro. ¿Cómo recuerda aquella época? ¿De qué manera estos movimientos marcaron a su generación? ¿Influyeron en su escritura de alguna forma?
El 68 no nos tocó de cerca, nos cayó encima y fue muy traumático porque hubo compañeros que fueron a la prisión o al exilio; a algunos les hicieron simulacros de fusilamiento, además de los muertos. Fue un tiempo de ruptura y de tremenda confusión para muchos. Yo no participé muy activamente porque, aunque era estudiante todavía, me había casado y tenía una bebita; pero sabía lo que estaba pasando y era espantoso. Por otro lado, los cursos se interrumpieron, había desconfianza de todo, a veces hasta de los propios amigos, y a partir de allí cambiaron muchas cosas. Una muy banal: las chavas empezamos a usar pantalones y muchos chavos e incluso maestros, por suerte, dejaron de ir de traje y corbata a la facultad.
Después de todo esto, en lo personal, me interesó muchísimo una búsqueda interior que estuvo muy presente en gran parte del movimiento hippie, en Inglaterra y Estados Unidos, sobre todo. Recuerdo más (aunque no fui a ninguno de los dos) el festival de Woodstock, en el estado de Nueva York, que el de Avándaro, pues me conectaba muy poco con el rock que se estaba haciendo en México en aquella época. Pero después hubo grupos muy buenos.
Creo que estos movimientos marcaron de manera muy distinta a cada quien. No me atrevería a hablar en nombre de mi generación, porque siempre fui bastante excéntrica; pero para mí fueron años de un tremendo aprendizaje, en todos sentidos. De aquí salieron mis primeros libros, pero después entré en una crisis que me impidió escribir durante mucho tiempo. Mi primer libro más formal apareció en 1972, y el siguiente, que se publicó en la UNAM, hasta 1981. A partir de allí, han salido uno tras otro.
En su poesía hay una búsqueda constante por la realidad, un vaivén entre lo visible y lo invisible, el sueño y la vigilia. Por ejemplo, en Bomarzo: "En todo había esa pequeña sombra,/ ese asterisco o araña/ clavando sus patas en lo real,/ lo que nos parecía lo real." O: "Tal vez el temor de descubrir/ pequeñas verdades ramplonas,/ previsibles,/ nos llevaba a inventar esos seres magníficos,/ sin rostro". A partir de esto, ¿qué sería la realidad? Es una pregunta difícil, pero ¿cree que la poesía puede acercarse a ella, o es más bien un medio para explorar sus múltiples facetas?
Múltiples facetas o múltiples niveles de realidad. Me encanta una noción de la filosofía de la India que hace corresponder varios niveles de realidad a varios "cuerpos" internos, por decirlo así, aptos para percibirlos y experimentarlos. De estos, la realidad concreta, cotidiana es sólo el primer nivel, un primer atisbo de lo que puede percibirse si uno se interna no en las galaxias sino en su propio interior. La meditación, que practico desde hace varias décadas, justamente me ha abierto muchas de estas puertas y eso se refleja inevitablemente en mis poemas.
La compilación de su Poesía Completa (1946-2012) comienza con el poema "Naxos", el cual aborda el mito de Teseo y Ariadna; la voz poética, perdida en el laberinto, se dirige a Teseo: "Me has dado la sed, el viento y la arena que se escapa entre mis dedos". Más adelante: "Y te aguardo callada, frente al desierto incesante, temblando como un desdibujado contorno de espejismos". ¿Qué le evocan estos versos a Elsa Cross actualmente? ¿Qué ha implicado esta búsqueda, ese perderse en el laberinto? ¿Qué hilos le han servido —o cuáles ha encontrado— para guiarse?
Acabo de mencionar uno de esos hilos, el más importante para mí, que ha sido la meditación, porque ha tenido un doble efecto de guía: en mi vida personal y en mi escritura. Me sacó hace muchos años, efectivamente, de un laberinto (o un agujero negro). Y a veces me deja visitar otros, casi con propósitos de creación. Esos versos, que escribí a los diecisiete o dieciocho años, me evocan un espacio que correspondería a alguno de esos varios niveles de realidad, el del subconsciente y los mitos, que siempre ha estado muy presente en mí.
No Ariadna, pero sí Dionisos ha sido una presencia constante en mi poesía, desde ese primer poema, de 1966, hasta algunos muy recientes. En este espíritu, escribí libros con títulos como Pasaje de fuego, Bacantes, El vino de las cosas (Ditirambos), series de poemas como "Baco", y otros en diversos libros. No ha sido la única obsesión en mi poesía, pero sí ha estado presente, durante muchas décadas, de una manera muy viva, no porque sea una referencia literaria, sino porque siento que corresponde a impulsos profundos del espíritu humano.
He cruzado dos veces tu puerta
endiosada de ti
y comí de tu carne
llevando guirnaldas de serpientes
y bebí de tu sangre
coronada de hiedra perenne
Y te miro reinando en lo alto
donde siempre te ocultas
y te miro en lo bajo
extranjero
donde no te conocen
quienes te adoran fieles
y llevan tus colores
sin saberlo
donde tú recompones
no un cuerpo despedazado
sino el alma escindida
de sí misma
y arrojas luz
sobre tu propia oscuridad
Allí te descubro
como fiera agazapada
en lo alto de un risco
como pura vibración
en lo alto de un grito
como flor inmaculada en medio del pantano
Y él me miraba y yo lo miraba