noche / No. 249
Descenso
Sigo soñando que las cosas se mueven:
el techo, las paredes, los focos
caen sobre nosotros mientras dormimos.
Lo veo todo desde arriba
y entro en pánico al darme cuenta
de que no escuchas cuando te grito
para que me despiertes de la muerte.
La tierra se abre y me hundo en un agujero.
Hay una mujer, como yo, que llora.
Hay cadáveres, como yo, que nunca se encuentran.
Hay un perro y hay un río. Sé que tengo que nadar para salvarme.
Me quito la ropa y con ella mi carne,
mi cuerpo, mi corazón,
para que los tengas siempre.
Me quedo con el cráneo desnudo y
el resto de mis huesos. Pienso que será suficiente,
que habrá alguna forma de regresar.
Busco tu espalda entre lo oscuro
para tocar lo poco de realidad que aún me queda.
Despierto llorando y me dices que no pasa nada,
no han sonado las alarmas, no ha amanecido.
Seguimos en nuestro cuarto de estudiantes,
nuestro búnker al que no llegan otras catástrofes,
otras tristezas, otros amores.
Pero ese también es un sueño.
Nunca pude volver para despedirme,
sólo tuve unos segundos para entender que
éste era el camino que me tocaba continuar,
un sendero en el que estoy yo conmigo
en el que a veces se escucha el reflejo
de mi voz a las dos de la mañana
que me dice
ponte los zapatos,
tenemos que salir,
rápido, no hay tiempo,
porque el mundo se está cayendo.