Algún día, el sueño
Magdalena Mondragón
Editorial Ariel
México, 1944
La historia de una familia viviendo en un basurero de la Ciudad de México en los años de la posrevolución nos transporta a un mundo de miseria, de pobreza extrema; ese mundo de “los hombres que están podridos antes de morirse y que sin embargo conservan la vida de milagro”. Espacios destinados a recibir desechos, aquello que para unas personas ya no es útil, y a lo que otras le dedican la vida entera, apenas sobreviviendo. Y entre todos esos lugares, uno en específico, “el basurero más pobre de la metrópoli, bautizado con el nombre de La Morena y enclavado en la colonia de Santa Julia” , cuya ubicación real hoy en día es imposible saber ya que, a partir de los años setenta y con la industrialización del sector, los basureros fueron removidos hacia el área periférica con la misión de alejarlos de la ciudad relegando a sus pobladores: “Los seres que han vivido entre la basura sienten que la basura, como la lepra, los aparta para siempre de todos”.
Yo, como pobre… de la autora lagunera Magdalena Mondragón Aguirre, publicada por primera vez en 1944, retrata un tópico que, por sus particularidades, posee una condición de invisibilidad, pero cuya presencia dentro de nuestra sociedad es innegable: la basura. La novela muestra la dura vida de los pepenadores y sus lazos con la corrupción de la industria de la basura, presente en cualquier rincón del mundo, un tema casi inexplorado por la narrativa de nuestro país, por ello, la propuesta de Mondragón con una escritura realista, cruda y con marcados tintes sociales resulta excepcional, más aún si recordamos que fue realizada y publicada durante la primera década del siglo XX.
En los basureros, además de la inmundicia y los animales carroñeros, viven los hombres, hombres que, como gusanos, brotan de lo más profundo de la esfera social para desempeñar las tarea que nadie quiere llevar a cabo y que, por lo mismo, desaparecen de la visión cotidiana, relegándolos a una condición de subalternidad: un espacio marginal donde montañas de desperdicio se alzan en el horizonte y cuyo aspecto brumoso, gracias a los vapores exudantes, le otorgan un paisaje desolador a todo aquel que tiene el valor de acercarse.
En este espacio se desarrolla una historia particular. Damián, su esposa Julia y sus hijos Augusto, Enriqueta y María pasan sus días tratando de sobrevivir en un ambiente insalubre y melancólico; separando papel, plástico y latas para venderlos a los recicladores; organizado los desperdicios de comida putrefacta para satisfacer las demandas de los restaurantes y fondas de los barrios pobres donde, por cinco centavos, son transformados en un menú completo para los afortunados que tienen la posibilidad de pagarlo; y rescatando, incluso, las pieles de los animales con las que se fabrican artículos de exquisita belleza: “con las pieles de los perros y de los gatos muertos, las mujeres bellas lucían en la mano los bolsos en que escondían desde la borla con la que empolvaban su nariz en un gesto de coquetería, hasta las cartas del novio, del amante, del marido”.
La historia de la familia de Damián es la de todas aquellas que habitan en los barrios marginales de la metrópoli, marcadas profundamente por la desesperanza y viviendo situaciones que los obligan a cuestionarse la humanidad que aún queda dentro de ellos. “¿Sabes, Damián? Pienso que hay un malentendido. Antes yo creía que los gatos representaban a Satanás, pero ahora yo creo que soy yo la que tengo metido el demonio en el cuerpo”.
Pero, escondida entre las montañas de basura de La Morena se haya otro desperdicio: la política mexicana. Signo de inmundicia y corrupción que ha penetrado en nuestro país como el aroma más putrefacto que pudiera existir y, al mismo tiempo, la desesperanzadora sensación de fracaso del movimiento revolucionario ante la corrupción política latente en México. Estos elementos, si bien podrían pasar desapercibidos ante la avasalladora imagen de la pobreza extrema, se encuentran presentes dentro del discurso representado y son, por encima de todo, lo que le da significación a lo dicho en el texto.
La novela hace una fuerte crítica social hacia el sistema político mexicano de los años posrevolucionarios, evidenciando la mezcla de corrupción y desesperanza hacia las promesas del movimiento revolucionario. A través de distintos recursos, Mondragón equipara los desechos humanos con la corrupción política imperante en la época y reconstruye en el personaje de Julia ese resquicio de esperanza que alumbrará la oscuridad del pueblo mexicano, donde por fin se materialice el progreso añorado y la sociedad pueda cumplir sus anhelos y sueños sin importar la clase social a la que pertenezca.
Yo, como pobre logró un reconocimiento momentáneo en nuestro país, mismo que le valió una traducción al inglés publicada por Dial Press de Nueva York en 1947 bajo el título Someday the Dream. Esta traducción fue merecedora del reconocimiento al “Libro del mes” por el Club del Libro Americano. Una tercera edición, en español, sería publicada en 1985 pero, después de ella, obra y autora permanecerían en el anonimato literario. Muchas de sus obras no fueron editadas después de su primera aparición y la figura literaria de Magdalena Mondragón quedó prácticamente en el olvido, permaneciendo en la memoria de algunos pocos únicamente por su profesión de periodista.
Hoy, a 80 años de la primera aparición de Yo, como pobre, valdría la pena preguntarse si una nueva lectura de este espacio de subalternidad, miseria y corrupción aún se muestra vigente en nuestra sociedad mexicana o si, como lo profetiza el título de la traducción al inglés, el día de alcanzar el sueño ha llegado por fin.
Mientras esa hora de redención llegara, era necesario, inevitable, sepultar los mejores sueños bajo los sepulcros formados con basura; pero sobre ésta seguirían levantándose los carteles de los murales pictóricos como proclamas de maravilla lanzadas perpetuamente en arenga rebelde al pueblo.
"Y el lodo de México, una vez más, se transformaría en lava. El fuego de los volcanes revolucionarios inundaría la tierra, purifi cándola... ¡México arde!"