Editorial / No. 220
Ya sea en la literatura, el cine, la pintura o en las pesadillas nocturnas, las bestias han acompañado a nuestra imaginación por un largo tiempo. ¿Habrá sido su origen el temor a las sombras amorfas y titilantes que proyectaba el fuego en las cuevas? Lo bestial es tenebroso, repulsivo, violento, malévolo. De ahí que algunos bestiarios medievales fueran manuales iluminados para prevenir a los viajeros de todo lo desconocido que el camino pudiera presentarles. Ya desde mucho antes, los animales funcionaban en relatos y representaciones visuales como figuras simbólicas o morales. Fueran fantásticos o reales, encarnaban metáforas de lo divino o de lo humano, de malos o buenos presagios.
Las bestias son, ante todo, aquello que tememos encontrar, la sombra más oscura de la noche. Están emparentadas con lo inexplicable y, por ende, con lo irracional. No es fortuito que como humanos demasiado humanos llamemos bestias a todo lo que, por una suerte de vanidad ontológica, negamos de nosotros mismos. A estos espectros que habitan los recovecos de nuestra humanidad e imaginación, a las BESTIAS que creamos o que podemos llegar a ser, está dedicado este número.
El dossier comienza con un desfile de las hazañas y desventuras de una fauna arquetípica en “Galletas de animalitos (un bestiario para el desayuno)” de Luis Fernando Rangel. “[no cream, no life]” de Arely Valdés es una historia de ciencia ficción sobre el insólito encuentro entre Ari y una animalesca y andrógina criatura. El cuento breve “Noche común”, de Natalia Bassoco, plasma la angustia y el terror de no volver, porque hoy, en nuestro país, las pesadillas son otras. Continúa la colaboración de Carlos Sánchez Ramírez, quien en sus “Dos poemas humanos” da un salto de la prehistoria al presente mostrando cómo nuestra relación con los animales no ha cambiado del todo. “Perro de azotea”, de Alan Valdez, es un poema nostálgico en el que el azul del cielo suscita reminiscencias intermitentes. Le sigue “Nonato y anónimo”, de Joselo G. Ramos, una historia postapocalíptica que ironiza el extremo en el que la humanidad pone toda su esperanza. “Protect me from what I want”, de Jessica Vásquez, es un poema breve en el que se atraviesan recuerdos confusos y violentos. En “Las bestias de la escritura”, Krishna Avendaño ensaya, a propósito de la obra de Herta Müller, sobre el silencio como efecto del terror y la escritura como resistencia en tiempos de tiranía. En los versos de “Bestias frente al espejo” de Jesús Sánchez Moreno y “Mutaciones” de Joana Medellín Herrero converge la búsqueda de la propia transformación con la imposibilidad de escapar de sí. Cerramos el dossier con un cuento de terror, “Satélites”, que generosamente nos comparte Lola Ancira de su libro El vals de los monstruos.
Carrusel comienza con una espeluznante minificción de Guillermo Vargas, “La cena”. “Agua fría”, escrita por Maximiliano Cid del Prado, es una semblanza entrañable sobre la estela mística que la poeta Minerva Margarita Villarreal dejó tras de sí. Para Entre Voces, Punto de partida entrevistó a Kevin Agustín, actual director de Pa’Ciencia la de México, quien nos habló sobre este colectivo de jóvenes enfocado en educación, política y gestión ambientales. Dos reseñas ocupan el espacio de Bajo Cubierta: la primera es de Maximiliano Aguilar sobre El amigo de Sigrid Nunez; la segunda, de Irma Torregrosa sobre la obra póstuma de Sergio Loo Operación al cuerpo enfermo.
En esta ocasión, el texto de la postal es una estampa de Alejandra R. Montelongo; la acompaña una ilustración de Anael Díaz. Como a él, agradecemos a cada uno de los artistas por sus interpretaciones gráficas de las bestias: Julieta Cano, Natanahel Lozada “Sr. Ajolote”, Polo Bengoa, Arydia Barajas, José Herrera, Flores Olga, Diana Aceves, César Glz y Chibi Axolotl, autora del cómic “Bestias verdaderas”. Agradecemos en particular la amabilidad de Maritza M. Buendía por acercarnos a algunas de las escritoras que forman parte de este número.
Queridos lectores, que disfruten esta edición de Punto de partida.
Aranzazú Blázquez Menes