Carrusel / No. 220
Agua fría

No es para menos, una vida dedicada al quehacer literario deja en su cauda destellos intensos: 13 libros de poesía, un riquísimo muestrario de autores antologados en una docena de libros y nueve galardones de alto prestigio, llámense Premio Nacional Alfonso Reyes, Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, Premio de Poesía del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, entre otros. Dicho sea de paso, el mérito del Aguascalientes —la condecoración más prestigiosa para poetas de nuestro país— asciende en este caso si se considera que de 51 galardones de 1968 a la fecha, diez han sido destinados a la literatura escrita por mujeres. Por éstos y otros motivos, su obra ha sido incluida y comentada en diferentes muestras poéticas, publicada en las más importantes revistas literarias mexicanas y analizada en tesis de grado.
Adornando con destellos, como estrellas, cada rama

Un día, estaba escuchando la cátedra del maestro de psicología social allá; era la clase que más me gustaba; estábamos en un salón de clases de un viejo edificio de la calle Shoshanath, en Haifa, y yo estaba concentrada poniendo atención al maestro, cuando de pronto vi a través de la ventana que estaba a mi izquierda un gran árbol, era un árbol inmenso y sentí que me hablaba. El tiempo se detuvo. Oí que una voz me mandaba hacia la poesía. Fue algo muy fuerte. Puedo asegurar, a expensas de que piensen de mí que estoy loca, lo cual me tiene sin absoluto cuidado, que un ángel me llamó desde ese árbol y que el tiempo se paralizó y yo entré a obedecer el dictado. No he hecho otra cosa desde entonces. Es mi gran entrega.1
Testimonio de lo eterno o el llamado a lo poético, el relato de Minerva Margarita Villarreal recuerda al pensamiento de Emanuel Swedenborg, científico, teólogo, filósofo y místico. El autor de De caelo et ejus mirabilibus et de inferno, ex auditis et visis sirvió de inspiración a Goethe, Balzac, Wagner, Baudelaire, Valéry y Jung, por mencionar algunos. Jorge Luis Borges, al referirse al místico sueco en su "Otro poema de los dones", señala que "conversaba con los ángeles en las calles de Londres". En esa tónica, es preciso traer a cuento al poeta, pintor y grabador inglés William Blake, quien tuvo visiones místicas desde la infancia, hecho que atravesaría toda su obra. El pasaje más famoso de este artista total data de cuando a los nueve años vio un árbol lleno de ángeles: "a tree filled with angels, bright angelic wings bespangling every bough like stars".
Todo es otra cosa

Del erotismo o los sentidos imaginarios
El acto poético desautomatiza el transcurrir ontológico de la realidad; abstrae lo cotidiano, consagra el presente: "Aprehensión del instante, de lo fugitivo". La poesía y la mística comparten un tiempo mitológico: en ambos casos, el tiempo se afirma como sucesión y se niega como eternidad. El instante se consagra en el encuentro con lo Sagrado. La unión del alma humana con lo Divino durante la existencia es indescriptible, el cuerpo no basta, los sentidos se agostan en el éxtasis. No existe equivalencia alguna para lo inefable. No hay descripción, acaso traducción, de la experiencia: "un no sé qué que quedan balbuciendo".
La poesía de San Juan de la Cruz: "¡Oh, llama de amor viva,/ que tiernamente hieres/ de mi alma en el más profundo centro!" da testimonio del diálogo permanente entre el erotismo y la mística. La presencia de la ausencia del amado provoca que el alma anhele entrar en una íntima comunicación amorosa. Tanto en el rapto místico, expresado líricamente a través de la poesía como en el rapto sexual se comparte una experiencia común de entrega a la otra persona: "¡Oh noche que juntaste/ amado con amada,/ amada en el amado transformada!". Bástenos un ejemplo de la autora:

Entro en ti
en tus aguas inmensas
que brotan
en sueños
al mismo sol y al viento
sólo tú y yo
la pared
cayendo
batiéndonos
bebiendo
este frágil e inexorable
nudo de huesos
El misticismo de Minerva Margarita Villarreal en La condición del cielo, por ejemplo, es ausencia y erotismo. El poema es la escala, semejante a la de Jacob, por la que los ángeles ascendían y descendían de la tierra al cielo, y comunión por medio de la cual el lector puede participar de la experiencia sagrada a través de la palabra. La poesía es el ritual. Si es el oyente-lector el verdadero depositario de la obra literaria, que al leerla la recrea, entra en diálogo con ella y le otorga al final su significación; en este caso, autora y oyente-lector entran en nupcias como el novio y la novia del Cantar de los cantares en un rito religioso, imaginativo y sensual:
Del camino que asciendo
del crepúsculo en fuego
niñas de nube
y perlas
vientos
ráfagas
vallas
ardiendo:
He de cruzar
hasta encontrarte
Lo que se hereda no se hurta
Es altamente estimable en Minerva Margarita Villarreal su trabajo académico como profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León desde 1981 hasta su deceso; burocrático, como directora de la Capilla Alfonsina de la UANL, y editorial, como directora de El oro de los tigres, cuidada colección de poesía internacional traducida al español, aparecida por primera vez en 2009 como homenaje a Alfonso Reyes; sin embargo, la catedral literaria que construyó no tiene parangón.
Resulta interesante cuando Octavio Paz sugiere en Los signos en rotación la "pérdida de la imagen del mundo" para los próximos poetas, anunciando que la poética de nuestro tiempo será fragmentada y múltiple, ya que el poeta adapta o imita el fondo común de su época. La dispersión poética como resultado de la pérdida de la imagen del mundo que sugiere Paz es un fenómeno visible en la obra de Minerva Margarita Villarreal. En su poemario Pérdida podemos ser testigos de una fragmentariedad en la voz poética: colocación del yo lírico en diferentes personas; polifonía de voces donde convergen dicotomías e imágenes de búsqueda, dispersión y reconstrucción: niñez-madurez, individuo-familia. Pareciera que el epígrafe de William Carlos Williams que corona el texto: "Un mundo perdido es un mundo/ que nos llama a lugares inéditos" anuncia la dinámica del poema: la pérdida y el encuentro.

Durante veinte años he tenido una soga
donde prefiero colgarme todas las noches
a estar entre tus brazos
enteramente tuya
enteramente muerta
La mujer que teje y desteje sus penas es abolida por la mujer constructora de su propia historia: la tejedora de su propio destino. Metáfora y realidad, en la obra de Minerva Margarita Villarreal el tejido poético está confeccionado como una trama de relaciones intertextuales muy claras. Sus poemas establecen un diálogo de manera complementaria y comunicante con la tradición. Dichos elementos se entrelazan y toman sentido en este universo poético autosuficiente que representa su obra: imagen y versión de sí misma, visión de mundo.
1Denise Márquez, "El mandato de la poesía", en La Quincena, núm. 120, octubre 2013.
2 Compendio de escritos alquímicos que datan del siglo XV.