"Instructivo uno. Loterías"
1
La palabra es italiana: lotta. Confrontación entre el jugador y la suerte. Lucha. También puede que derive del alemán lot; o de loterus, que viene del latín.
Con frotar la lengua, la palabra: un trabalenguas. Enredarse en el silencio, con suerte aprender a hablar. Con suerte empezar el juego del habla. Buena suerte es lo que se espera cuando se nombra, cuando se mira de frente el azar.
Lotería, palabra de estrecha relación con el vocablo loto, un juego estrictamente público que se desarrolla mediante billetes y sorteos o como una actividad de mesa en la que se manejan cartones y barajas.
2
Es el azar lo que te lleva. Ordenas, desordenas el cauce de las horas.
Deseamos llenar con dignidad los ocios. Sorteo: abres la puerta y recibes la mano amable de quien escribe. La palabra extendida que toca tus dolores, la palabra de quien sabe decir dónde le duele.
En sentido estricto puede ser que uno, simplemente, obedezca una orden dictada desde hace mucho. El tiempo y el lugar confluyen en la decisión que creemos tomar, pero, tristemente, es la decisión quien ya nos ha tomado.
3
Seguir las pautas de un orden delineado desde antes.
Una lotería: el juego en la mesa. Un argentino llamado Borges comanda el juego “La lotería en Babilonia”. Llenar con dignidad los ocios: el verdadero origen y peso de la incertidumbre: nombrar las certezas y dejar que nos desmoronen. Cartas en la mesa, documentos consumidos por el fuego.
La lumbre siempre ilumina la esperanza. Porque en el fondo todos aguardamos el incendio. Los vientos del destino mejoran. Apacigua su ira el destino. La frescura nos favorece. No es posible atesorar el calor de las verdades.
4
Nada sabemos del azar,
porque de la fortuna
sólo podemos asir el polen
que dejan las alas
de los dados cuando giran.
Algo cambia, es cierto.
Algo indescifrable a nuestro entendimiento.
5
Lotería, qué del juego no entiendo.
Spider de madrugada.
Ordenar tarjetas.
Que no entiendo.
Que los padres juegan.
Que la espada de los sinceros.
Qué sabía de un juego que abusa de la espera.
Que pierdes
porque no debes entregar la suerte
a las seis caras de los dados.
Que seis caras, doce posibilidades.
Que multiplicas la suerte buena.
Que la lotería de Babilonia
ha sabido ajustar
todas las direcciones de la moral.
Que lo sagrado de la suerte en un sorteo.
Rifa.
6
La lotería, esta lotería, la que llegó a mi boca por boca del argentino, al principio sólo se dirigía a la esperanza, hasta que se ensayó la intervención de suertes adversas.
Se alejó la contaminación monetaria de los asuntos del azar, pues la fortuna no sólo se adquiere mediante dinero. Nadie compra su suerte. En manos del azar, la justicia es limpia: en días buenos, la recompensa. La mala suerte traducida a castigos o días de cárcel.
Se dedujo, con ayuda de la lógica y de la simetría, que “la posesión de monedas no siempre determina la felicidad”. La lotería, entonces, se volvió secreta, gratuita, general. Un sorteo. Jugar con el destino siniestro, sagrado, sonriente.
Todos pueden participar en los sorteos.
Los sorteos son sagrados.
7
Otra escena. Otra lotería. 27 de junio, año incierto, mañana soleada y clara.
Un pueblo de casi 300 personas se congrega. Los niños reúnen piedras en un sitio. Los hombres llegan y hablan de la cosecha, del clima. Las mujeres arreglan sus suéteres.
Los hombres, cabezas de familia, pasan a recoger las boletas que corresponden a los suyos. Se abren las papeletas.
La familia Hutchinson es la elegida. Cada integrante desfila al centro nuevamente: los dos hijos, la hija, el padre, Tessie.
Hay una hija más, casada, y le corresponde jugar con la familia del marido. La señora Hutchinson tiene la boleta marcada.
Todos se alistan, los niños van hacia los montones de roca, algunas mujeres no aguantan el peso. La primera piedra, otra es lanzada.
Las mujeres no juegan.
8
La lotería interviene en el orden del mundo.
La lotería, jugar con el azar.
Ruletas que giran y nos acechan.
Cobrar la suerte.
El tiempo simple aburre.
Llenar con dignidad los ocios.
Derecho a la pereza,
pero es mejor el juego.
9
“Aceptar un error es corroborar la suerte”, se aprendió desde los tiempos de Babilonia. En el relato de Shirley Jackson, Tessie llegó tarde, disimuló su retraso, quiso justificar su falta, su miedo: contradijo la honestidad del azar.
Nadie debe evadir su suerte, buena o mala, porque se trata de un dictamen hecho con anticipación. La suerte está en correcta consonancia con el destino.
Un día malo para un hombre del sur significa muchos días buenos para los hombres del norte.
Ella, Tessie, fue elegida, en simetría, desde tiempo atrás.
10
Y yo en qué momento elegí los cartones de mi suerte. Jugar de noche con las cartas, los colores. Juegan conmigo: me arman un castillo, me encierran.
Si me porto bien, me irá bien. Si llueve, me irá bien. Si doy con esta piedra al tronco de ese árbol, me irá bien. Quiero que me vaya bien. Cierro los ojos y apunto, me acerco, me acerco, le doy. Bingo.
Miento, con mis amarillos dientes miento. Y gano. El juego es mío, yo sobre la mesa, las tarjetas. Afilo mis labios para ser honesta.
Pero hay un torrente de rocas con las que debo llenar mis ocios.
11
Para jugar no hay que hacer conjeturas. Acatar las sentencias, entregar la vida al terror, también a la esperanza.
La lotería soporta el duro papel de dar color al caos, establece el orden que nos sostiene entre los dedos de la vacilación. Un titubeo y caemos hechos polvo.
En “La lotería” de Jackson, el sorteo anual dotaba de orden a un pueblo, le aseguraba un lugar dentro de una realidad restaurada. Cada miembro participa, es la cuota que se paga por el bienestar común. Se juega la suerte en conjunto, en comunidad.
Algo se gana siempre que se pierde. Tessie perdió, pero la comunidad ganó.
El juego nos reclama completos.
Hay que entregarle sin avaricia nuestra esperanza
y todas las gotas de nuestro terror.