Excusas para llegar tarde
Mi alarma no despertó a Dios
y Dios se levantó con el pie izquierdo… y dijo: “Hágase el colapso”, y hubo colapso
Esa mañana (no hay olvido para las tragedias, Homero)
hubo una trompeta en lugar de gallos.
Hasta el sol sintió desprecio por ese día:
Las almohadas tuvieron pesadillas (Imagínate, Freud resucitó y quemó sus libros)
y las camas tenían epitafios en la cabecera.
Despertamos en el borde de los rascacielos
(Algunos cayeron para buscar su pantufla)
Los pantalones anhelaron ser bufandas
y para hablar, abrir la cremallera
(Lo peor: era lunes.
Los calendarios se suicidaron en domingo)
En mi ducha el agua tenía miedo de mojar.
Me vestía con un cuerpo que me desvestía
y la desnudez recordó el Paraíso
Las escaleras me bajaban hacia arriba.
El refrigerador devoró mi desayuno.
Y con un golpe, el cojo fue mi hermano:
Mi dedo pequeño golpeó con un arrecife.
(Si las casas ya eran implosión, espera la ciudad…)
Llegar a la esquina como un maratón
porque el asfalto era de caminadora
Mi perro desenterraba huesos en mi cuerpo.
Había tortugas de doble remolque.
Un tráfico de asteroides con motores averiados.
La autopista de escasos milímetros
asfixiada en algún cuello de botella
(Próxima estación: Indios Verdes.
Hora pico de pájaro carpintero)
El metro se colocaba canicas de repuesto.
Los vagones tenían problemas estomacales (Diarrea de humanos en cada estación)
En las frentes servían tarros de sudor
y por su instinto de lombriz el metro terminó siendo mariposa.
Sobrevivencia del Apocalipsis cotidiano
y en el final de los finales
el Capitalismo con el reloj en mano:
Tardanza de sólo un minuto
Todos fueron despedidos.