No. 143 / EL RESEÑARIO

 
Mar amaranto: una bitácora en alta mar
 



Iván Cruz

 

 

 
Balam Rodrigo
Poemas de mar amaranto
Coneculta Chiapas, México.

resenamaramaranto.jpgPoemas de mar amaranto, en sus múltiples visiones temáticas sobre el mar, se presenta como un itinerario original, de mapa inédito de uno de los referentes literarios más comunes desde la antigüedad. En efecto, el segundo poemario publicado de Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, 1974) sabe a viejo, a antiguo, y esta característica quizá sea una de las más brillantes de este libro. El sabor a viejo se lo da, desde luego, el tema del mar, así como el lenguaje grandilocuente, grave, que resulta verosímil porque reina consecuentemente durante toda la obra, pero sobre todo por sus búsquedas que han sido las mismas búsquedas desde el poema babilonio Gilgamesh hasta nuestros días. El mar es pues el vehículo de estas obsesiones literarias antiquísimas, el mar puede ser un nicho para el amor o un campo de batalla o un escenario de la derrota, pero siempre en la búsqueda de perpetuar y transformar un momento efímero en "una  infinidad de instantes deliciosos" como mencionaba Paul Valéry. El mar en ocasiones deja de ser aquel cuerpo líquido que conocemos para transformarse en símbolo del desamparo, como por ejemplo en el poema 3 del primer cuadernillo.

Mujer,
nadie nos nombra en el descanso de la
                                                     muerte,
nadie nos vuelve a tocar el pubis con los
                                                      labios,
Pasamos la vida buscando nuestro cuerpo
                                                     sin sitio,
nuestra luna sin sombra,
nuestro mar.

Y somos larva sin origen ni futuro,
eco roto

La derrota humana es planteada aquí como la búsqueda sin fortuna del origen, la búsqueda infructuosa de asirnos a un principio quizá inexistente, que nos transporte a un final más llevadero, aquí el mar es ese abismo del origen inabarcable e inexistente. En ese sentido es inevitable de pronto sentir un ambiente semejante a aquel que sintió un pueblo feacio cuando Odiseo les relataba sus desgracias y sus hallazgos en el mar.

Arrebató las naves una tempestad y las llevó al ponto;
ellos lloraban, al verse lejos de la patria; yo, recordando,
medité en mi irreprochable espíritu si debía tirarme del bajel
y morir en el ponto, o sufrirlo todo en silencio
y permanecer entre los vivos.

[Odisea, Canto décimo]1


Como aquel pueblo feacio que escuchaba atento al rey de Ítaca, así nos vemos atentos frente a este libro que en sus nueve partes logra extender los alcances del mar como una gran metáfora de las pasiones humanas. Balam crea una unidad no sólo temática, sino también sonora, su poesía en verdad crea un sonido propio, no un sonido del mar, sino un sonido propio y poderoso; es inevitable sentir en varios poemas una especie de revelación, de verdad; así en el poema 4 del segundo cuadernillo leemos: “Una gota de mar / es un embrión de tempestades.”

Las distintas interpretaciones que le podemos dar a este dístico trascienden las
palabras mismas del poeta, y se vuelve así un momento de descubrimiento que ya es sólo del lector, como dice Valéry: “Es al lector al que pertenece y a quien está destinada la inspiración, lo mismo que pertenece al poeta el hacer pensar en ella.” De esta forma podemos develar en los poemas de Balam la voz de un poeta seguro de sus búsquedas. Esto se reafirma cuando el poeta se pregunta: “¿Por qué tormentas o prodigios / escribe océanos y mares el poeta?” En los versos siguientes el poeta intenta responderse, pero queda claro que lo esencial de este poema es la pregunta, la duda.

Otro punto esencial en lo certero de este poemario recae en los cambios de forma de los poemas, que de pronto son puramente metafóricos, en otros momentos ricos en imágenes, o proféticos, con un lenguaje más directo —estos últimos se mueven a lo largo del libro y se reconocen por su tono y por su tipografía en cursivas. Así el poemario no da tregua al lector que siempre estará encontrando y reencontrando el universo marítimo en distintas formas poéticas. Uno de los poemas que sintetiza estas formas es el siguiente:

LA TEMPESTAD Y LA CÓLERA

Una serpiente marina
halla una escama de silencio
entre naufragios.

Un hacha de gaviotas
parte el cielo
y sus temblores.

Un jilguero de mar
canta con música de oboe
sus notas de sargazo.

Y en la boca de los náufragos,
en su lengua que muere retorcida,
la espuma advierte panes de odio:

La tempestad, y la cólera.

En este poema se desentrañan además de las formas distintas del libro, dos presencias constantes en todo el poemario: la nostalgia y el naufragio. Descubrimos pues en éste y en otros poemas que el hombre es ese personaje melancólico que carga con sus derrotas, con sus naufragios, y que va recorriendo este itinerario poético, donde el mar es la proyección de sus búsquedas, sus hallazgos y pérdidas. Al final podremos ver que el mar es otro asidero del fracaso:

Insomnívora la mar, amarga,
miente,
nos da de beber de su abundancia,
de su infinito licor azul cobalto,
de sus hieles,
pero ninguna sed puede apagarse
con sus aguas,
tan sólo aquella,
—la jamás nunca morida
                                     sed de muerte.

Con Poemas de mar amaranto Balam Rodrigo nos ha mostrado cómo se puede revisitar un tema cientos de veces utilizado en la poesía y crear un universo inédito; a la vez, el poeta chiapaneco reafirma un camino, un estilo que sus contemporáneos seguimos con atención.

1Traducción de Luis Segalá y Estalella, edición de Pedro Henríquez Ureña, Losada, Buenos Aires,1998.