La carne está servida
Tengo un ojo
que en nombre de la belleza
DESEA
no todo será posible,
apenas uno, Ojo
¿Imaginas cómo ponerme a salvo del deseo?
tal vez,
si lo llamo por su verdadero nombre
lo espanto
brisa
que muerde
mi cuerpo quieto
una espina
creciendo
más rápido que la flor
el deseo extravía
este cuerpo sordo
voracidad de rejas
la gota de sudor
desciende por mi espina
dorsal
como la savia
recorre el tronco del árbol
(escampa, Deseo)
abre el diálogo
entre el cuerpo
y la consciencia
nos vamos a comer
la carne está servida
La muerte de la Mujer
Injerta en su almohada de canas.
Ahogada en su propio grito de angustia.
Los ojos secos.
El mundo está ahí mismo.
La isla, bocado de mar
Ahora
que el mar promete parir
sus pesadillas de acero
El mito de la daga
escondida por milenios
en su garganta
Su vientre preñado de inminencias
El temblor,
Un susurro
gestando minuciosamente el trueno
Ahora
que el ocaso no es una quimera
sino una luz
que el mar intentará tragarse
Un relámpago
para desdibujar el nervio de la tierra
Los árboles danzan
el peligro, apenas una melodía
Acercarse
con esta lengua de tierra
Ahora
que el mar
AMENAZA
Campo minado
Andar entre las brechas de la explosión
cuidar cada paso, cada palabra
cada movimiento
De puntillas,
sobrevivir al presentimiento
la amenaza estremecedora
No detener la marcha
Raíces en cada brecha
el impulso del temor
ensayando la retirada
Desplomarse
sobre las bocas del estallido
Como un puñado de pétalos
Erzsébet Báthory
Reino, majestuosa,
En el universo de mi helada soledad
Generaciones de gritos indolentes
Lo pueblan
Danzas de cirios se arriman hacia mí
Adolorida,
Iluminan mi voz,
La mirada callada del ocaso.
Suaves sus gargantas
Se desangran por la herida sublime
En soberbia adoración
Hacia mí
Asustada, tiemblo
Accedo al orgasmo del temor
Me reservo a los espasmos del delirio
Lánguida devoción se postra
Exangüe
De sus cuellos reverentes
Hacia la fortaleza de mi inclemencia
Cae. Se quiebra.
Dilatados labios desfallecen
Se despeñan
Hacia el canto susurrado de la muerte
Suite de inesperados asombros
Moradora ilustre de húmedas cabelleras
¡Novia ancestral de la impecable lozanía de mártir!
Virgen encubierta
bajo el vestido de espuma del rocío
Puedo ser el otoño, el verano
La primavera…
Pero soy el invierno.
el bufón de la tragedia
en el velorio de Ricardo Billini,
la Cucaracha Aplastada
II
el color intenso del café hirviendo entre las manos juntas sudorosas trémulas resbaladizas esferas milenarias consumiéndose en los contornos insuficientes del pozo el reflejo de la luz amarilla tímida rezagada danzando como un puntito sobre la superficie negra y profunda del café un puntito amarillo danzando sobre la superficie levemente negra y elevada de los cristales de las gafas (único velo sobre su rostro para reflejar el duelo): tras ellos el gris de una lluvia indeseada pare un puntito blanco fijo sobre la superficie cristalizada y líquida de las pupilas un puntito iluminado cayendo entre la gota que acarrea la lágrima sobre la mejilla un puntito evaporado por la inercia del dolor condenado a caer y desvanecerse
|