EL RESEÑARIO/No. 179 |
Dársena, de Arcadio Leos |
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Arcadio Leos
Dársena Conarte, México, 2013 |
[…] todos los días son viaje y su casa misma es viaje.
Basho Libro de coordenadas y colocaciones, Dársena de Arcadio Leos es, sobre todo, un libro de horas, diario de viaje donde el hablante asiste al gran espectáculo del mundo. Podría decirse la libreta de notas de un arqueólogo de lo residual y del instante. Todo desde un sosegado estado de alerta, de quien mira, como el paseante de Rosseau, e indaga en las cosas de mayor profundidad desde rastros y restos que hay en el camino. Quien viaja sabe que lo experimentado es fragmentario, que el recuerdo que vuelve es más una ficción entreverada a la realidad que el concreto aparentemente real de un monumento. Dársena por ello es también una lectura de los sitios y las experiencias vividas que se abre a lo desconocido, que no acepta ataduras. Por su propia fuerza natural, el tránsito, el eterno espacio de quien viaja, de quien en la travesía aprende y desaprende, abre siempre lugar al destello. Y es esa ráfaga de visiones que el poeta atrapa cual cazador de relámpagos: un momento, un instante, al más puro estilo de un guerrero japonés que en movimientos exactos y breves acierta en la frente del enemigo. Mucho le debe este libro a la más pura tradición del haikai, enarbolando el árbol genealógico Matsuo Basho con esa “conciencia de la fragilidad y precariedad de la existencia, conciencia de aquel que se sabe suspendido entre un abismo y otro”, como dijera Octavio Paz. Sin embargo, la mirada de Leos está movida del espectro de la Naturaleza, su mirada está poblada por la urbe, por las ciudades y su vértigo. Así pasa por Huesca, Zaragoza, Madrid y Barcelona, recorre Tijuana, Rosarito, San Diego, le canta a la Sagrada Familia: “tus patos huelen a podredumbre / tu lago a lama empantanada / se pudren / se mierdan sobrecogidos / mientras observan la belleza de ese lirio / mientras miles ramas muertas”, nos dice el autor. Dársena es también por momentos una evocación de los corridos pero en una versión de posmodernidad líquida, como en el siguiente poema, “manifiesto esto preso sexo en la frontera en la carretera en la base de la onda longitudinal / borders trolleys order little creatures borders borders orders inside / él y tú y todos locos vamos recontentos reculeros recurrentes recolectar / la vida tranza traza no traza alguna línea mierda / es sólo contexto contengo contento contigo mismo contención/ la regla desespera pero da tranquilidad / mantengo recto este expreso honesto para el que quiera rocanrolear / comba a la deriva la herida dirimida con exceso de fuerza policial / y quien contiene la cordura preguntaba buda una noche prenupcial/ nada es sólo rama barca tantra nada es sólo azar / aire en los pulmones trotes armonía ruego algo por respirar / damas / caballeros / vuestras señorías/ nada de esto es alegría / nada de esto hará llorar”. Es también una voz que va de lo coloquial y lo brutal a imágenes cristalinas y de contundentes trazos como el paisaje nórdico, de belleza opaca y solar, donde lo sublime se ve atravesado por un animal herido o muerto en un coto de caza de ciervos. Así, en “noticias de Juárez”, el autor nos lanza, “flores mecían ese día / sus rostros inexpresivos con otras hierbas / dorándose en el semidesierto veraniego/ bajo un árbol en segundo plano/ los forenses”. El autor observa la ciudad como una piel primera desde la cual se vive contemporáneamente, se enfrasca en sus laberintos en francas travesías que lo llevan desde la decadencia de los bares y el submundo del alcohol hasta la exaltación de lo nimio. Instantes y momentos de observación donde el enclave es la urbe y el protagonista es el hombre desnudo ante ella. La sección más amplia es la dedicada a Monterrey, ciudad natal del autor, brevedad certera en poemas como ampolleta, “destila mi sangre destila / la luz destila la libra de luz finísima de la luz destila”. La sección dedicada a Nueva York es una apuesta de quien mira por la cámara, por la ventana, por un ángulo reservado para la melancolía, cito: “cerveza en el suelo como pétalos de una flor / envases de cerveza como pétalos perdidos / alguien observa en las botellas / alguien piensa cómo describir esa flor:”, para continuar en el siguiente poema con “la flor del árbol / plena hace tres días / se vuelve polvo”. Por último la sección de “Underground” cierra el planteamiento conceptual de todo el libro, trazo y decisión, significados y humor de una suerte de caminante en vagabundeo que pone la mirada en la cima de una roca bañada por la luna, aunque esta roca esté en medio del tráfico, de los vendedores ambulantes, de las trokas y del mundo cosmopolita de las ciudades de hoy.
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