Éramos como las almejas
y ahora ya qué somos
somos polvo incrustado
en el metal
clorofila dentro de una lata insaciable
éramos almejas
y ahora somos el flechazo
desprendido de una bala
el ritmo del fuego
cuando se extingue
somos el huevo
que cocinamos por primera vez
para matar el hambre
éramos la incertidumbre de no tener
pero ahora somos la leche que bebemos
que ya de grande
nos sigue consolando
somos mineral y rocas
sal y aliño
somos esa explosión desatada
que no se siente pero que aturde
somos agua y sólo agua
así nada más
transparente y neutral
éramos almejas
y queríamos ser tantas cosas
que nos subrayara el olvido
tantas cosas que nos demarcara la piel
del horizonte que desaparece
éramos como las almejas
y ahora qué somos
ahora somos puerta, ventana y sol
somos el escalofrío
el filo que parte la noche
con un grito que nos despierta
somos el infinito que se extiende
enfrente de nosotros
éramos la caída por el precipicio que nunca vimos
éramos como las almejas
y ahora ya qué somos. De Plomos
Mi humilde claraboya
Miro para arriba
en vez de cielo
contemplo el techo
otros tendrán plafones
otros techos de zinc
pero no me importa
porque en el que yo veo
se rompe y se abre un boquete
en donde adivino la suerte
Por ahí se cuela
como gotas llenas de venganza
la incertidumbre
Por ahí me invaden
como legionarios insaciables
los temblores
Por las costillas me clavan el filo
abriendo otro boquete
para que no vea que
gravitamos entre moléculas
de mugre y chorros de cloro
con aromas a limón
En las tinieblas
sueltan a los fantasmas
asustando sólo a los bailarines moribundos
que habitan dentro de la piel
Quien me induce a la vuelta
confiesa en otros recintos
que debajo del cemento
en el cual restrello mi frente
hay tierra
calor
piedra
río
y el magma infinito
mutilador de semblantes incendiarios
Pero no es por ahí por donde miro
miro para arriba
por una claraboya rota
miro más para arriba
y hay constelaciones
lunas
nubes
una sensación de algo conocido
que me editaron
cuando cambié la pared pintada de rosa
por los tenedores y tridentes esdrújulos
irrimables
para encaramarme
para puyar hasta la muerte
la manía de nombrar
para entrar indeleble
de frente y de espalda
entrar con la luz por otra claraboya
que fabricaría en la dirritmia
Pero son rayos de sol los moretones
son injertos
redondas fichas
los tokens que perdí antes de llegar
a los respectivos peajes
Mendigué
Rogué
Supliqué
Encerraban a todos en el calabozo
en la nevera fría
sólo por pedir
Se soltaron las cadenas
y corríamos
Corrí como esclavo endemoniado
que en vez de moretones
el carimbo candente
se le asoma por la piel
escena de pesadilla
me representa la tormenta
me representa el tormento del saqueo
Consuela llegar a la mañana
ver el cielo y su cicatriz en el techo
Consuela asomar la cabeza de nuevo
por la humilde claraboya
que aunque te ata
te deja escapar De Revienta
El mar se come la ciudad
Altas como dos espadas de fuego
se alzan las torres
parecidas a colmillos afilados
mastican
desgarran y degustan
tragan cuanto hay en la arena
cuanto hay en el cemento
tragan solares
árboles
tragan senderos de piedra
que de noche a oscuras
son nidos severos del tacto
resguardos secretos
caminos-casas donde viven
las vacas muertas
como sarcófagos
cofres de luz en el tracto digestivo del padecer
nubarrones llenos de ansiedad
salitre parecido a la baba
El mar entra sin piedad
con sus molares y lenguas de espuma
con colmillos altos
como dos torres de fuego
espada silente
el mar zozobra en sí mismo
no fue su grito quien nombró la venganza
fue la afasia ancestral
recurrente
El mar se come la ciudad
no la conjuró su ir y venir emplegostado
se nombró su sigla en la costa
y donde dijo isla quiso decir derrumbe
humanidad con cicatriz de lobo
guaraguao hambriento vislumbrando
desde su vuelo el banquete
Entró el mar y masticó
hoteles
edificios de apartamentos
grúas
restaurantes
menús
tiendas
se llevó calles
uniformes
rifles
chicles
batidas
viandas
desapareció hologramas de identidad sulfúrica
entrados en brote
El mar se come la ciudad
que olvida su nombre
y en donde una vez hubo una tarima
con luces
ahora hay viento
tragándose con su sal
trompetas
saxofones
baterías
guitarras
güiros
maracas
bailadores y cantantes
ahora hay viento
con trazas de rampas y de bleachers
con sueños lanzados desde un trampolín abandonado
vientos con rastros de microbios matados
por un detergente que higieniza
la puntería del odio
trazas de un espejismo símbolo
del rocío mineral
ríe la ferocidad y se esconde
se camufla de azul
el agua entra conquistando
su espacio de siempre
El mar se come la ciudad
entra con olas pero sin cataclismos
desobedece la furia
El mar se come la ciudad
se la traga casi a escondidas
como un preludio de otra existencia omnívora
retrato de un mundo pasado casi submarino
casi carnívoro De Revienta
José Miguel Curet. Poeta y profesor. Publicó de forma independiente el poemario De visita, simples rutinas (Alamala, 2002). Además, ha publicado en revistas de Estados Unidos, Canadá y Puerto Rico. Revienta (Atarraya Cartonera, 2011) es su segundo libro de poemas. Vive actualmente en San Juan y ha residido en Nueva York, París, Madrid y Salamanca.