El niño aún no sabe leer
la maestra le pone una mano en el hombro
no entiende
corre por las calles
huye de los monstruos de las palabras
oye cuchichear a mamá y papá
las palabras le silban en los oídos
y no entiende
angustiado patea la pelota
rompe la ventana
y no sabe leer
las palabras lo persiguen
y él gasta sus zapatos
en una carrera infinita
y no sabe leer
las palabras le arden en los ojos
y no entiende
sólo quiere respirar
y correr lejos
la maestra no lo ve
mamá y papá callan
sentado de cara a la pared
escribe su nombre con sangre
Mañana tal vez
Nadie lo vio.
En el recreo le pegaron en el pelo goma de mascar
y la vergüenza bajó con él las escaleras
cuando salió a frotarse en la cerca del patio
absorto en el estrépito del tránsito.
Sólo Dios sabe cuánto quiso
ser bueno con todos.
Y los sábados viajaba con papá al aeropuerto
a ver los aviones estacionados en la pista.
Estaba tan cerca
pero prisionero de los cuchicheos.
Lo usaban de juguete y reían cuando se rompía
y gustaban de segarlo hasta que la noche cubría
los ojos enrojecidos.
Y a veces paseaba con papá por Dizenghoff
y comía helados
con cerezas y crema.
Mañana tal vez me llamen.
Entretanto es posible
andar en bicicleta a lo largo del río
y luego bañarse con papá en el mar
y saltar por sobre las olas.
Ven
Ven esclavo a deleitarte con el amo
No dejes que el dolor trepe por las escaleras
Piensa en la embriaguez de las profundidades
y deja que los monstruos rieguen en silencio
los corales de dolor que brillan ahí abajo
Lo más parecido a un beso
Esta soledad
puede sentarte
en una mesa sucia del fondo,
para morder un trozo de pizza
que dejaron dos mujeres bellas.
Nave pirata
Navegamos por un tiempo plano,
al frente se alza una cascada.
En la mano helada
tiembla una botella vacía.
Por la noche nos detenemos.
Arrojamos una red al agua,
extraemos de las profundidades un puñado de amor
y lo esparcimos en el aire.
Amor.
Quizás el amor calme
la marea de juguetes muertos
en tus orillas.
Y juntos veremos cómo un viento bueno
echa de golpe a pique la nave pirata de tu alma
y sabremos que todo terminó.
Yuval Paz (Tel Aviv, 1969). Da clases de literatura en un instituto y es estudiante de doctorado en Literatura. Reseñas, cuentos y poemas suyos fueron publicados durante años en varios periódicos y revistas. Su primer poemario, Deja los monstruos en silencio, apareció recientemente.