Poética
Encuentro en un verso de Alfonso Canales la mejor definición para un poeta: "hombre que vive y dice y ama". De los tres verbos que la componen, vivir es el fundamental. El escritor vive para escribir, y el poeta vive para vivir. He aquí la diferencia. Es hermoso ignorar la sensación de no cumplir con los días, y que todo se vaya en la contemplación de los años, que es una forma de amor. El compromiso del poeta se concreta para mí en lo puramente artístico: con la poesía hay que tratar de decir y nombrar, no de hablar. Hacer de la palabra un acto íntimo y prescindir de lo colectivo. Pienso que si alguna utilidad puede tener en nuestros días la literatura es la de enseñar a vivir. La poesía debe ser una fiesta. Fiesta del lenguaje y fiesta del corazón. Desde una individualidad extrema, la palabra poética debe usarse para dar cuenta de las inmensas latitudes del pecho cuando el mundo traba la dicha a nuestro paso. Es el lugar para decir todas las formas de la alegría. |
ascesis
culpables solamente de la ropa que media
caminamos sagrados por la casa,
despojados al fin miramos nuestros cuerpos,
son necesarios, pienso, la pobreza y lo abstracto,
de un lado a otro dispersamos juntos
el confuso vagar de las admoniciones,
las saetas, las cifras, los ladridos,
las crónicas dudosas, y como los ascetas
prescindimos del mundo para amarnos
Europop
Bailemos, pues, Morfeo
y propaguemos juntos
este latir continuo
y encendido. Qué cerca
estamos esta noche
de vivir prodigiosos,
polícromos y bárbaros.
Son propicios los ritmos,
alguien pulsa metódico
escalas simples, golpes
sincopados estéreos.
Las luces desdibujan
el animal contorno
que salta, ahora azul,
y allí, rojo, detiene
su frontera el silencio.
Ya somos hologramas.
Nos brotaron diamantes
en la agitada piel
y como linces fluyen
últimos, sigilosos.
Quién contendrá este arroyo
que brinca de lo umbrío
al resplandor, que ignora
alegre su reposo.
Bailemos, pues, Morfeo,
cedamos la quietud
bajo estos dulces coros
de algún lugar de Europa,
y volvamos a casa
antes de que la Aurora
esparza en nuestras nucas
las cristalinas ánforas
del claro despertar.
Vendrá la vida y tomará mis ojos,
Vendrá la vida y tomará mis ojos
encenderá el tumulto infatigable
de instantes que coronan el camino,
desguarnecido y solo he de correr
junto a ella, apartando cada noche
que en vano intente rodear mi sangre.
Esto es el agua y ésta mi garganta,
que no quiebra ni calla las suspensas
latitudes del pecho cuando el mundo
traba la dicha a nuestro paso. El curso
de las horas se impone como ofrenda
o tregua y tiembla entonces el estómago
compacto por los dones otorgados,
como faro iluminado y elíptico
que rondara la luz en el espacio
del cielo.
Tengo veinticinco años.
Ya no persigo la felicidad.
Es la alegría lo que busco y hallo.
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Antonio Portela. Licenciado en filología hispánica por la Universidad de Salamanca, donde realiza el doctorado en literatura y cine. Sobre las relaciones entre estas artes ha escrito artículos para revistas filológicas. Ha publicado los libros Ciudadano romano (El Gaviero, 2006) y ¿Estás seguro de que no nos siguen? (DVD Ediciones, Barcelona, 2003), por el que recibió el Premio Andalucía Joven de Poesía 2002. Además, ha publicado los cuadernillos Desigual (2001) y Todas las fiestas del mañana (2004). Su obra está recogida en varias antologías de poesía joven española: Mass Media + máquinas; Andalucía. Poesía joven, y 33 de Radio 3. Ha participado en diversas exposiciones artísticas de Italia y España con su obra multimedia. Ha escrito sobre música contemporánea para algunos periódicos nacionales. Del mundo sólo le interesa la gente buena y guapa, o, en su defecto, con gracia.
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