EL RESEÑARIO / No. 192


 

Trinos textuales sobre Cofre de pájaro muerto



Balam Rodrigo


 

Cofré de pájaro muerto
Armando Salgado, Ediciones de Punto de partida,
Dirección de Literatura, UNAM, 2014


portada-cofre.jpg Por invitación expresa de Carmina Estrada, excelente editora que dirige atinadamente la revista Punto de partida de la unam —quizá la revista literaria estudiantil y universitaria con mayor tradición, longevidad y vigencia en México—, Armando Salgado vio publicado Cofre de pájaro muerto en una hermosa y cuidada edición incluida en una colección dedicada a publicar libros de escritores jóvenes, principalmente los que tienen una obra singular, prometedora y poco difundida.

La primera sección de Cofre de pájaro muerto, de título homónimo (y que inicia su travesía con el siguiente subtítulo surrealista: “Árboles ciegos”), me recuerda los versos del escritor marroquí Tahar Ben Jelloun: “Cuando el bosque avanza / es inútil la huida / sobre todo si se es / uno mismo / árbol.” Ello, por la propuesta primaria de Armando, del árbol no como símbolo de inmovilidad, sino de movimiento y canto. A partir de la memoria y los recuerdos familiares, el poeta crea, en los versos iniciales del libro, un bosque de tinta que hace trinar a los árboles de los otrora grandes bosques michoacanos, hoy amenazados por el olvido y la barbarie. Como en otros libros suyos, Salgado retoma el discurso poético metatextual, intertextual y neoconceptual, y al leer determinados poemas es necesario “interactuar” con el texto, hacerlo en la página.

Por otro lado, “Cuaderno de anís”, segunda sección del libro, vuelve a la profunda memoria de la infancia, y es quizá la parte más lírica del libro. Aquí el poeta se transforma en lector del relámpago de agua que es el río Cupatitzio mientras atraviesa la columna vertebral de Uruapan, así como su propia sangre. El poema “Hablar de otros abuelos” es tanto manifiesto lírico y poético, como declaración de fe:
 

Mi abuelo no fue cazador
ni aparentó la poesía en sus manos.
Nunca soñó con tigres viejos
ni escopetas que amedrentaran el hambre.
Sacó y partió piedra.
Secó y armó ríos de fuerte esperanza.
Aún en su lecho de muerte
nunca disparó contra objetos invisibles.
Tenía huesos y carne como todos los hombres.
Aprendí de él lo que es la realidad.


En “Cherán, todos los árboles del mundo” existe una conciencia ambiental y un reclamo contra la inseguridad que sufren los oprimidos, así como un hartazgo por las varias violencias e injusticias (del crimen organizado, de los políticos, de las instituciones, del Estado), por lo que Cherán se levanta en armas (materiales y de conciencia) y opta por la autonomía. Armando registra el envés poético de la decisión de este pueblo sin caer en el panfleto. De esta manera las personas, como los árboles, son talados, no mueren, sino que “caen”: desaparecidos, secuestrados y abandonados en el bosque del terror y el miedo que a diario los (y nos) ahoga. De igual modo, es posible advertir en la obra de Salgado el desarrollo del discurso ecocrítico y la conciencia ecopoética, característico de los escritores hipermodernos. No se encuentra en el libro la común exaltación del fasto natural, el canto órfico a la belleza intacta y primigenia del edén, al idílico lugar de origen. Por el contrario, la conciencia ecocrítica hace reclamar al poeta por la contaminación, por la destrucción a la que han sido sometidas y subyugadas la naturaleza y el paisaje, por el capitalismo, por el avance de la “civilización”.

El segundo bloque del poemario, La fuente, donde un relámpago tirado yace, inicia con el apartado “Melancolías”, que incluye el texto “Limonero con pentagrama enterrado”, sin duda, uno de los mejores poemas de Salgado:
 

Llevo cinco perros en los ojos
sepultados bajo la sombra del árbol
a quince milímetros del pecho.
También una casa de adobe
y una estampa del río Cupatitzio.
Así de fácil regresar.
Como sintonizar en las venas: Infinity de Guru Josh
y el Remember Na Na Na Hey en los ojos de Elva.
Así de sencillo, así la rueca
y el cruce de caminos en la mano.
Ahora, antes de fundar
relámpagos en sangre
levanto el rostro y miro el polvo en las huellas.
Mis ojos saben
que ante el respiro y la distancia
los hombres somos los mismos.


La rabia poética de este poema es directa, filosa, canina. Los referentes inmediatos a la cultura popular nos sitúan en la posible edad generacional del autor, pero sobre todo en su tiempo, datan su microhistoria. Las canciones de música pop y rock, principalmente, están presentes en casi todos los poemarios de Armando, y otros de sus poemas —particularmente los que están escritos en forma libre, versicular— tienen la fluidez y el ritmo de una canción. Y me atrevo a considerar que los cinco perros muertos referidos en el texto de Armando, además de reales, son, instintiva e inconscientemente, una posible proyección de él y sus cuatro hermanos. Digo lo anterior porque en todos los libros de poesía de Salgado el perro es, sin más, su verdadero alter ego, por ello aparecen canes por todos lados, ladrando, rabiosos, mordiendo, fieles, inconformes, imponentes, a pesar de su aparente flaqueza y timidez. A lo anterior habría que sumar la manía poética de Armando de vincular la figura del perro con la del mar. Ambos símbolos son indisolubles en todos sus libros, y en Cofre de pájaro muerto, Armando perfecciona esta obsesión. El mar “dependerá” del perro siempre que el poeta lleve su poesía hacia el discurso marítimo.

La sección náutica de La fuente, donde un relámpago tirado yace repite una forma de la que el autor echa mano en otros libros: escribe el primer poema del apartado en una sola estrofa, de versos breves, mientras que signa el texto siguiente con un poema en prosa, extenso y narrativo. El resultado es un díptico poético, cruz y cara de un juego discursivo que funciona de modo que el lector haga una pausa, luego del continuo golpe de imágenes y el lenguaje concentrado de los versos breves antes de volver a sumergirse en el tupido bosque de los poemas en prosa. En tales prosas es patente que Salgado siente mayor libertad creativa; en ellas establece vínculos y símiles discursivos entre el mar de Ensenada, Baja California y el mar de Dungeons, Sudáfrica; entre perros y tiburones blancos; entre el arte de surfear y el arte de escribir poesía; entre el inconmensurable mar universal y la poesía.

“Desvelo del espectador”, quinto subtítulo de Cofre de pájaro muerto, hace del relámpago (otro elemento del orden natural con una imagen etérea, breve y brutal) su caballo de batalla metafórico. En la segunda parte de “Desvelo del espectador”, el tema de los poemas tiene su origen tanto en la lectura de los libros de Oliver Sacks, como en la conversación de Armando con Atenas Pintor, académica especializada en interculturalidad. En estos poemas Salgado se apropia del discurso tecnocientífico para poner en marcha aquello que alguien llamó el zoo humano: nosotros domesticados, exhibidos, encadenados detrás de la jaula de la mediocridad, de la costumbre, de las drogas y las sustancias “civilizatorias” que anestesian y callan la naturaleza humana y nos devuelven al mundo sin imaginación, sin fantasía, un espacio sin tiempo donde pesadillas y sueños son enfermedades.

El sexto y séptimo apartados del libro son los de mayor narratología y posibilidades discursivas. El poema “Biografía del mar en tono sepia y un cuadro desbordándose” realiza dos homenajes: el primero, de naturaleza referencial, al poeta tabasqueño Jeremías Marquines, en una suerte de “respuesta” a uno de sus mejores libros;1 el segundo es de naturaleza representacional o iconotextual, ecfrática, a partir de la “lectura poética” del cuadro The Fairy Feller’s Master-Stroke de Richard Dadd. En cuanto al planteamiento ecfrático hallado aquí, el poema titulado “1” en la penúltima sección del libro intenta re-presentar la famosa obra de Dadd, extendiendo —por medio de la palabra y valiéndose de otro tipo de imagen y universo simbólico— los poderes representativos y plásticos del icono, al verbalizarlo. Cito únicamente la parte “textual” del poema comentado:
 

1
Contemplo la pintura The Fairy Feller’s Master-Stroke de Richard Dadd. Veo un par de manicomios en dos ciudades: Bethlem y Broamood. Un trozo de primavera aún cuelga del hacha. No se puede ignorar la influencia de Shakespeare. Si vemos lo taciturno del paisaje, a cierta distancia, se podrá anticipar la neumonía de Freddie Mercury.

3 La famosa banda de rock Queen dedicó una canción a Richard Dadd por esa obra parricida en 1974.

 

El poeta “necesita” los ojos del lector para darle sentido a su propuesta ecfrática, al jugar poéticamente con la idea de sólo ver el objeto gráfico, pero el lector debe, al mismo tiempo, leer dicho icono y extender esa lectura en, con, desde y hacia el poema. A la observación anterior habrá que sumar lo que Peter Wagner llamó intermedialidad, un tipo de intertextualidad en el que una representación visual está presente en un texto verbal, y que podemos inferir en el poema. A la mencionada intermedialidad habrá que sumar la intertextualidad verbal del texto, debido a la alusión tanto a Shakespeare como a Freddie Mercury, de la banda de rock Queen, que a su vez dedicó una canción a la obra del parricida. Proyección sicológica y metafórica, tal es el otro sentido de la penúltima sección de Cofre de pájaro muerto: matar al padre, decapitarlo. En líneas anteriores he mencionado la pugna y la compleja relación de Salgado con su padre, espejo nominal del poeta, cuya presencia y lado sombrío es necesario talar, como a los árboles de los primeros poemas, y una vez cometido el parricidio, erguirse, caminar, respirar, seguir viviendo, sin más, y otra vez, con el padre, una vez reconciliados con él y con todos con sus demonios y fantasmas. Aquí un fragmento decisivo:
 

[…] no los conozco, ni a Jeremías ni a Richard. Lo único verdadero es que ambos son parricidas. Uno decapita al padre con un hachazo de mar […] El otro, acariciándose las venas, se despierta todas las noches con relámpagos bajo los pies. Al escudriñar el halo nocturno, en medio del calabozo, contempla la cabeza de su padre.



En el poema se advierten dos elementos más que aparecerán en los poemas ulteriores de esta sección: el relámpago como símbolo y señal, y la contemplación, en la oscuridad, de la cabeza del padre y de la propia cabeza del yo lírico:

[…] Yo mismo desbarato mis recuerdos y taladro la dura superficie del alcohol. Al sentir la noche mojando mis pies, levanto esta guillotina. No te sorprenda, querido lector, ver mi cabeza en el piso de tu alcoba.”

La creación de imágenes de gran plasticidad en este poema, la atmósfera nocturna y el diálogo directo con el lector, parecen la re-presentación de otras pinturas que nos remiten, por ejemplo, a la obra David y Goliat del pintor barroco Caravaggio, obsesionado con la decapitación, tema frecuente en su obra. Aquí David sería el poeta y Goliat el padre, pero al igual que en los cuadros de Caravaggio, y sin eludir el sesgo sicoanalista, la cabeza del artista tomará, en algún momento, el lugar de la de Goliat, y será servida al lector en la misma y pulida bandeja de plata: el poema.

Como posible forma de redención poética, el texto “Fríos”, de la última sección de Cofre de pájaro muerto, crea un diálogo narratológico y conciliatorio con la madre, cuya presencia salvífica provee al autor de la fuerza y el amor necesarios para resucitar y dejar atrás el parricidio, alcanzando así, su nueva metamorfosis (la del hombre en poeta). Por lo anterior, no es raro encontrar en este poema un diálogo constante con La metamorfosis de Franz Kafka, donde el poeta es Gregorio Samsa y la madre, Franz:

 

 

[…] Soy Gregorio, el hijo de
Sensini y el hermano de los cincuenta jóvenes que murieron
junto a mí, cavados en el frío de la indiferencia.



El poema final funciona como una apostilla o posfacio lírico donde Armando proyecta la desazón animal de estar con los pies en la tierra, como un gusano medidor que tiene que cumplir su destino escrito: no medir, sino vivir, sabiendo que indefectiblemente morirá. Sin embargo, antes de cumplir ese destino trágico, el poeta escupe al mundo todo su dolor, todo su coraje, pues está enfermo de un mal completamente incurable: la poesía.

Sirvan estos breves apuntes para invitar a futuros lectores a abrir este inquietante Cofre de pájaro muerto e iniciar un camino que los llevará, sin duda, a descubrir la obra poética de Armando Salgado, uno de los poetas de mayor singularidad y potencia imaginativa de México.

 

 


1 Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem (Instituto Estatal de Cultura de Tabasco, 2008).



Balam Rodrigo (Villa de Comaltitlán, Chiapas, 1974). Autor de los libros de poesía Hábito lunar (Praxis, 2005), Poemas de mar amaranto (Coneculta Chiapas, 2006), Silencia (Coneculta Chiapas, 2007), Libelo de varia necrología (Secretaría de Cultura GDF, 2006; FETA, 2008), Larva agonía (IMC, 2008), Icarías (Ayuntamiento de Campeche, 2008; Literal, 2010), Bitácora del árbol nómada (Jus, 2011), Cuatro murmullos y un relincho en los llanos del silencio (Ediciones La Rana, 2012), Logomaquia (Espejitos de Papel Editores, 2012), Braille para sordos (IMC, 2013), Libro de sal (Editorial Posdata, 2013), Desmemoria del rey sonámbulo (Ediciones Montecarmelo / Secretaría de Cultura de Guerrero, 2015), El órgano inextirpable del sueño (Metáfora Editores, 2015), El corazón es una jaula de relámpagos (El Gallo de Oro Ediciones, 2015), Iceberg negro (Ediciones Atrasalante/Coneculta Chiapas, 2015), Oficios del neólogo (Lempa, 2015) y Silbar de mirlos para la hermusa (en prensa). Su obra ha merecido, entre otros reconocimientos, el premio del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2012 y el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2014. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.