Para Isabel
Ana decidió ponerle Putete a su gato para poder decirle a las visitas cosas como “se te subió mi putete” o “le gustas a mi putete”. A su madre se le hizo un gesto de muy mal gusto, pero como Ana ya vivía sola y ella mantenía al gato y en general no hacía caso de las muchas inconformidades de su madre, el pequeño gatito siamés que ella había adoptado se llamó, sin más, Putete. El nombre se hizo oficial al quedar asentado en el carnet de veterinario que a Ana le dieron el día que lo llevó por sus primeras vacunas. Al veterinario el nombre le pareció muy gracioso. El tipo era guapo y le hizo la charla a Ana y al poco tiempo comenzaron a salir. Así, el primero en escuchar cosas como “a mi putete le gusta cómo le rascas la panza” fue él. Entonces ya no le pareció el asunto tan divertido, pero como la relación aún era fresca y él se encontraba algo enamorado de Ana, no protestó. Salieron el tiempo suficiente como para que el veterinario conociera a la madre de Ana. La señora dijo que era un hombre apuesto y un profesionista con un buen empleo y apuró a su hija para que formalizara la relación. Pero, como siempre, Ana no le hizo caso. Ella no quería un novio. A ella le gustaba que él fuera “su nalguita”. Así le gustaba llamarlo y así se lo presentó a su familia: “Mamá, él es Héctor, mi nalguita.” Sólo los primos de Ana reían de esa ocurrencia. La madre y la nalguita odiaban que hiciera eso. Sin embargo, el primer disgusto serio que hubo en la relación no fue sino hasta que, una noche, la nalguita sacó a Putete de la recámara. Ana, molesta, le preguntó por qué lo hacía y la nalguita le contestó que Putete siempre lo arañaba cuando ellos hacían el amor y que no podía dormir a gusto con él porque se paseaba arriba de su cuerpo y lo despertaba. Ana miró a la nalguita muy fijamente y le dijo que, en primer lugar, se dice coger, ellos cogían, no eran una pareja “gay” para andar haciendo el amor y, en segundo lugar, Putete estaba en su casa, mientras que él (la nalguita) era una visita y, como tal, no tenía derecho de correr al gatito. El disgusto les duró una semana. La nalguita fue el primero en doblar las manos. Ana aceptó la reconciliación porque ni siquiera se acordaba bien de por qué habían peleado y no le interesaba recordarlo. Sin embargo, Ana cedió un poco yendo a dormir más noches a la casa de la nalguita y ésta, a su vez, no quejándose nunca de Putete y lo que éste hacía. El clímax de su relación (así lo sintió él) ocurrió la semana en que Putete se perdió. Durante siete días, una Ana llorosa y sensible le pidió a Héctor quedarse con ella todas las noches. Ana no sabía qué sería peor, que Putete estuviera muerto o herido en la calle, o que él, el ser que ella más amaba, la hubiera abandonado tan fácilmente. Esa pregunta no la dejaba comer, dormir o trabajar. Mientras tanto Héctor, siempre junto a ella, ganaba terreno. Hasta que un día le llevó a Ana otro gatito siamés, y le dijo, a éste lo vamos a cuidar mejor y ella sonrió y se consoló. Ana llamó al nuevo gato Putete, pues sabía que era el nombre perfecto para cualquier gato: cada vez que su madre le hablaba por teléfono y le preguntaba por Héctor, ella contestaba feliz que “la nalguita andaba jugando con su putete en la sala”. Ahora, más que las vacaciones anuales que (novedad) hacen juntos, la nalguita espera con ansia la próxima ocasión en que la madre de Ana se deshaga en secreto del Putete en turno, para que él pueda disfrutar una vez más de su nombre y de una Ana débil y hermosa, antes de enamorarla y afianzar más la relación cuando le regale el próximo Putete bebé, siempre más lindo y hermoso que los Putetes anteriores.
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Enrique Ángel González Cuevas (Ciudad de México, 1986). Estudia la maestría en Filosofía en la UNAM. Es colaborador de la revista F.I.L.M.E. Magazine. Ha sido incluido en los libros Y si todo cambiara… Antología de ciencia ficción y fantasía (Brigada para Leer en Libertad, 2011), Alebrije de palabras. Escritores mexicanos en breve (Fondo Editorial de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2013), Texturas linguales. Antología de minificción (Editorial Mini Libros de Sonora, 2013), Ensayos de minificción (UNAM, 2014) y Emergencias. Cuentos mexicanos de jóvenes talento (Lectorum, 2015).
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