Micaela
Tras una actividad agitada, Micaela bebió un poco de té y regresó a su habitación donde debía seguir cumpliendo las necesidades que la naturaleza impone a toda jovencita que se encuentra en el apogeo de su vida. Cabe decir que, aunque intentaba controlarse, cierto impulso poco usual en ella la obligaba a actuar de manera irracional, cosa que a ninguna mujer le disgusta si se trata de su propia recreación, es decir, el acto con el cual la mujer es hostil a todo principio. Micaela era una hija de familia, acostumbrada a acatar las disposiciones de su padre: ir los domingos a misa, rezar el rosario antes de dormir, entre otras normas que su estricto progenitor le imponía.
Al regresar a su habitación se metió entre las sábanas respirando con dificultad. De pronto, su padre abrió la puerta y quedó impactado por la respiración entrecortada de su hija y los movimientos inusuales debajo de las sábanas. Palideció, de temor al principio y luego de cólera. Sin decir nada, salió de la habitación.
A la mañana siguiente, su padre la llevó a confesarse. Él mismo se encargó de exponerle al sacerdote el pecado de su hija. Micaela no lo contradijo y aceptó los veinte padrenuestros para que su alma quedase limpia del grave pecado de comerse, en horas de dormir, los ricos bizcochos que su madre había horneado la tarde anterior, bizcochos, por cierto, que su padre ni siquiera imaginaba.
Araceli Amador Vázquez (Ciudad de México, 2000). Ha participado en el Encuentro de Talleres de Creación Literaria del CCH, ediciones XVII y XVIII, y publicado en la IX antología de alumnos del CCH (2016). Ese mismo año obtuvo el segundo lugar en la categoría de Cuento en el Quinto Concurso de Lectura de Poesía y Cuento que se llevó a cabo en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Azcapotzalco, donde cursa el sexto semestre del bachillerato.