Diez poetas de Guanajuato (1982-1996) / No. 209
 
Celaya, 1984






Hotel Newyork
(fragmentos)

I

Estamos en el límite
vigiladas por la urraca nocturna
Arriba de tus hombros
mis manos en tu trenza se balancean con el viento

—Estoy volando, mira
y tu cabello cruje como madera vieja
Lloras nuestra muerte

Hermana, te traje mis insomnios
mi padre me robó el sueño

El terciopelo no tarda en ser sudario

Mi nombre son sílabas suicidas:
Mont-se. Soy un monte en España. Una santa
Mont-se. Mi madre eligió mi nombre al azar igual que gestarme

Son mis hermanos extensiones de mi carne
ganchos en mi frente
No me puedo soltar

Y tú, mi otra hermana, la del reloj en la boca
me hiciste envejecer sin que lo pidiera

—Estoy volando, mira

Me aparecí hace siglos con un niño en los brazos Acudí tanto a mis entierros que reconozco el olor de la tierra, polvo sobre el féretro

Sigo esperando que alguien me sueñe

Hermana, mi madre pierde la memoria. Pronto me olvidará
y yo en el umbral de su vientre

Tenía un año cuando me rompí la pierna
pero aún siento el yeso hacer mis pasos torpes
como ese mendigo que se arrastra con un letrero en el cuello

Escribo con una aguja de tejer que crece desde mis talones

¿Si soy santa por qué no hay un florero?
¿Por qué mi dios y el Dios de los demás no puede ser el mismo?

III

Mi boca es una cueva
mis ancestros dibujaron en ella mandolinas
No suenan
sus cuerdas fueron arrancadas por el perro que cuida la caverna
No quiero salir para encontrar conocimiento
                                                       Voy a la inversa

Mi garganta es la gruta donde las palabras se revelan
Intento descifrar el lenguaje de los hombres. Bal bu ce o

¿Cómo se nombran las cosas que no se pueden decir? Cosificar el dolor, la herida de la infancia

Mi padre cortaba letras que mi madre colocaba en nuestra Biblia

Sé que existo porque alguien dijo mi nombre
porque un niño me pidió una moneda y a cambio le di 1 reloj
—Ya no quiero crecer —dije, y corrí como si tuviera 6 años

V

Tu mano en mi pelvis es una hora exacta en el reloj
Tu mano que me concentra donde todo fluye
como un niño que bebe los secretos de la vida
Tu mano apartada sueña con la unción. Redimir el pasado en un orgasmo
Ten la suavidad para deshojar mi grito antes contenido
El amor como posibilidad en el hotel Newyork
Habitaciones que dibujo de amarillo cuando tu mano me encuentra
Besos antes transitados en calles de locura
Besos sin horas fijas Besos para no saltar de la azotea donde mi infancia es un trampolín. Cuerda que no acaba
    de romperse
Tu mano que me constriñe en un movimiento perpetuo
Deja que te hable, que me rompa en tu cuerpo transparente
Corazón habitado por hombrecillos que no saben mentir
Deja que el cielo entre y nos defina
Mujer en mi epidermis Mujer que me hace florecer
—La avenida Reforma huele a Divina Providencia—

Me muevo con un tap que alguien marca
Mis manos llevan su propio ritmo. Melancolía
El autobús es una casa con ventanas cerradas
Afuera hay un festín, hombres fornidos cargan al Señor Santiago
Llueve julio, desaparece el rojo

Estoy dormida pero tengo ojos abiertos
Mi nombre es eco en una estufa que chilla olor a café
No soy yo, el placebo hace efecto

Debo encontrar serenidad en el ronroneo de un megáfono
Padre, háblame. Sé alucinación de medio día

El vértigo del vino siempre llega a rescatarme
El sonido de cristal es una letra de cuna
Sonámbula repito: ¡Viva el Señor Santiago!

Caracoles embriagados agonizan en mi vientre
Es culpa de la sal. Culpa de la gota que estalla cuando abro la boca 
Splash, la calle es una orgía de tráfico

No hay prisa por crecer







Montserrath Campos Sánchez. Estudió la licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato. Ha publicado el poemario Duermevela (Editorial La Rana, 2011) y el libro de cuentos ¿Quién es Paola Vargas? (Ficticia, 2016). Fue antologada en Poesía en rojo (Centro de Estudios de la Cultura Mixteca, 2015) y en Voces de Laja (Ediciones Fuente de Palabras, 2017).