Jóvenes escritores zacatecanos / No. 213
Teúl de González Ortega, Zacatecas, 1983
Rayuela 34
Y entonces dijiste que ya no leerías Rayuela.
No sé cómo lo dijiste. Ni recuerdo tus gestos,
pero lo dijiste y era tarde,
así que botaste el libro apenas en el capítulo 34.
Y luego salimos a la Spiegelgasse,
mientras hablabas de lo bobo que sería
ir por Zúrich cargando un enorme pan
y no llamarse Chantal Michel.
Y yo pensaba en el invierno y el frío que haría
en Grantchester
y en esa gente que descarga los equipajes
en el aeropuerto de Albany.
La verdad no me gustaba Albany. Una vez incluso
dije que era mejor Búfalo, aunque en todas
partes hay gasolineras Mobil.
De pronto, empezaste a caminar de prisa y yo
te seguí paso a paso
hasta llegar al Cabaret Voltaire. Hablaste entonces
de Ball y de Picabia y los dadaístas,
que luego fueron surrealistas y otra vez dadaístas.
“¿Te he contado la historia de la Maga?”
Una vez, te dije, mientras caminábamos por el bulevar de Chézy en Rennes.
Y de Lautréamont y de la Maga y de Uruguay. De algún modo
eso era bueno y encendiste un cigarrillo Pall Mall.
Era tarde y viste la hora dos veces. Pensaste en regresar a casa.
“No me gustó el capítulo 34 y por eso dejé de leer Rayuela”.
Y recordaste una calle a lo largo del río Spree
y un mural de Christine McLean en la East Side Gallery.
“Nunca he leído Rayuela”, dije en voz baja.
Alguna vez lo intenté, pero me distrajo un pájaro
muerto encima del escritorio,
colocado ahí, a propósito, por Suzanne Landau.