El oficio en casa, 6
I
Celebro los tejados:
su recia pertenencia a la intemperie,
su presencia desnuda de vanidades,
su intimidad sin orillas.
II
Arriba, el cielo.
Lienzo donde el viento
parece nunca decidirse
a plasmar definitivamente las nubes.
III
En los aleros de los muros,
las palomas.
De pronto dos,
de pronto una,
de pronto ninguna.
IV
Pendiente de la red del alumbrado,
en el astillado armazón de una cometa,
pervive una estrella extinta.
V
Han talado un árbol.
De vuelo en vuelo,
brizna por brizna,
las aves desmantelan su nido
y emigran hacia los tejados.
VI
Celebro los tejados:
su soledad nos aligera.
El vuelo de los pájaros
alivia un peso
en la espalda.
ALMAC N AC STA
Viejas letras de madera sobre la fachada blanca de cal
anuncian a los pobladores el ALMACÉN ACOSTA.
Nadie se ha ocupado en reemplazar las que han caído.
Cuántos años creciendo recostado bajo el marco de la puerta
para nunca reparar en estas cosas.
Es preciso una tristeza que lo traiga a uno de regreso,
apoyar una escalera sobre el muro
y fijar el cartel:
EMILIO ACOSTA MARTÍNEZ
—mi padre, HA MUERTO.
Padre (de la serie Destructura familiar), óleo/tabla, 40 X 30 cm, 2007
EL CORAZ´N PORTÁTIL
I
Se porta el coraz ´n como una moneda.
Se arroja en cada fuente
esperando un golpe de suerte.
(O de soledad).
II
Nunca escasea el coraz ´n.
No bien lo has perdido
y ya está el vacío en el pecho
acuñando uno nuevo.
Lo importante es no perder el vacío.
III
Lanza tu coraz ´n desde la azotea
como un suicida.
No dejes de advertir: PELIGRO.
Justo es que quien intente atraparlo
sepa a qué atenerse.
Poema de la primera vez
Hay algo irrecuperable
en descubrir a un desconocido.
Ofrecerse ante la vista y el tacto
de quien hasta entonces
sólo nos ha tratado vestidos
entraña un acto de desprendimiento
poco común.
Si la ocasión permite
hacerlo sin vehemencia,
hay algo de paternal y fraterno
en desatar los cordones,
desajustar los broches
y bajar las cremalleras.
De este modo
las prendas van quedando en el suelo
como espigas segadas por el deseo.
Suele sobrevenir entonces
un instante en que la caja negra se abre
y retiene para siempre
un olor, un gesto, algún escorzo del cuerpo.
Luego vendrá lo de costumbre en estos casos:
las caricias, las precauciones, el delirio, el hastío,
el amor, la obsesión, las despedidas.
Cualquier cosa puede suceder
y llegar a borrarse.
Pero queda el tatuaje del instante
en que nos fue dado
robar el fuego
del aliento del desconocido.
AMORES, AMORES, AMORES.
Mil clases de amores.
Amor niño, amor lejano,
represado, negado, reclamado.
Amor vicio, inmortal, ingenuo.
¿Qué es el coraz ´n?
¿Un venado o un cazador solitario?
¿Huyes o construyes? ¿O visitas?
¡Ah, visitas! Eres cosmopolita,
amor turista, televidente.
El amor y la experiencia loca.
El no querer refrenar el hocico
por doquier vital.
¿Pueden tejer dos de la misma hebra?
¿Jugar a las gallinitas y a las cachetadas del amor?
El amor y la disolución.
“Hubiera sido, hubiera sido posible”,
la frase más triste del mundo.
¡Qué ínfulas de arroz nupcial!
¡Y qué carencias! |
John Galán Casanova. Poeta y ensayista. Estudió literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado los libros de poemas ALMAC N AC STA (Colcultura, 1993; Premio Nacional de Poesía Joven), EL CORAZ´N PORTÁTIL (Lealón, 1999) y AY YA (Ediciones El Ateneo, 2002). Es autor de una monografía sobre el cronista antioqueño Luis Tejada Cano (“Luis Tejada: crítica crónica”, Boletín Cultural y Bibliográfico, Banco de la República, vol. XXX, núm. 33). Sostuvo la columna de opinión “En el camino” para el periódico El Espectador (julio de 1994-noviembre de 1995).
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