MI MADRE GORDA cuando duerme parece una ballena encallada en la playa. Entonces río. Y mis ojos que la miran desde el sueño se vuelven agua de su océano y mis manos arena de la orilla.
Mientras duerme pienso si la vida se entrega a la tierra como las ballenas y si en vano ahora intento mover su cuerpo hacia las aguas que no quiere más visitar.
(1995)
MI CASA, COMO EL DESIERTO, no tiene techo ni puerta, sólo boca.
Mi casa, como la piedra, no posee vigas ni cimientos, sólo una mano empuñada la sostiene.
Esta casa la he construido quitando ladrillos y entregando mis huesos al vacío que resta.
La casa es oscura como mi voz en sus corredores.
Vivo en la casa que camino. La que acecho y me persigue como el gusano tras la carne enferma.
A cada grito se levanta; con cada silencio la destruyo
(1996)
UNO CREE en la escritura. Que la escritura es aire, y basta.
Mas el lenguaje habita la intemperie de la casa, persiste en la humana gravedad.
Porque escribir es cargar con la procesión de tu vida, con los enseres que no caben en otro rincón que no sean los días, que uno tras otro son la nada.
Porque la muerte es irse y ya.
Y es la voluntad del amor el morir.
Sí, el amor del morir, la única escritura:
(1997)
TAL VEZ, Y POR SU FIN, estas palabras digan algo.
Lejos ya del mundo y de la mano que las traza, pueda estar el camino.
Quizá, alguna tarde de otro cielo, estas palabras se levanten y vayan por ahí en paz y sin nombre entre el polvo nuevo.
Tal vez, porque no al fin, por su fin, estas palabras digan algo, no pidan nada:
(1997)
VIAJO EN UN TREN DE VEINTIÚN VAGONES conducido por todos mis muertos. Miro a través del cristal roto de la ventana una batalla de mariposas mutiladas por el cielo quemado de mis cinco años.
Converso con los árboles de la intemperie que desaparecen en mis ojos; los que no tienen camino, con los pájaros que son ya recuerdos del viento.
Yo tampoco sé qué tierra es ésta
(1994)
Primogénita (de la serie Destructura familiar), óleo/tabla,
35 X 35 cm, 2007
TRAES UN POCO DE PAN Y ALGO DE VINO para alimentar la vigilia en la noche de tu alma.
Al fondo de tus ojos miras las manos que ofrendaron sus huesos para construir la casa y llenarla de palabras.
Mientras, la escritura en la oscuridad crece con el parpadeo de las llamas, tu corazón calla; su temblor cesa de latir.
De pronto ya nadie existe.
Estamos solos y sólo en ella piensas. Te entregas al vino de la risa y al pan del silencio, y a tus recuerdos: estos pensamientos que inflaman tu lengua y arden como las palabras que te consumen.
Y quieres morir, y para eso escribes:
(1997)
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