No. 142/POESÍA

 
Poemas


Manuel Parra Aguilar
 


EN EL MEOW MIX CAFÉ
la joven mesera llena por
tercera ocasión tu taza.
“excuse; the annoying smoke to the cats,
cannot smoke in this area”
te dice con imperfecto
inglés antes de marcharse.
Y tu estrategia de conversar
con ella se viene a pique.

En verdad no es tan cruel abril:
cada vez recibes café sin tanto pelo

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LA MUCHACHA DEL BARRIO
latino no abraza por temor de verse indiscreta
en la última despedida de su colchón
Selter and company.
Se enamora de tan poco
que al calor del dulce hogar
temo preguntarle cualquier cosa acerca
de su cambio. You also want to me, mattress?
pregunta.

Sé que ella ama a los gringos por ser hermosos.

 

SÓLO HORAS DESPUÉS
llegamos al Café house,
edificio en construcción de la calle
Quiroz y Mora,
allí donde el viento arrancó algunas flores disfrazadas de petunias
y derribó retratos de manzanas estilo René Magritte.

Tú y yo

puestos a trasluz de locos ventanales donde no entró el frío,
sus cuatro horizontes dibujados en tu blusa color de agua, ¿te acuerdas?
En los casi no siempre delicados servicios del mesero,
el aroma del café con los terrones de azúcar morena
y el 10% de propina, ¿qué importa ya si no canta Barry White?

Helen, ¿a dónde iremos el próximo verano?

 

YO ME SENTÍA UN
extranjero más en Eindhoven
y ella no parecía más conmovida que yo
en aquella durísima temporada de invierno.
“Prueba a llamarme Helen”,
dijo su gafete sin mover los labios cuando me le acerqué en la barra de la estación.
En el ruido predecible del tren se escondieron ligeramente las palabras.

¿Puedo decir que en verdad la conocí?

Llevaban sus cachetes la dura quemazón de los países bajos.

Ahora los árboles habrán crecido y serán de nuevo interminables.

Le ofrecí el café más oscuro que pude conseguir por 2 €.
La boletera me despidió con un “Buen viaje, norteamericano” para el
camino.
Esto sucedió en Eindhoven

 

LA CALLE TIENE UN OLOR 
a sexo quemado a eso de las cinco de la tarde.
Hay puentes y horizontales frutas amarillas. Un parque enorme donde tú puedes    
           descansar.
El invierno dobla siempre por donde no debe,
pero Alexander, Nicolás y yo tenemos un grado de más
al mirar los duros pezones de las colegialas de Lomonossov.
Un viento frío hiela los pies de los pájaros de las faldas de las muchachas.
No he visto otra montaña en Rusia, salvo la Montaña de Gorriones.
Temo que no exista ciudad más roja que Moscú.






Manuel Parra Aguilar (Hermosillo, Sonora, 1982) estudia Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. En 2005 obtuvo el Premio Internacional de Poesía Oliverio Girondo 2005, organizado por la Sociedad Argentina de Escritores, SADE, Delta Bonaerense; en 2006, mención en poesía en el Concurso 37 de Punto de partida.