Cuando uno se entrega totalmente a alguien o a algo, generalmente deja huella. Es el Amor, esa fuerza incontrolable que nos hace triunfar.
Michael Jordan
Aquí viene la pelota
La que cada uno esperaba llegar
Con el uniforme de un sastre
Con la cara sucia de seis semanas seguidas
Con los ojos en los ojos de la rubia
Con mil cabezas alborotadas por el desnudo
Aquí viene otra vez la pelota cascada
Sobre las culatas de tambores que repican
Con frías nubes de fuego y telas
Con la cabeza afeitada
Con la espalda partida como un pantalón
Con ferias y comilonas sin apetito
Aquí viene la pelota ¡dame la bola!
Tierra en su pata de madera
Con ruedas a los lados del vientre
Con la frente escasa
Con la blusa en las rodillas que suplican un tiro más
Con cigarros pidiendo pies
Aquí la pelota se queda
En el final de la soga
Amarrando a los niños por las orejas
A las mujeres que sirven las copas
A aquel hombre que mira de lado
Con bigotes morenos
Con cejas que no mienten
Con alguna última noche remangada en las sienes
Con temor a que lo maten detrás de la penúltima
botella
de ron
Por los caminos del qué
¡Qué gallinas más hermosas
se ven de lejos levantando
sus patitas al caminar!
¡Qué linda la niña que dice adiós
al vecino que le faltan
los dientes de alante y varios de atrás!
¡Qué suerte el que todavía
existan esquinas por las que doble
o puestos de neveras chatarra
marca NEDOCA
que antes servían para secar
la ropa interior en familia
poco antes de que el agua le oxidara
la puerta!
¡Qué bien era ver a la sombra
sentarse en una mata de limoncillo!
¡Qué raro solía ser el dolor de cabeza
cuando entrabas a una cafetería comedor
por ahí guaguas transitaban
circulaban estudiantes universitarios
y empezaba una lluvia tan tenue
que terminabas sacando una mano
y luego los pies!
¡Qué bueno se dio aquel concierto de metal
en el que un muchacho se lanzó
de metros y metros de una ruina
cayendo paralizado en la tierra
que el mosh atacaba!
¡Qué pelea
daban sultán y el negro
a los perros que no eran del barrio
Honduras y no había luz
y vecinos dormían
y borrachos se prendían
y tú los veías
saltando canchas de básquetbol, verjas
y bañarse en piscinas ligadas
con cerveza!
¡Qué hora aquella de la muerte
de los silencios en tu cuarto
de las lozas del piso
aumentadas por las raíces
de los temblores de voz
de las velas vendidas
del colmado repleto de gente
por refrescarse en una noche sin luz
eléctrica!
Paúl Álvarez (Santo Domingo, República Dominicana, 1978). Poeta, autor de crónicas y artículos. Su primer libro es La pelota (Edición del autor, 2004). Colabora con la revista de poesía PingPong (www.revistapingpong.com). Ocasionalmente traduce poesía en inglés y asiste a recitales en la ciudad de Nueva York. Entre sus traducciones se incluyen los libros Un Far Rockaway delCorazón de Lawrence Ferlinghetti (en colaboración con el autor, 2004) y “R” de El Alfabeto de Ron Silliman (2006).