No. 128/ENSAYO

 
Traducir el poema de la naturaleza



Nydia Pineda de Ávila

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNAM



 

Le ciel est un très grand homme

Baudelaire


A través del tiempo la humanidad ha cultivado dos actitudes esenciales hacia la naturaleza. Por un lado, separándola por medio de una percepción fragmentada, ha ejercido una visión jerárquica y analítica que rechaza las diferencias en pos de leyes generales. Occidente ha intentado desarrollar una ciencia basada en este principio y ha atribuido sus logros a la omnipotencia de la razón. Sin embargo, la tradición hegemónica de Occidente ha negado, por intereses diversos, la influencia determinante que una tradición oculta intuitiva, sintética e incluyente ha ejercido en la evolución del pensamiento.

A través de círculos esotéricos como los neoplatónicos, herméticos y cabalísticos, fue transmitida en Occidente una visión orgánica y dinámica del universo constituida a partir de un modelo cíclico infinito donde lo uno y lo múltiple se creaban y regeneraban el uno en el otro. El dinamismo de este sistema está basado en el principio de síntesis que no sólo respeta la diversidad, sino que se nutre de los contrarios. Así, día y noche, eternidad e instante, blanco y negro, nada y absoluto, existen en constante reciprocidad y recreación. El hombre que ha cultivado esta noción del mundo ha mantenido una actitud contemplativa frente a la naturaleza, la ha considerado como un lenguaje simbólico en el cual él mismo y su lenguaje se reflejan. Su mundo es el de la analogía y la correspondencia; universo es a hombre, como hombre a universo. En este sentido, conocimiento equivale a introspección ya que la acción de desciframiento del mundo no es más que el esfuerzo del hombre por conocer su realidad interna. El poeta ha sido especialmente sensible a esta cosmovisión puesto que la imaginación, sintética y analógica, opera a semejanza de dicho modelo del universo en el momento de la creación.

El romanticismo ligó conscientemente las nociones de imaginación y naturaleza, considerando a la primera como la fuerza creadora del universo. La concepción de Baudelaire acerca del poder que ejerce la imaginación creativa sobre la naturaleza, así como de las consecuencias de dicha relación sobre el lenguaje y la poesía, nos permiten pensarlo como un convidado del banquete de aquellos poetas (en el amplio sentido de la palabra) que han profesado la sensibilidad llamada romántica. Este ensayo nació de una reflexión acerca del enlace entre la naturaleza y la imaginación en un soneto emblemático de la poética de Baudelaire: “Correspondances”.


La analogía vuelve habitable al mundo

Octavio Paz


La concepción romántica del mundo como una unidad esencial, orgánica, rítmica, infinita, analógica y simbólica es una idea que se ha manifestado de diversas maneras en la historia del pensamiento. Platón sentó bases para un sistema fundado sobre la creencia en una unidad primigenia, de la cual emanaban todas las representaciones del mundo; en su concepción de lo sublime, Longino postula las ideas de lo absoluto y lo infinito; los exegetas neoplatónicos encontraron la visión de un mundo cíclico en Homero y formularon un sistema metafísico basado en la analogía, donde el universo era concebido como una serie de emanaciones correspondientes entre sí, provenientes de un núcleo autogenerado y suficiente. Partiendo de este modelo, se propusieron, asimismo, construir un sistema moral donde el bien estaba asociado a la unidad esencial del universo, y el mal, a la división. La filosofía cristiana adaptó este modelo al mito de la caída, asociando a Dios con la esencia primigenia creadora, y al pecado de Adán y Eva con el alejamiento voluntario de su unidad. Se consideró al amor de Dios como la fuerza de cohesión del universo, y al pecado, acto egoísta del hombre, como una fuerza contraria desgarradora. Los filósofos renacentistas orientaron sus investigaciones hacia el desciframiento del universo orgánico, simbólico y analógico como base de su humanismo.1

pinedadeavila01.jpg Los filósofos de la naturaleza de principios del siglo XIX buscaron en los descubrimientos científicos un sustento para la idea de la unidad esencial del mundo. Gracias al descubrimiento del oxígeno por Priestly, creyeron poder demostrar que un mismo elemento era capaz de regir tanto al mundo orgánico como al inorgánico. Por otra parte, los trabajos de Galvani y de Mesmer reforzaron su idea de que una misma fuerza operaba la materia y el espíritu. En el campo de la geología, en el debate por el origen volcánico o marino del mundo creyeron encontrar, en ambos casos, la prueba de que un solo elemento lo había formado. Correlativamente, la idea de la unidad esencial penetró en el pensamiento racional. En la Academia de Frieburg se enseñó que, aunque no fuera evidente, debía existir una analogía profunda entre “la ciencia gramatical del verbo—esa mineralogía del lenguaje—y la estructura interna de la naturaleza”.2 Pareciera que en este momento revolucionario hubo un esfuerzo por integrar las dos actitudes divergentes del hombre frente a la naturaleza, y que hubo cierta sensibilidad para intuir que ambas posturas podían complementarse para llegar a un mismo fin: el conocimiento de uno mismo a través del mundo.

A pesar de las diferencias entre las tradiciones que defendían la unidad primordial y la naturaleza analógica del mundo, todas anhelaban la reintegración del ser humano con el universo. Se creía en la restauración del paraíso perdido a través de la acción conciliadora del hombre por medio de una vía espiritual, contemplativa, conscientemente intuitiva que desembocaría en el descubrimiento de una realidad más elevada de sí mismo y del mundo. Esto significaba descifrar los símbolos del mundo a través de una clave que, de alguna manera, existía en el fondo del ser humano. Se trataba de contemplar para entender, para recordar.

Las tradiciones que predicaban la unidad esencial del universo enseñaron a los románticos y a Baudelaire el valor simbólico y analógico del mundo; sin embargo, el culto a la analogía universal predicado por ellos se encuentra lejos de ser un precepto teórico aplicado a una filosofía del arte. Al contrario, nace de una experiencia de vida, de un momento de contemplación y de revelación que es trasladado al acto poético.

La experiencia mística marcó profundamente la poesía romántica tanto por su actitud ante la naturaleza como por sus accidentales descubrimientos en el lenguaje. Los místicos enseñaron, por un lado, la contemplación de la naturaleza y del interior como vía de recuperación de la unidad perdida, y por otro lado, al encontrar de forma natural y espontánea la metáfora y el símbolo como formas de expresión de lo inefable,3 enseñaron la belleza del valor simbólico del lenguaje cuando éste surge de la profundidad del alma.

pinedadeavila02.jpg Los poetas románticos, como Baudelaire, creyeron en la revelación de una realidad más elevada y verdadera por medio de la contemplación de la naturaleza. Baudelaire considera a la naturaleza como un templo, un santuario del arte, una biblioteca expuesta al viento, un diccionario, un lugar de meditación, de reflexión y de revelación. Como otros poetas románticos, rindió culto al alma solitaria, aunque, a diferencia de los místicos ermitaños, la buscó en medio del bullicio de la ciudad. Shelley dice: the poet is a nightingale, who sits in darkness to cheer it’s own solitude with sweet sounds,4 pero al mismo tiempo, reitera que el poeta es un ser social, un legislador. Baudelaire, recordandoa Victor Hugo, alude a la naturaleza contradictoria del poeta que vive tanto en el mundo turbulento de las fiestas como en el silencio de los lugares solitarios. Explica esta contradicción como el resultado de una existencia espiritual sólida y congruente que permite que el trabajo del poeta lo acompañe a todas partes. La imagen que marca la presencia del hombre en “Correspondances” es la de la soledad. El hombre camina en medio de los símbolos del mundo y de su alma, es un soñador, un explorador sin nombre, el hombre originario absorto en el espectáculo del infinito, el poeta que pierde su existencia individual para convertirse en une âme collective qui interroge, qui pleure, qui espère, et qui devine quelquefois.5

Existe, sin embargo, una diferencia fundamental entre los místicos y los poetas románticos, y es que aquello que los místicos consideraron tan sólo un medio desesperado de expresión de lo inefable, los poetas románticos lo elevaron al nivel de la revelación misma. Al considerar la poesía no sólo como medio, sino como revelación de una realidad superior y, por ende, de la unidad esencial, los románticos otorgaron a la palabra poética la facultad creadora del mundo en analogía con la palabra creadora divina.

Baudelaire creía en la unidad tenebrosa y profunda del mundo que se manifiesta en la correspondencia de los contrarios. En un ensayo sobre Victor Hugo, Baudelaire reconoce que Swedenborg le enseñó que le ciel est un très grand homme; que tout, forme, mouvement, nombre, couleur, parfum, dans le spirituel comme dans le naturel, est significatif, réciproque, converse, correspondant.6 La naturaleza es un misterio que existe en múltiples estadios simultáneos armónicos, y los más inteligibles son los que se imprimen en el corazón del hombre. Las correspondencias del mundo existen en dos planos, el natural y el espiritual, pero éstos, a su vez, funcionan como espejo el uno del otro. El hombre, cuerpo y alma, lugar de conjunción de contrarios, no es sino una demostración de la infinita correspondencia de estos dos planos. La analogía vive dentro del hombre, pero va más allá de él. Pareciera que para Baudelaire, el hombre no es la medida de todas las cosas, sino tan sólo un testigo del misterio de la vida.

La revolución en el arte escénico que tuvo lugar en la época de este poeta afianzó su creencia con respecto a la analogía universal y lo llevó a reflexiones profundas acerca de la correspondencia entre las diversas artes. Otros románticos ya habían hecho la asociación: Liszt compuso su Poema Sinfónico; Novalis concibió el universo como una escritura, al mismo tiempo que un edificio y una sinfonía. Sin embargo, fueWagner quien despertó en Baudelaire la inquietud por la relación entre la poesía y la música. Gracias al músico poeta, Baudelaire aprendió que el lenguaje de la poesía y el de la música operan recíprocamente. Cuando la capacidad de expresión de la poesía se agota, la esfera de acción de la música comienza a operar en la creación. Después de escuchar y de leer a Wagner, Baudelaire entendió que la obra más completa del poeta es aquella que logra ser una música perfecta. La creencia en que la pureza del mundo es revelada gracias a la correspondencia entre estas dos artes marca profundamente la creación del poeta, y, particularmente, el soneto “Correspondances”. En sus Notas sobre Edgar Poe, el crítico afirma: C’est à la fois par la poesie et à travers la poesie, par et à travers la musique, que l’âme entrevoit les splendeurs situées derrière le tombeau.7

Baudelaire cuenta en su ensayo sobre Wagner y Tannhäuser que el efecto de la conjunción entre la poesía y la música, lo llevó a concebir el soneto de las correspondencias. El poeta tradujo su emoción con la claridad de un mito. En el soneto, Baudelaire parece recordar que, alguna vez, la naturaleza fue transparente para el hombre, que su lenguaje era el mismo. Es por eso que, aún después de que el hombre dejó de entender a la naturaleza, ésta lo contempla y lo llama. Concluyendo, si la naturaleza recuerda al hombre, éste también, en el fondo de sí, es capaz de recordarla. El poeta invoca a la naturaleza diciéndole: Entres bien dans mes yeux pourque je me souvienne de toi.8
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La reine des facultés

Baudelaire


¿Cómo recordar? ¿Cómo acceder a ese lugar oscuro y cifrado que es la memoria? Un hombre o una mujer caminan por una acera de noche, de pronto perciben el olor de una flor y les viene a la mente una imagen clara de su infancia. Una melodía, una textura, un cuadro, un sabor, un olor son capaces de transportar el espíritu hacia lugares remotos y olvidados, inclusive desconocidos. Si el mundo se conoce a través de los sentidos, también a partir de ellos se puede recordar. Para los románticos, recordar es volver a conocer, y la imaginación, el lugar donde confluyen, se sintetizan y corresponden los sentidos, es el lugar para recordar, para conocer, y para crear.

Para los filósofos de la naturaleza, la imaginación es la facultad interior central a partir de la cual se conoce el mundo. En ella confluyen imágenes, sonidos, palabras, signos y sentimientos “para los cuales el lenguaje carece de nombre”.9 Baudelaire va más allá; para él, la imaginación es la facultad creadora del mundo. Es ella quien enseñó al hombre el sentido moral del color, del contorno y del perfume, es ella quien, al inicio del mundo, creó la metáfora y la analogía. La imaginación descompone el mundo y lo reorganiza su caos según el orden que sólo existe en la profundidad del alma. Así, recrea el mundo y produce la sensación de lo nuevo.10 La imaginación acerca al hombre al infinito, revela la verdad primigenia a través del mundo de la posibilidad. Gracias al poder de la imaginación, el hombre se vuelve un pequeño Dios.

Para Baudelaire, la imaginación es la traductora de aquello que parece velado al entendimiento, intuye el sentido profundo de lo que no se logra articular a través del lenguaje. Es cierto que distintas imaginaciones interpretan de manera diferente un mismo referente, sin embargo, dice el poeta, cuando este mensaje es elocuente, las distintas traducciones comparten ideas semejantes. Comparando las interpretaciones que Wagner, Liszt, y él mismo hacen de la obertura de Tannhäuser, el poeta se propone demostrar que la música verdadera sugiere ideas análogas en cerebros distintos.11 Así, al mismo tiempo que surge la multiplicidad, detrás de cada nueva creación persiste la pureza original del mundo. Lo uno y lo múltiple se encuentran en perpetua correspondencia en la imaginación. Ya que cada traducción es una obra nueva susceptible de ser interpretada, la imaginación es la fuerza dinámica que desencadena la constante recreación del mundo.

La imaginación es una fuerza semejante a la que opera el universo. Funciona de manera sintética, analógica e intuitiva, respeta las diferencias y los contrarios, encuentra las reglas del caos, es el reino de la posibilidad. Cada creación de la imaginación, ya sea cuadro, sinfonía o poema, es un nuevo mundo que se rige bajo los mismos principios de unidad que la naturaleza existente. Sin embargo, no es una copia exacta de ella, sino un reflejo de la percepción íntima de su creador. El universo visible es como un repertorio de imágenes y de signos a los cuales la imaginación da un lugar y un valor relativos. La imaginación esculpe la naturaleza desde las profundidades del alma humana, así, reotorga la dignidad al hombre pues le permite acercarse a lo inefable.


C’est cet admirable, cet insatiable instinct
du beau qui nous fait considerer
la terre et ses spectacles comme un aperçu,
comme un correspondant du Ciel.
La soif insatiable de tout ce qui est audelà
est la preuve la plus vivante de
notre immortalité.

Baudelaire


Dada la importancia que ejerce la imaginación en el acto de creación, el acto poético fue considerado como reintegrador, al mismo tiempo que sagrado y literalmente creador.12 En la travesía romántica, la palabra poesía no sólo recupera su sentido original, sino que, gracias al poder transformador de la imaginación, sintetiza el ciclo creación-división-integración-recreación que rige análogamente al universo. Dado que la recreación implica una evolución de la creación inicial, el ciclo universal romántico es ascendente. Mientras que el universo simbólico renacentista es circular, el romántico sigue el modelo de una espiral: “La analogía no va sólo de la naturaleza humana a la naturaleza divina, sino también de la vida del individuo a la evolución de la naturaleza.”13

La naturaleza es un poema desordenado que el poeta recrea, pero el nuevo poema crea, a su vez, una nueva naturaleza, en otras palabras: “Escribir un poema es descifrar al universo sólo para cifrarlo de nuevo.”14 El mundo romántico de la analogía encuentra su equivalente lingüístico en la traducción.

Gracias a la facultad imaginativa, el poeta es el traductor y el recreador del poema de la naturaleza. El poeta intuye el significado profundo del texto que traduce, lo reconoce como un secreto que existía en el fondo de su ser y que tal vez había olvidado. Traducir es in intento por recuperar esa parte alejada de sí mismo. Esta familiaridad con el texto hace que el poeta sea capaz de recrearlo dotándolo de su propia luz. El proceso se invierte pero el resultado es el mismo: traducir es recordar para recrear.

pinedadeavila04.jpg No queda otra opción que la de admitir que el hombre transita en un conjunto de jeroglíficos. Para Hamman, la naturaleza es un discurso, “un poema desordenado” que existe no sólo afuera, sino también en el interior del hombre, y que el poeta debe descifrar. Los discípulos de Novalis son los poetas, los iniciados encargados de descifrar la clave y la gramática de la escritura de la naturaleza, y de restaurar la unidad perdida en la caída. Para Baudelaire, el poeta es el traductor que prolonga y recrea el misterio de la vida. Para no sentirse perdido en el vasto lenguaje simbólico del mundo, en sus confuses paroles, el hombre interpreta la naturaleza según lo que siente, intuye y conoce. Baudelaire recuerda que Lavater, al limitar la demostración de la verdad universal al rostro humano, tradujo el sentido espiritual del contorno, la forma y la dimensión. En este sentido, el poeta también comparte la convicción de Wagner de que la música debe hablar el lenguaje del sentimiento.

Es reconfortante pensar que el mundo puede ser amoldado, traducido a la sensibilidad del hombre, aunque, a causa de la conciencia de esta limitación, el lenguaje del arte se impregna de melancolía. La traducción, para Baudelaire, es la manera más humana de intentar la reintegración del hombre con la naturaleza. La única salvación del hombre en la confusión de los símbolos es aceptar su papel de traductor. Aunque el resultado no sea una calca exacta del original, la traducción, crítica y creadora a la vez, acerca al poeta a la verdad oculta de sí mismo y del mundo.

El dinamismo de la traducción provoca la transformación del hombre y la naturaleza. El hombre, ya más lúcido gracias a lo que el texto de la naturaleza ha despertado en él, recrea, a su vez, el texto del universo que lo rodea, haciéndolo un poema cada vez más cómplice e íntimo. Aunque el poema cambiante del mundo no llegue nunca a ser completamente descifrable, el hombre, también en constante transformación, puede familiarizarse con él. El poeta de alma pura, buena voluntad o espíritu clarividente, es el traductor para quien los símbolos del mundo son menos oscuros.

Ya que los referentes del mundo no son claros, traducción no puede ser igual a transliteración. Es, en cambio, un intento por expresar lo indecible, una aproximación a un texto ideal, un ejercicio crítico de interpretación y de reconstrucción, un mundo hermenéutico ilimitado. Como la naturaleza es un texto infinito, su traducción también lo es.

Detrás de la explicación del mundo como un sistema de correspondencias, del culto a la imaginación como su fuerza creadora, del esfuerzo por recrear el universo en un poema, existe siempre la búsqueda de lo inefable, de lo bello. Para Baudelaire, lo bello es la verdad oculta del poeta y del mundo, no lo que se asume como natural y aparente. Lo bello reside en las tinieblas, en lo inaccesible.

El poeta, frustrado cartógrafo, se sabe un condenado buscador de tesoros. No obstante, su melancolía guarda la tímida esperanza de que sus poemas lo acerquen a la pureza oculta del mundo. En este sentido, existe un valor moral detrás de la poesía pues es un intento de descubrir la verdad, de reintegrarse a la unidad del mundo infinito, es decir, al bien supremo.

pinedadeavila05.jpg A través de la poesía, el poeta se vuelve el creador de nuevos mundos que a su vez serán la fuente de otros. El poeta participa del ciclo infinito del universo. Los poetas de la analogía fueron traducidos por Baudelaire, y este poeta ha sido traducido por muchos otros. Forma parte de la tradición de los traductores de lo inefable. Paradójicamente, lo inefable ha sido expresado en las creaciones de muchos poetas, ha sugerido múltiples teorías y ha inspirado reflexiones por muy diversos caminos…

La encrucijada romántica abarcó todos los aspectos del hombre, su universo tanto interior como exterior, sus formas de conocimiento y de sentimiento, sus modos de expresión. Los románticos llegaron a tal extremo que se vieron limitados por su propio lenguaje. Esto, sin embargo, no desacredita su ejercicio poético inseparable de su lucidez crítica. El siglo XX heredó muchas de las preocupaciones románticas. En particular, los estudios literarios se han nutrido de su experiencia, y han llegado a plantearse preguntas interesantes. De la multiplicidad de textos que surgen del intento de desciframiento de la naturaleza, ¿será posible concluir, que el verdadero autor de un poema es el lenguaje, puesto que tanto el poeta como el lector son tan sólo dos momentos existenciales de éste? ¿Si el mundo es un texto en movimiento, recreado por un poeta-traductor, el texto único, así como el autor, desaparecen? Resulta paradójico a primera vista que los románticos, que creían tan firmemente en el genio, inspiraran problemas que llevarían al hombre mismo a replantear la condición del creador frente al lenguaje. Creo, sin embargo, que las contradicciones y las rupturas no son tales, sino quizás un orden oculto en el caos, un patrón desconocido por el hombre pero que existe dentro de él y que es necesario explorar para llegar a conocernos.


 


  Ilustraciones:
Citlalli Rojo, Escuela Nacional de Artes Plásticas


1 Cfr. Abrams.
2 Cfr. Béguin, Albert, El alma romántica y el sueño, p. 91.
3 Nouet, Études littéraires. L’hermétisme dans la poésie française modèrne, p. 15.
4 El poeta es un ruiseñor que se sienta en la oscuridad a alegrar su soledad con dulces cantos.
5 Un alma colectiva que interroga, que llora, que añora, y que algunas veces adivina.
6 El cielo es un hombre inmenso y que todo —forma, color, movimiento, número, perfume—, en lo espiritual como en lo material, es significativo, recíproco y correspondiente.
7 Es al mismo tiempo por medio de la poesía y a través de la poesía, por medio y a través de la música, que el alma vislumbra los esplendores situados detrás de la tumba.
8 Penetra en mis ojos para que me acuerde de ti.
9 Cfr. Béguin, p. 88.
10 Cfr. Baudelaire, La reine des facultés.
11 Cfr. ibid., Wagner et Tannhäuser.
12 Cfr. Béguin, El alma romántica y el sueño.
13 Ibid., p. 87.
14 Paz, Los hijos del limo, p. 396.