No. 114/CRÓNICA |
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Devoción de la Santa Cruz en el pueblo de Iztapalapa |
Beatriz Ramírez González |
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, UNAM |
3 de mayo, día de la Santa Cruz en Iztapalapa. El Santuario del Señor de la Cuevita poco a poco se va llenando para escuchar la misa de mediodía: del lado derecho, frente a la entrada lateral, se encuentra una réplica en tamaño natural del Señor del Santo Sepulcro, protegida por una urna de cristal; a su espalda la Virgen de los Dolores y una enorme cruz blanca adornada con un listón también blanco, como muchas de las que llevan los asistentes. En el altar mayor aparece el sacerdote y se dirige a la entrada del Santuario para recibir la procesión de la mayordomía de la cera, una de las encargadas del culto al Señor de la Cuevita y que ha llegado con una gran cantidad de cruces adornadas, estandartes, dos réplicas pequeñas del Señor del Santo Sepulcro y una banda de música que entra a la iglesia para tocar las mañanitas dispersando un eco estremecedor hasta las bellas cúpulas del templo, decoradas con pinturas sobre la vida y muerte de Jesucristo, hechas a fines del siglo XIX por Anacleto Escutia. Mientras la gente termina de acomodarse y la banda toca otra melodía, se escuchan de fondo incesantes campanadas.
Después de la bendición, el sacerdote recuerda el origen de la devoción a la Santa Cruz, cuando Santa Elena encontró, a mediados del siglo IV, la cruz de Jesucristo en el lugar donde fue crucificado.
Recuerda entonces el sacerdote cómo se ha hecho costumbre en México que este día sea especialmente celebrado por los albañiles. Al final de la misa, todas las cruces son bendecidas. Afuera del Santuario esperan ya otros mayordomos, los del Señor de la Cuevita que han llegado igualmente con sus réplicas, sus cruces y una banda de música para celebrar la misa en que también recuerdan la aparición del Señor de la Cuevita en Iztapalapa. Por la tarde la misa será para la mayordomía del 3 de mayo. Cada mayordomo en su casa invita a comer a sus acompañantes. En todo el mundo cristiano se celebra esta fecha para rendir culto a la cruz de Jesucristo, y a México llegó la tradición con los conquistadores españoles para sincretizarse en una fiesta que remite también al culto mesoamericano a los cerros en relación a algunos dioses como Tláloc, y que marca el inicio del ciclo agrícola. De esta devoción inicial encontramos testimonio en la historia escrita por fray Gerónimo de Mendieta a fines del siglo XVI:
En Iztapalapa no faltó una enorme cruz en la cima del cerro de Huizachtepetel, luego llamado de la Estrella, en el lugar donde en tiempos prehispánicos se celebró la ceremonia del Fuego Nuevo, en el templo que fue destruido y sustituido por la cruz que aparece en los mapas coloniales. Ahora hay allí una moderna cruz de concreto. El cerro fue también posteriormente un punto de reunión de las llamadas brujas, según las creencias de los habitantes de Iztapalapa, referidas por el señor Jorge Ávila Domínguez, miembro del comité organizador de la Semana Santa en Iztapalapa:
Relata el señor Ávila que primero la cruz fue de madera y fue bendecida por los misioneros que vinieron y luego se sustituyó por la de concreto. Cada barrio recibió una cruz para su capilla. Esta nueva cruz parece estar en el mismo lugar que muestran los mapas antiguos. En cuanto a la devoción a la cruz por parte de los albañiles, ésta tuvo su origen casi desde el principio de la Colonia, cuando los gremios formados empezaron a fundar cofradías para estar unidos por la fe y no sólo por cuestiones laborales. Pero como éstas dependían de las aportaciones de sus miembros para poder cumplir con los fines establecidos en sus constituciones, no todos los gremios pudieron fundar cofradías.
En Iztapalapa existió una cofradía de la Santa Cruz, aunque al parecer no formada por albañiles, pero su única referencia se encuentra en el Auto de Visita de noviembre de 1683, cuando el arzobispo don Francisco de Aguilar realizó una visita general de su arzobispado para conocer las condiciones del culto en cada pueblo. En el caso particular de Iztapalapa se dejó asentada en el respectivo Auto la siguiente nota:
No hay mayores datos sobre esta cofradía, pero sabemos que la devoción a la Santa Cruz en Iztapalapa continuó en el pueblo entero y con ella están relacionadas directamente las diferentes mayordomías del Señor de la Cuevita, imagen cuya veneración tiene su origen precisamente el día 3 de mayo de 1723 cuando, según cuenta la leyenda, un grupo de personas provenientes de Oaxaca llegaron por la noche del día 2 de mayo al pueblo de Iztapalapa con una imagen de Cristo que traían a la ciudad de México para ser restaurada, ya que se encontraba muy deteriorada; se quedaron a descansar en las faldas del cerro de la Estrella y al día siguiente, cuando despertaron, vieron que no estaba la imagen, al buscarla la encontraron en una de las cuevas del cerro, al querer sacarla se dieron cuenta de que se había restaurado por sí sola y que además, a pesar de todos los esfuerzos, no podían moverla, por lo que interpretaron que quería quedarse ahí. El acontecimiento significó un milagro para la población del lugar y de inmediato empezaron la construcción de su primera capilla. Años después, en 1736, se fundó la cofradía del Santo Sepulcro en la cueva llamada de Jerusalem, donde había sucedido el milagro. Esa cofradía tenía entre sus egresos el gasto en la elaboración de unas imágenes de Jesucristo que regalaban a todas las personas que dejaban limosna en la capilla del Señor de Iztapalapa. Recordemos que uno de los caminos principales en ese tiempo era la calzada de Iztapalapa que conducía de la ciudad de México hasta Puebla, pasando por Mexicalcingo y por las faldas del cerro de la Estrella, por lo que para sus transitantes era casi obligada la visita a la capilla del Señor de Iztapalapa o del Santo Sepulcro, ahora llamada Santuario del Señor de la Cuevita. Poco tiempo después, en julio de 1783, el Papa Clemente X concedió indulgencia plenaria “y remisión de todos sus pecados a los fieles de uno y otro sexo que cada un año en día de la Ymbension de la Santa Cruz visitaren la Yglesia del Santísimo Christo de Ystapalapa.5 La cofradía del Santo Sepulcro cubrió la cantidad de “ocho pesos que tubo de costo del pase y declaración de la Bulla en que su santidad concede a todos los fieles que vicitaren la Hermita o capilla en que se venera dicha santísima ymagen del Santo Sepulchro Yndulgencia Plenaria en el día que señala […]”.6 En agosto de 1804, siendo cura de Iztapalapa don Manuel de Burgos, nuevamente fue visitada la parroquia del pueblo, ésta vez por el arzobispo don Francisco Javier de Lizana, quien determinó lo siguiente: “[…] que no se celebre en Altar en que además de Ara no haya Crucifixo de bulto según lo expresamente mandado en Bula por el señor Benedicto XIV […]”.7 Así que, independientemente de la devoción voluntaria a la Santa Cruz se volvió obligatoria la presencia de un crucifijo en toda celebración religiosa.
La devoción al Señor de la Cuevita aumentó desde que éste atendió la súplica de detener la epidemia de cólera morbus en Iztapalapa, en el año de 1833; en agradecimiento sus pobladores prometieron, en el mes de septiembre de ese año, representar la crucifixión de Cristo cada Semana Santa. Desde entonces, cada mes de septiembre se celebra una festividad que involucra a todo el pueblo para recordar el milagro y la promesa, y ésta se cumple justamente en Semana Santa, cuando en el viacrucis se colocan diversas cruces y en el cerro de la Estrella se lleva a cabo finalmente la representación de la crucifixión, que se ha convertido en una de las más importantes incluso a nivel mundial. En 1999, el carácter distintivo de la celebración estuvo dado por un incidente,
La devoción fue mayor que el incidente y éste fue superado. Acudieron como cada año cientos de nazarenos a llenar de cruces el camino del Jesucristo iztapalapense. Ahora, además, hay una enorme cruz que donó el Papa Juan Pablo II en su penúltima visita a México y que fue colocada al pie del cerro de la Estrella, por la avenida Ermita Iztapalapa; es la misma que estuvo en el altar de la misa que ofició el Papa en el autódromo Hermanos Rodríguez de la Ciudad de México. Para la celebración de la Semana Santa existe un comité organizador, y para las festividades del mes de septiembre y del 3 de mayo en el Santuario del Señor de la Cuevita, hay varias mayordomías: la de la cera, la del 3 de mayo, entre otras.9 Todas ellas han funcionado desde hace mucho tiempo y cada año participan, de una u otra manera, en esa devoción a la Santa Cruz que ha significado un importante motivo de cohesión social en el pueblo de Iztapalapa.
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Fotos: Mario Vázquez Nájera (Delegación Iztapalapa) |
1Apendini, Guadalupe. “Visitantes a la Catedral del Santo Sepulcro”, en Excélsior, lunes 3 de julio de 2000, p. 2-B.
2Mendieta, fray Gerónimo de, Historia eclesiástica indiana, J.G. Icazbalceta ed., México, 1870, pp. 159-160. 3Bazarte, Alicia. Las cofradías de españoles en la ciudad de México, UAM-A, México, 1989, p. 37. 4Libro de visitas, en Archivo Histórico del Arzobispado, L 10 A/1, fs. 9-11 v. 5Rodríguez, Jesús María. Trono de nuestro Señor de la Cuevita, sin pie de imprenta, México, pp. 19-20. 6Libro de cuentas de la Cofradía del Santo Sepulcro, en Archivo Parroquial de Iztapalapa, 1736-1740, f. 10 v. 7Libro 11 de bautismos, en Archivo Parroquial de Iztapalapa, 1795-1806, fs. 122-123 v. 8La Jornada, viernes 2 de abril de 1999, p. 38. 9Véase Rosa Blancas, Ángel de la. La cuevita del pueblo de Iztapalapa, proyecto editorial Late Iztapalapa IV, México, 1999. |