Cierto día, viendo el televisor, al momento de escuchar un fastidioso GRRR en una película de naves espaciales, decide salir a recorrer las calles del centro. Se pone el sombrero, toma la bicicleta y, sujetándola hasta con los dientes, comienza a bajar los 64 escalones que lo llevarán hasta la calle 64, número perfecto para hacer una analogía con el número exacto de las combinaciones del hexagrama, porque cada escalón es una posibilidad diferente, y porque en cada escalón, al recorrerlo, las circunstancias mutan o varían dependiendo de la forma de pisarlo. Mordiendo intensamente, desciende con el sonido de la morralla en su bolsillo en respuesta a una pregunta formulada para sí. Seis pasos concluyen la pregunta y es así, acto siguiente, como resbala en el escalón número 29 o El Abismo.
Entonces cae, y podríamos decir que se resquebraja los dientes con el girar constante que es la vida, o mejor dicho, se resquebraja los dientes con el girar, no tan constante, de una rueda que presiona contra su boca. En otra boca, la del estómago, un pedal se incrusta, y es en respuesta a esto que exhala fuertemente, yo diría que tanto como un ciclista fatigado, pero ni siquiera eso, pues ni está fatigado, ni es ciclista, porque para estar en cualesquiera de las dos situaciones se necesita: a) haber realizado un gran esfuerzo físico durante largo rato; b) montar la bicicleta y no que la bicicleta lo monte a uno.
—El Abismo. Agua sobre agua— ésas serían las dos cosas en las que hubiera pensado si supiese acaso de la combinación número 29 del hexagrama; pero dando por la hecho que desconoce la existencia del Libro de las Mutaciones, la analogía de este juego con los escalones de su edificio en el centro, las rectas y cortadas (los yang y los yin) que las tres monedas en su bolsillo iban trazando en cada paso; simplemente piensa en el interlineado que hace el agua desde la gotera hasta su escalón predilecto, el abismo que le ha escogido para que resbale, para que caiga y al golpearse se resquebraje los dientes y exhale fuertemente, o dicho de otra forma, emita un sonido similar al de Chubaca en La Guerra de las Galaxias, película que tantas ganas le dio, cierto día, de salir a pasear, con sombrero y bicicleta, por las calles del centro.
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