Nimbo
(fragmento)
vas por lluvias secas, en orificios encarnándote al final del laminado —allá donde te empuja la caída del agua enuncias la fuerza del muñón—, dices que no eres sal, somos, dices, cadáveres en la hoja, no para llamar a los cuervos —ellos vendrán—, para saber si llego a dibujar el tacto roto, a palpar con sólo abrir mi puño —como una tarde y su horca—, el arrasamiento, si la mano izquierda hace posible crispar las huellas en cada uno de los dedos, caerán como la manta que nos cubre el medio día, como los huesos de tu rostro pegados a tu carne sino lo gris de quien te huele, agrietando los alvéolos, dime, en qué pasillo perdimos la cabeza, nada hay fuera que no sea inmovilidad, como si mirar desde mi silla opacara la luz que enfría tus tobillos, prefiero adivinar su no pulso, el color de la aspereza se vuelve más hacia lo claro, para que él salga, lejos de las voces donde descansa tu cuello, con un levísimo zumbar esparces lo que esperas, lo que nombro en minúsculas, porque no es arritmia lo escrito, ni somos esto, donde busco descanso
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