No. 159/EL ALUD PÚRPURA/MESA 6


 

Nadia Escalante Andrade

 

 



Elegía
 

A mi padre en la desconocida Cundinamarca


I
Miríadas de espinas, tu nombre:
voz sobre un puente derrumbado.
Ha muerto Eliseo Madiedo y
pronunciar Cundinamarca es nombrar el silencio.

El río surge,
corre,
muere, desaparece entre la arena que no escucha;
hasta hoy mi espalda se descarga de tu muerte:
ya no te conozco.
El epitafio de tu sombra me apellida.

La garganta me aprieta de no reconocerme,
nunca he escuchado estas palabras,
nunca he visto estas manos,
esta tierra que florece como un muerto.
El día enterrado bajo el párpado seco
brota, caliente manantial,
en las últimas noches cuando me he preguntado
si la muerte me es conocida,
si mis ojos han enterrado a mis vivos o los riegan

como a plantas moribundas.
Eliseo, tu nombre.
Las ratas roen los cimientos de mi casa.
Madiedo suena a un conocido crepitar,
no lo recuerdo con exactitud.

Leonardo, me digo a mí mismo sin creerlo,
entre precipicios volados y la calma de la aguja
que bordó este nombre en el pañuelo.




10.jpgII
Padre,
mi oración renueva las flores de tu entierro.
Mas tu lejanía
no se resuelve en las ondas de sonido que me tocan
la voz
sin tu voz que la sostenga.

Soy un árbol sin raíces,
plantado en la vida sin la muerte
ni sus muertos que no escuchan.

Pero existe otra pena
más allá de la del árbol y del pájaro sin canto:
la del canto que se pétrea en la garganta
y no entiende las horas ni el aire,
fuego frágil que se astilla en un vacío de siete cielos
como el de una mano y dos ojos
para siete vidas sobre el papel que te recuerda;
pero sólo una es tu muerte,
sólo una,
irremediable como esta vida que te ha acogido en su garganta.


Nadia Escalante Andrade (Mérida, Yucatán, 1982). Estudió la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Veracruzana. Actualmente es becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía. Su trabajo aparece en antologías y revistas nacionales.