Carrusel / Bajo Cubierta / No. 215
Devenir-es: El sueño de toda célula, de Maricela Guerrero
Maricela Guerrero
El sueño de toda célula
Ediciones Antílope
México, 2018, 117 pp.
Nuestra existencia se da a través de conexiones, de sucesiones, de convergencias. La cohesión es el estado que permite que se entrelacen para expresar sus combinaciones en formas complejas, distintivas y, al tener cierta duración en el tiempo, fuertes. Maricela Guerrero (Ciudad de México, 1977) exploró lo anterior, con agudeza creativa, en su libro Se llaman nebulosas (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010). En él dejó en claro que no había posibilidad para el individuo sin su vínculo anterior inmediato: el otro. Es decir, la singularidad es sólo una conformación más que constituye la pluralidad de la vida y del mundo, y por ende, la retroalimentación es su condición primera.
Sin embargo, en su nuevo poemario, El sueño de toda célula (Ediciones Antílope, 2018), la autora va más allá de la mera interacción entre seres humanos para establecer que lo vital persiste, se comunica, se defiende y se transforma a partir de las potencias que cada organismo mantiene entre sí y desde sí; por tal razón, el título remite directamente a la famosa sentencia del biólogo Jacques Monod: "El sueño de toda célula es ser dos células"; de ahí que la preocupación principal de la poeta sea, entonces, la de poner de relieve en sus poemas la necesidad de salvaguardar la vida (en) común.
El libro está dividido en cuatro partes: "Maestra Olmedo", "Reino plantae", "Lobos: lecciones de cuidado", y "Reino linguae". Si tomamos por cierto que la idea que rige la estructura del poemario es la multiplicación de la vida (el devenir en tanto "moverse hacia" como "transformarse en"), entonces podríamos leer cada apartado como los espacios en los que habita cada poema-célula para seguir reproduciéndose y por los que lucha para existir: el espacio del aprendizaje, la deuda con el otro y el agradecimiento; el espacio de la comunicación vegetal, es decir, del intercambio energético para subsistir y conformarse; el espacio del cuidado de nuestros semejantes y de nuestro entorno frente a la violencia y la sustracción; y por último, el espacio de las lenguas que —así como todo ser vivo frente a la imposición de homogeneidad de un elemento extraño (o extranjero)— fortalecen sus lazos para potenciarse, evitando su destrucción o aniquilamiento.
Asimismo, a lo largo del libro los poemas se autorrefieren con cierta constancia para hacer explícita la interconexión que los sostiene como entidades compuestas; en otras palabras, los poemas se constituyen en sucesión para formar cadenas de sentido cada vez más grandes (del fonema a la sílaba, de la sílaba a la palabra, de la palabra a la frase, de la frase a la oración, de la oración al discurso, etcétera), y así expresarse como eslabones organizados y no como unidades aisladas. A causa de lo anterior, Maricela Guerrero no crea (ni cree en) una división entre la lengua y el objeto que designa o al que intenta asir en su plenitud, sino que efectúa un empalme entre una y otro por estar unidos como las líneas de una mano o las de una hoja, justamente porque toda lengua es una conexión.
El sueño de toda célula es, sin duda, un feliz acontecimiento dentro de la literatura mexicana contemporánea; es un poemario impelido por la conciencia de la necesaria mutualidad entre todo aquello que respira (tal como lo realizó, de otra manera, la poeta norteamericana Juliana Spahr en su libro This Connection of Everyone with Lungs); es un texto que se enuncia muy lejos del pesimismo y drama líricos para subrayar los compromisos éticos y políticos con nuestras células inmediatas y mediatas, porque es gracias a ellas que nosotros devenimos esos superorganismos llamados comunidad y ecosistema. De alguna forma, Maricela Guerrero retoma la visión vitalista de Baruch Spinoza, el famoso filósofo holandés del siglo XVII, que propone entender a Dios de una manera panteísta: a partir de la materia (la naturaleza) y de su vinculación (el amor) para componer infinidad de estructuras (incluyéndonos), con el propósito de disminuir nuestro miedo y así aumentar nuestra potencia de obrar gracias a la magna organización de más células que sueñan con engrandecer y dignificar nuestra vida.