Movimiento / No. 217
A una pelea en Iztapalapa
A José Gurrea
Harto de los signos de la noche,
de los asteriscos
que se anuncian como estrellas,
camino por este barrio
de ventanas y paredes
carcomidas por el tiempo y los grafitis.
Realmente cansado
de la turbia especie de obscuridad,
juego a preguntarme
si mi sombra es igual de resistente
que la construcción de mi cuerpo.
Camino por estas calles,
y la esperanza es una sonata desafinada
que aúllan los perros,
los hombres desconocidos cruzan la avenida
para golpearnos,
la respuesta es levantar un grito
como una bandera de furia,
para que los nudillos hablen el idioma de los golpes,
pienso en la madre del varón que golpeo,
es la hora de la violencia
y mis manos están cansadas
y los puños se incrustan en las costillas.
Pienso en mi madre
hablando al novecientos once
preguntando por su hijo trigueño
de un metro ochenta y tres,
y pienso en la sangre de mi compañero
como un ritual que se ofrece a la muerte.
Cansado, realmente estático,
se revela la fragilidad de mi espíritu,
de mis dedos que responden
como animal herido,
de mi palabra que funda
un templo de odio
en este viento de madrugada.
Pienso que en este barrio
sólo seré una anécdota
una descarga de violencia
cayendo de un gotero de alcohol.