Juego / No. 219
Cálculos de un sábado
A Lucrecia Hernández
Ya tu imagen se suma a la concordia
de cubos que resguardan tallos líquidos
al helar los océanos de coñac,
en donde bebe perspectiva el ojo.
Las coloreadas luces hechas peces
—proyección de las fichas en el vaso—
figuran un gluglú de efervescencia,
por el que sube al ras de la acrobacia
—mientras sostiene la respiración—
el comodín estático en la mesa;
cerca sigue al calor de la bombilla
una flor imperial al tiempo que abre,
cautiva bajo el lente o cenicero
—que resguarda trebolados microbios—
o bien diseccionada con premura.
Si tu reflejo está cabeza abajo
la sangre se le sube y lo colora
reina ya de diamantes, corazones,
del naipe cristalino que se colma.