Criticón / No. 227
25 minutos de inmersa incomodidad
Mirada incómoda (personas pequeñas)
Dirección: Alfonso Cárcamo
Presentada vía Zoom
3 de diciembre 2020
La única condición que nos une como seres humanos son nuestras diferencias. Paradójicamente, ellas nos permiten reconocernos e identificarnos, pero también edificar altos —y sobre todo inexpugnables— muros de exclusión. En ellos las personas con discapacidad ocupan un espacio de esa inmensa superficie que pobremente levantamos.
Mirada incómoda (personas pequeñas) es una obra encabezada por Sofía Olmos y Alfonso Cárcamo, quienes buscan, a través de una experiencia inmersiva, ponernos en el lugar de las personas con acondroplasia, es decir, aquellos de talla baja, y así sumergirnos cotidianamente en las desazones que sufren. Sin embargo, debido a la pandemia ocasionada por el SARS-COV-2, la experiencia se limitó a un vídeo de 25 minutos transmitido en las redes sociales de Teatro UNAM a través de Zoom.
La obra plantea cinco escenarios que buscan incomodar al receptor a través de miradas y tratos discriminatorios hacia personajes de baja estatura. Las cinco puestas en escena exponen diferentes formas de estereotipar a las personas pequeñas, ya sea porque se les ve "graciosas" y por ello "más adecuadas" para interpretar a un personaje cómico, o porque las personas de talla regular se sienten con el derecho a cargarlas y pedirles fotos esperando que no se molesten.
Mirada incómoda fue escrita por Sofía Olmos y Alfonso Cárcamo, y dirigida por este último. Los primeros tres actos son completamente inmersivos, pues los asistentes somos objeto de la mirada burlona de una directora escolar (Mely Kundera) y de un profesor (José Jaime Argote) que intenta ser políticamente correcto, pero que al final solicita nuestra complicidad para participar en una pastorela como diablitos para darle "ese toque" de comedia. Por otro lado, un médico (Jhonatan Madrigal), desde la ignorancia sobre la acondroplasia, asume que no puede atendernos salvo por un diagnóstico rápido y desinteresado. Finalmente, nos hallamos en medio de una ruptura amorosa donde nuestra novia (Cristal Cuevas) nos recrimina todas las vergüenzas que recibió durante la relación.
El cuarto acto es un video en 360º realizado por Alejandro Bernal y Esteban Contreras. Mientras estamos sentados en un parque, unos niños con sus padres nos interpelan consecutivamente: "eres feo", "¿te puedo tomar una foto con mi hijo?", "no te enojes, ni te estamos haciendo nada", "yo pensé que la gente enana era buena onda". En el último acto, la sonriente Sofía Olmos nos cuenta un sueño, interpretable como el anhelo de que todas las personas seamos iguales a pesar de nuestras diferencias.
En su difícil y ambicioso trabajo, Cárcamo logra, a pesar del confinamiento, tumbar aquellos obsoletos muros de la discriminación para abrir los ojos de los espectadores, a través de la inmersión, ante la posibilidad de vivir individualmente la mirada excluyente de la sociedad, de deconstruir nuestro cuerpo y de experimentar detrás de una pantalla sensaciones de otra naturaleza. Más allá de esto, la reflexión introspectiva que detona la obra, desde lo personal hasta lo colectivo, tiene implicaciones no sólo sobre la acondroplasia, sino también sobre cómo tratamos a las personas con otras diferencias —Down, Asperger, autismo, ceguera, hipoacusia—, socavándoles la dignidad.