Carrusel  | Bajo cubierta / No. 230

Tras el fundido a negro
Monica Hesse
Se fueron a la izquierda
Nube de tinta
México, 2021, 348 pp.


Los escritos sobre la guerra y sus consecuencias normalmente se centran en el momento del estallido. La imagen grande. Las cifras aterradoras. Pero de tan aterradoras llegan a generalizar, a abstraer. Por eso preferiría acercarme a ver las astillas de los vidrios volados por ese estallido, acercarme y ver qué reflejan.

Se fueron a la izquierda, novela de la periodista estadounidense Monica Hesse, es el recuento en primera persona de una sobreviviente del Holocausto que logró persistir gracias a su oficio como costurera y a su convicción de volver a reunirse con su hermano Abek. Después de que Gross-Rosen, el campo de concentración donde pasó los últimos tres años de la guerra, fue liberado, Zofia emprendió un camino que no acabó en casa, sino que la llevó de regreso a Alemania a un campamento de refugiados y a intentar seguir los probables pasos de un hermano al que quizá ya no podrá reconocer. En medio de esta lucha por recobrarse a sí misma, a su memoria y a su pasado, conocerá en Föhrenwald a Breine y Esther, quienes se convertirán en sus amigas, y a Josef, un hombre misterioso que le provoca la sorpresa de que el cuerpo se recupera, de que incluso después de romperse puede gravitar alrededor del amor, de la añoranza del amor: “Pensé que no tenía cuerpo suficiente como para fabricar ese sentimiento”.

No hace falta leer más de 20 páginas para saber que el camino de este libro es diferente al de muchos en su género; es una imagen sencilla, pero que nos sitúa en un conflicto particular de esta historia. Zofia cuenta que fue rescatada por un soldado ruso, pero al momento se desmayó. “Tuve suerte”, cuenta, porque al despertar se percató de que ya habían entregado todas las raciones de carne enlatada y chocolate. “Nuestros estómagos estaban demasiado débiles para comer alimentos sustanciosos. Vi cómo personas que habían sobrevivido meses con una papa al día comían carne y no volvían a levantarse. Nos habían liberado y aun así seguíamos muriendo por docenas”.

¿Cómo se vive después de haber sobrevivido lo insobrevivible? ¿Podría la libertad representar un reto después de haberla perdido por tanto tiempo y de manera tan absoluta?

La popularidad de la ficción sobre el Holocausto es un tema que me fascina. Se habla de él como el mayor crimen de la historia moderna, un acto brutal. Sin embargo, no dejan de publicarse historias sobre él. Pero éstas tienden a enfocarse en los campos de concentración, los trabajos forzados y los horrores de la guerra, y suelen tener su punto final al momento en que los campos son liberados. Entonces el lector rellena como puede lo sucesivo, probablemente de forma positiva: ¿qué puede, después de todo, ser peor?

En un artículo publicado en The Atlantic sobre la incómoda relación entre la literatura y el Holocausto, Menachem Kaiser, estudioso del tema y cuya familia fue desplazada de Sosnowiec, Polonia, al igual que Zofia, escribe: “La literatura nos afecta en formas que ni lo más brutal de la historia a veces puede. Vivifica e impulsa un evento hacia lo personal e inmediato sin importar qué tan alejado esté geográfica y psicológicamente”. Pero un libro como Se fueron a la izquierda no sólo perturba íntimamente, también consuela de una manera profunda. Al nombrar individuos y narrar desde la primera persona historias, deseos y corporalidades, crea intimidad. Nos implicamos porque nos reconocemos.

Al final del libro se incluye una glosa titulada “Nota sobre historia e investigación”, en la que Hesse explica cómo concibió esta historia y su proceso, y que funciona como una especie de justificación. Más alla de lo interesante que pueda ser esa adición, su necesidad recae en una cuestión de sensibilidad. Es difícil hacer zoom en la foto histórica y contar el dolor tan particular de una cara borrada por el tiempo. Un mero registro histórico es valioso por la información, la leyenda “basado en hechos reales” nos impacta, pero esos registros no comparten con detalle los pensamientos y las dolencias. Ahí es donde entra el trabajo del escritor. Ahí es cuando se aprecia el oficio de Monica Hesse. La autora detalla los archivos que visitó y los testimonios que leyó; incluso, los nombres de sus personajes provienen de documentos históricos. Y aunque se agradece la minuciosidad de su indagación histórica, también se valora la enorme tarea que implica la investigación de la realidad humana, del dolor, de la exploración de la pérdida, de la obsesión con seguir adelante, de coser las piezas rotas de cada persona. Me imagino a Hesse hurgando en lo más doloroso de sí y llevándolo al extremo: hay que imaginarse el hambre extrema, la destrucción del cuerpo, la culpa de sobrevivir aunque no hayamos estado en una situación histórica límite.

¿Qué de “nuevo” propone Se fueron a la izquierda? Quizás el enfoque en el cuerpo, en lo que viene después del “y vivieron felices para siempre” —¿es posible después de vivir algo así?—, en el chocolate como veneno, en lo que pocos cuentan porque la película ya se fundió a negro, en lo menos estrepitoso porque se trata de gente común —desgarrada por algo que no debería haber sucedido, pero gente común después de todo— intentando no sólo sobrevivir, sino amar, disfrutar la vida, volver a sentir los músculos que se mueven por la risa y que se habían dormido por falta de uso. “La ausencia de dolor no es lo mismo que la presencia de felicidad.

Se fueron a la izquierda fue publicada originalmente en 2020 por Little, Brown and Company. Su versión en español, traducción de Darío Zárate Figueroa, fue publicada en 2021 por Nube de tinta, sello de Penguin Random House Grupo Editorial. Este sello, según su propia definición, publica “ficción y no ficción con vocación de albergar historias cercanas y que emocionen”. Me gustaría detenerme en el adjetivo, el cual nos remitiría a algo que podría pasarle a alguien a nuestro lado. Sin embargo, al pensar en una historia sobre el Holocausto, el primer adjetivo que vendría a nuestra mente no sería “cercano”. Pienso en cómo el Holocausto es geográfica y temporalmente alejado, pero en este libro conozco a Zofia y la siento cercana. Vuelvo a Kaiser: “La literatura es complementaria, no antitética, a la historia: permite y, en los mejores casos, obliga a los lectores a universalizar, empatizar, visualizar e imaginar, y no solamente informarse”.

El libro se incluye dentro del género de literatura juvenil. Profundo, pero con una narrativa rápida y fluida que lo vuelve accesible a un gran número de lectores. Más allá de la forma en que Hesse decidió contar la histoira, con un lenguaje directo, pero bellamente trabajado, la autora también demuestra un conocimiento de cómo manejar la trama, cómo lograr interés en la anécdota, en lo que va a pasar: ¿encontrará Zofia a su hermano? ¿Qué pasará cuando se encuentren? ¿Logrará juntar las piezas del rompecabezas que puedan llevarla a él? Y, claro, la trama amorosa: ¿pasará algo entre Zofia y Josef?