Fósforo / No. 233
La oscuridad detrás de Pobo ‘Tzu’
Pobo ‘Tzu’ - Noche blanca
Dirección: Yollotl Gómez Alvarado y Tania Ximena Ruiz Santos
México, 2021
¿Qué pasaría si un día despertáramos y todo lo que conocemos, nuestra ciudad, nuestra casa, nuestras ideas y costumbres fueran borradas de la faz de la Tierra así como así? Pobo ‘Tzu’ nos cuenta esa historia. A través de su narración vemos y sentimos lo que miles de personas padecieron, vivieron y tuvieron que cambiar en su forma de vida.
Chiapas es un estado lleno de cultura y tradición, y es uno de los destinos más bellos para imaginar un momento idílico en una selva en la que abunda la flora y la fauna. Pero todo esto, junto con el ejido de Esquipulas Guayabal, fue afectado trágicamente por la erupción del volcán Chichonal. ¿Cuáles fueron los motivos para que Dios o el destino decidieran que hiciera erupción en ese exacto momento? ¿Diez, cien o mil años después no habrían sido suficientes? Meterse en cuestiones de fe o creencias no basta para responder. En la película es claro que esta pregunta ha estado presente en cada comida familiar o festejo, generación tras generación, y ya forma parte de su cultura y su vida. La historia de la comunidad representa su manera de relacionarse ante la vida, pues al contar sus experiencias, nos adentramos en lo que sintieron por aquel suceso y en lo que continúan sintiendo hoy en día. Vemos la ficción en la realidad: más o menos de lo que se trata esta docuficción.
Tania Ximena Ruiz Santos y Yollotl Gómez Alvarado lograron entrar en la mente de la comunidad. Es notable el esfuerzo necesario no sólo para realizar un largometraje que relatara una verdad enterrada, sino también la fortaleza personal que supuso descubrir el pasado de las generaciones actuales. ¿Qué darían los niños por saber cómo fueron las guerras en las que pelearon sus abuelos o las discotecas llenas de afros a medianoche? Con la realidad que construyeron Ruiz Santos y Gómez Alvarado fue posible.
La narración empieza con una travesía visual del actual Chiapas. Con las tomas panorámicas nos damos una idea del lugar donde viven Román Díaz Gómez y Trinidad Díaz Arias. Ellos demuestran cómo lo que se llama hogar no es dónde se nace, pues a través de las tomas podemos sentirnos en casa, en su casa; sin embargo, constantemente nos recuerdan que hay algo por lo que no pueden disfrutar, algo malo sucedió en su pasado. Comienzan una historia de muchos años atrás, pero no tantos como para no recordarla.
Fotografía cortesía de PIANO
No parecen existir los guiones en la película. Vemos que las emociones y diálogos son tan reales como su historia y que, sobre todo, esta autenticidad genera un sentimiento de aprobación de la película por parte de la comunidad. Nos hablan en zoque, una lengua originaria de la región de los Chimalapas, en Oaxaca, y de la sierra y la depresión central de Chiapas. Y a pesar de que no la hablemos, entendemos todo lo que se dice. Vemos que no estamos alejados de sus palabras, pues compartimos muchas de las que utilizamos en español. La película nos hace pensar que si compartimos idioma, podemos compartir muchas más características, y que lo que se puede llegar a vivir depende del lugar donde nazcamos o nos desarrollemos. ¿Y si nosotros hubiéramos perdido nuestro hogar, nuestro pueblo y nuestra vida?
Las no actuaciones de los integrantes de la comunidad demuestran cómo llegaron a tomar una decisión tan radical: desenterrar un pueblo. Nos adentramos en sus mentes hasta comprender sus motivos, nos hacemos parte de ellos. Tanto, que empezamos a desconocer nuestra verdad, la realidad de la fantasía, el documental de la película.
Esa decisión ya estaba tomada desde mucho antes de que nosotros, como audiencia, pudiéramos comprender qué estaba pasando. Llegamos a la historia cuando ya había terminado. Y vemos que, al término del largometraje, empieza una nueva etapa para el pueblo zoque. ¿Qué hacer cuando hayan vuelto a la vida historias y recuerdos?
El ir y venir de la película nos ayuda a comprender un poco más. Sabemos que algo terrible ocurrió para el pueblo de Esquipulas Guayabal, pero entre el presente y el pasado entendemos que existe un secreto oculto que ni siquiera los habitantes del pueblo logran comprender.
Vemos a Trinidad platicarnos en un lenguaje poético: con sus palabras se forman oraciones incomprensibles, pero tan hermosas que buscarles un significado sería cruel. Pareciera una cuestión del destino que un nombre tan espiritual logre comunicar paz y un entendimiento antiguo y precioso.
Las narraciones de Trinidad van de la mano con la fotografía del documental. Hay en el ambiente una especie de neblina que combina con la oscuridad de la historia. Pareciera que nunca sale el sol y que las flores no hubieran estado jamás en el pueblo, pues ha ocurrido la peor de las tragedias. Pobo ‘Tzu’ explica que la muerte no ocurre sólo a una persona, pues los únicos que tienen que sufrirla son las personas que se quedan.
Muy pronto en la historia, los habitantes deciden desenterrar el pueblo sumergido en la lava. Aunque la intención de rescatar el gran campanario de la iglesia para ganar unas monedas pareciera obsoleta o una simple cuestión materialista, es la razón principal por la cual se lleva a cabo toda la travesía, la película en sí. Aquí la religión mueve las decisiones.
Los habitantes deciden tomar cartas en el asunto e intentan conseguir una nueva forma de vida, una oportunidad utópica. Sin embargo, en el camino vemos que sus motivos cambian. Los sorprendemos hablando de las veces que visitaron las casas de sus amigos, del amor juvenil que aún no los abandona y de cómo sus vidas, sin intentarlo, cambiaron tanto que esos momentos los ven a través de una ventana llena de polvo: están ahí pero ya no son suyos.
Pasan los días, las semanas y los meses, aunque realmente no percibimos cuánto tiempo ha transcurrido. Poco a poco van apareciendo objetos, y con ellos renacen memorias que se van convirtiendo en realidad. Vemos las calles que una vez sirvieron como medio de comunicación, las casas que miles llamaron hogar y esa iglesia tan visitada. Todo se vuelve uno otra vez, se convierte en un anexo más de sus vidas. Arrancan ramas, tierra y troncos; levantan piedras, sillas y llantas.
Pobo ‘Tzu’ es más que una visualización de tradiciones ajenas a nuestra forma de vida. Es tradición en sí. Los detalles, canciones y sonidos se unen para formar una manera nueva de experimentar. La perfección de la fotografía no existiría sin la perfección de la comunidad zoque. Por su parte, Carlos Edelmiro, encargado de la música de la película, nos llenó de angustia y temor, sentimientos que mantenían la historia viva y corriendo.
La aventura representada en Pobo ‘Tzu’ sigue siendo un acontecimiento para muchos, pero no deja de ser el anhelo de un mejor mañana, de una realidad que fue pero que no volverá más, aunque se realicen bailes y se coloquen máscaras de animales abatidos.
Fotografía cortesía de PIANO
Las no actuaciones de los integrantes de la comunidad demuestran cómo llegaron a tomar una decisión tan radical: desenterrar un pueblo. Nos adentramos en sus mentes hasta comprender sus motivos, nos hacemos parte de ellos. Tanto, que empezamos a desconocer nuestra verdad, la realidad de la fantasía, el documental de la película.
Esa decisión ya estaba tomada desde mucho antes de que nosotros, como audiencia, pudiéramos comprender qué estaba pasando. Llegamos a la historia cuando ya había terminado. Y vemos que, al término del largometraje, empieza una nueva etapa para el pueblo zoque. ¿Qué hacer cuando hayan vuelto a la vida historias y recuerdos?
El ir y venir de la película nos ayuda a comprender un poco más. Sabemos que algo terrible ocurrió para el pueblo de Esquipulas Guayabal, pero entre el presente y el pasado entendemos que existe un secreto oculto que ni siquiera los habitantes del pueblo logran comprender.
Vemos a Trinidad platicarnos en un lenguaje poético: con sus palabras se forman oraciones incomprensibles, pero tan hermosas que buscarles un significado sería cruel. Pareciera una cuestión del destino que un nombre tan espiritual logre comunicar paz y un entendimiento antiguo y precioso.
Las narraciones de Trinidad van de la mano con la fotografía del documental. Hay en el ambiente una especie de neblina que combina con la oscuridad de la historia. Pareciera que nunca sale el sol y que las flores no hubieran estado jamás en el pueblo, pues ha ocurrido la peor de las tragedias. Pobo ‘Tzu’ explica que la muerte no ocurre sólo a una persona, pues los únicos que tienen que sufrirla son las personas que se quedan.
Muy pronto en la historia, los habitantes deciden desenterrar el pueblo sumergido en la lava. Aunque la intención de rescatar el gran campanario de la iglesia para ganar unas monedas pareciera obsoleta o una simple cuestión materialista, es la razón principal por la cual se lleva a cabo toda la travesía, la película en sí. Aquí la religión mueve las decisiones.
Los habitantes deciden tomar cartas en el asunto e intentan conseguir una nueva forma de vida, una oportunidad utópica. Sin embargo, en el camino vemos que sus motivos cambian. Los sorprendemos hablando de las veces que visitaron las casas de sus amigos, del amor juvenil que aún no los abandona y de cómo sus vidas, sin intentarlo, cambiaron tanto que esos momentos los ven a través de una ventana llena de polvo: están ahí pero ya no son suyos.
Pasan los días, las semanas y los meses, aunque realmente no percibimos cuánto tiempo ha transcurrido. Poco a poco van apareciendo objetos, y con ellos renacen memorias que se van convirtiendo en realidad. Vemos las calles que una vez sirvieron como medio de comunicación, las casas que miles llamaron hogar y esa iglesia tan visitada. Todo se vuelve uno otra vez, se convierte en un anexo más de sus vidas. Arrancan ramas, tierra y troncos; levantan piedras, sillas y llantas.
Pobo ‘Tzu’ es más que una visualización de tradiciones ajenas a nuestra forma de vida. Es tradición en sí. Los detalles, canciones y sonidos se unen para formar una manera nueva de experimentar. La perfección de la fotografía no existiría sin la perfección de la comunidad zoque. Por su parte, Carlos Edelmiro, encargado de la música de la película, nos llenó de angustia y temor, sentimientos que mantenían la historia viva y corriendo.
La aventura representada en Pobo ‘Tzu’ sigue siendo un acontecimiento para muchos, pero no deja de ser el anhelo de un mejor mañana, de una realidad que fue pero que no volverá más, aunque se realicen bailes y se coloquen máscaras de animales abatidos.
Fotografía cortesía de PIANO