Tiempos de Desencanto / No. 216
Generación
I
Nacimos a los pies
del cadáver de Dios,
con las puertas cerradas
de un Edén en ruinas,
a las orillas de un muro derribado
cuando la historia finalizó
sin nada más que ofrecernos
que un cascarón desolado y vacío,
bajo la fría estrella de grana
que se desmoronaba
por el peso de sus errores.
Aventados fuimos al mundo
con la incertidumbre desbocada en nuestras venas,
cubriendo nuestros ojos la sombra
que surgía de un pozo sin fin.
Nos formaron para un cielo
que ya no existe
y tarde nos dimos cuenta,
tarde la verdad murmuró nuestro nombre.
Ícaros sin alas,
sólo la eterna caída,
el amargo color del fracaso,
el amor que no pudo asirse
y el silencio,
siempre el silencio,
que dejó el sueño en su muerte.
II
Erramos por una tierra
que no nos pertenece
que nunca podrá pertenecernos,
que será humo y ceniza
antes de que nuestros rostros
toquen la inmensa gravedad del olvido.
Condenados a vagar
sin hallar el agua que mana de las rocas,
mendigamos el prometido aliento
mas nunca, nunca llega.
Nunca existieron
las luces sembradas en nuestra frente.