Tiempos de Desencanto / No. 216
Alta costura
¿Me estás pidiendo que te cuente otra vez lo mismo?, ¿neta? Pero si ya lo he repetido quién sabe cuántas veces. Yo pensé que me ibas a preguntar algo diferente, pero pues va. Como quiera ya es ganancia salirse un rato, allá adentro está muy aburrido. Aunque, bueno, igual afuera todo está de hueva.
Estoy aquí por las pendejadas del Giovanny, él tuvo la culpa de que nos agarraran, por atascado. Entre más vueltas le doy, más pendejo se me hace. O sea, hizo lo primero que te dicen que no hagas. Pero pues también es como cosa de tiempo, todo cae por su propio peso, ¿sí me entiendes? Yo veo que a los hombres se les salen las cosas de las manos porque se sienten muy picudos, dicen: "A mí no me va a pasar, soy más cabrón que los demás", pero no son tan cabrones como piensan. O sea, están igual de mensos que los otros, nomás que armados y con banda que los respalda, ¿ves? El Gio era igual que todos en eso, yo se lo dije una vez y se emputó, así que mejor ya ni le moví.
Nos conocimos por una casualidad bien chida, así como de película. Yo andaba en mi etapa dark, me vestía de puro negro, pero bien sexy, con faldas cortitas y botas de minero, sí sabes cómo, ¿no? Veía películas muy gore, más que nada en internet porque en mi rancho no hay mucha gente a la que le lata ese rollo. Pero haz de cuenta que a poquito que le entré a esta onda un chavo que se había regresado del defe abrió un antro darketo. Era una casa vieja, en el barrio antiguo, casi no le metió varo para la decoración, más bien aprovechó lo que había, se veía bien tétrica, nomás le puso unos cuadros de esos como los que la gente de antes les sacaba a sus muertos y pósters de bandas. Se llamaba El Under, ponían mucho rock y música electrónica, la cerveza estaba bien barata, tenían unas luces muy locas, te la pasabas con madres aunque no te gustara lo dark.
Al principio iba poquita gente, te digo que allá casi no había darketos, pero luego se puso de moda y llegaban de todos los estilos: reguetoneros, cheros y pues los narquillos. Un viernes le caí con una amiga, me acuerdo bien porque me acababan de pagar en el local de celulares donde trabajaba. Bueno, pues te digo que estaba yo bailando muy a gusto con la Leslie y se me acercó el Gio.
—Yo a ti te conozco, morra —me dijo. Le contesté de malas porque me caen gordos los batos apirañados que no pueden ver a dos mujeres solas.
—Pues yo a ti no, ¿cómo ves? —y le di la espalda. Pero él se me puso enfrente de nuevo.
—Sí me conoces, estábamos juntos en el kínder, ¿no te acuerdas? —me ganó la risa, no mames, o sea, ¿quién te liga con semejante idiotez, no? Pero él se puso serio, no le gustaba que se la curaran cuando decía algo—. No es cotorreo, ¿a poco no estuviste en el Esther Belmar del Castillo?
—Simón, ¿cómo sabes?
—Pues porque yo también estaba, te estoy diciendo la neta. Te llamas Esther o Estela.
—Me llamo Stephany. —¿Ya ves?, ya sabía que era algo con S. Estás igualita de la cara.
Con eso me cayó chido, nos quedamos platicando de puras tonteras, pero a gusto, como si fuéramos amigos desde hace mucho, ¿sí sabes? La Leslie agarró la onda y se fue con un pretexto, aunque sí me dijo que cualquier cosa le mandara un mensaje y se regresaba por mí en taxi, porque no le daba confianza dejarme con un desconocido que andaba bien arriba; pero mientras la gente no se ponga necia a mí eso no me molesta.
Luego bailamos un rato debajo de unas luces que nunca he sabido cómo se llaman, esas que son como un abanico de rayos sobre tu cabeza, ¿sí sabes cuáles? Y humo, mucho humo. Giovanny se me fue acercando de a poquito, me puso la piel chinita, tenía una energía bien especial a su alrededor, así como una burbuja de calor, ¿sí me entiendes?
Cuando me besó sentí algo muy fuerte en el pecho, algo que me jalaba hacia él y al mismo tiempo me recorría el cuerpo, como cuando te comes un papel y sientes tooooodo: la piel, los músculos, la sangre. Así era estar con el Gio: andar arriba, pero sin drogas. Bien loco.
Ese beso lo recuerdo porque lo sentí en cámara lenta. Cuando nos separamos, los dos estábamos sonriendo y fue bien bonito, como de película. A mí me dio risa porque se me hacía chistoso sentirme tan feliz en un antro dark. O sea, uno va a esos lugares a ponerse depresivo y odiar al mundo, ¿sí sabes, no? Y pues nosotros estábamos teniendo un rencuentro de lo más cursi, ja, ja.
Después de eso ya no estuvimos a gusto entre tanta gente y nos salimos. Me dijo que si me llevaba a mi casa, pero la neta yo de lo que tenía ganas era de estar más tiempo con él, así que le dije que la siguiéramos. Nos subimos a su camioneta, me dijo que si íbamos al mirador o a su casa, y pues yo no le vi mucho caso a hacerle al cuento.
Él vivía a las afueras, en una casita tipo Infonavit, de esas que parecen ratoneras, se la prestaba un tío que andaba en el otro lado. Bueno, eso me dijo, luego supe que era una casa de seguridad. Casi no tenía cosas y estaba muy sucia, no me gustó, pero me aguanté. Aunque sí le dije que qué cochino, no creas que no. Es más, yo fui la que enseñó a ese cabrón a ser limpio y ordenado. Lástima.
En cuanto llegamos me dio un pedacito de papel, ya ves que con ésos se te quita el sueño y el cansancio ni te pega. Nos quedamos platicando y cogiendo sin parar hasta la mañana siguiente. Esa noche me enamoré de él. Ya sé que has de estar pensando que son mamadas de telenovela, pero yo nunca me había sentido con nadie como me sentí con él. Cuando cogíamos me dejaba viendo blanco, casi desmayada. Neta. Era como si un rayo me atravesara de punta a punta. Leslie me decía que yo estaba confundiendo el amor con las drogas, pero no. No se trataba nomás de eso: nos divertíamos juntos, le podía contar lo que fuera y él me ponía atención. Me escuchaba. Nos entendíamos bien en todo, pues.
Pero no puedes andar con alguien del narco y no embarrarte, ¿verdad? Ni me preguntes que cómo le entró a eso Gio. No sé. No hagas esa cara, es neta. Es que él siempre decía cosas diferentes, no sé si para despistarla o por tanta mierda que se metía. Las drogas dañan. No te rías, es en serio. Yo por eso nomás fumaba mota y un papelito de vez en cuando. A él le gustaban la coca y la piedra. Mira, lo de que el Gio contara historias distintas yo siempre pensé que lo hacía por imitar al Joker y hacerse el malote, le gustaban mucho las películas de Batman, no la más nueva, las otras, sí sabes cuáles, ¿no? Simón, ¿qué tiene de raro? ¿A poco a tus amigos no les gustan las películas? Ots, si te sigues riendo ya no te voy a contar. No mames. A mí me gustaban más las de zombies, más gore, acá, con mucha sangre. También las de romance, pero que no tuvieran finales felices, eso está de hueva.
Bueno, hay una muy ñoña que me gusta mucho, la de El diablo viste a la moda, ¿sí la ubicas? A mí siempre me ha gustado la ropa fina y ahí sale pura de ese tipo. Cuando estaba más morrilla tenía ganas de estudiar para diseñadora, en la secundaria me metí al Taller de Corte y Confección. Es que mi mamá es costurera y de ahí le agarré el gustito. Me acuerdo de que cuando acompañaba a mi mamá a que se cortara el pelo me llevaba las revistas de la estética, así como no queriendo la cosa. Más grande comencé a comprarlas y coleccionarlas, pero las chingonas: Vogue, Elle, Glamour, ya luego hasta me suscribía, así salen muy baratas, casi a mitad de precio y te llegan a tu casa en una bolsita de plástico, muy acá, eso está chido porque así los ojetes de Correos no te roban las muestras de champú que vienen gratis.
Yo ya traía la idea de poner una boutique desde antes. Mi mamá y yo llevábamos ahorrando mucho tiempo. Quería hacer ropa fina y fuera de lo común, como de alta costura. Lo del material fue idea del Gio. Bueno, más o menos. Yo siempre había tenido ganas de una chamarra negra, de esas rockeras, pero la quería de piel buena, hace rato que nomás venden pura sintética. O sea, sí están bonitas, pero no respiran, te da el sol y te empiezas a cocer bien cabrón, se maltratan muy fácil y no las puedes limpiar con cualquier cosa. Total que un día salí con el Gio, hacía un chingo de calor y yo estaba bien incómoda, pero no me la quitaba para no echar a perder el look, tú sabes. Le dije al Giovanny: "No mames, ojalá hubiera ropa que se sintiera como la piel de uno, no hay nada como lo natural". Ahí fue cuando se le ocurrió.
Todo fue muy rápido. Yo creo porque él sabía que si me paraba a pensarlo un poco no iba a querer seguirle la corriente. "Ya tenemos lo que se ocupa: una diseñadora y mucha materia prima", eso me dijo y no necesitó más para convencerme. Ha de haber sido porque los dos estábamos medio zafados, mi mamá siempre me decía que por eso nos amábamos: "Apenas el costal pa'l garrero".
No, no chingues. Cómo le iba a contar. Imagínate que yo llegara: "Oiga, amá, fíjese que al Giovanny se le ocurrió que vendamos ropa de piel, pero humana, de los que levantan sus compas". Bonita me iba a ver diciéndole eso. Estábamos locos, no pendejos.
No comenzamos solos, no hubiéramos podido. Giovanny no sabía nada de nada, él nomás iba a poner la materia prima, el local y la lana. Yo sabía diseñar y coser, pero nunca había trabajado la piel, hacía falta alguien para eso. Aparte, no podíamos decirle a cualquier persona, tenía que ser de confianza. Estuvimos pensando hasta que me acordé de que el padrino de bautizo de la Leslie era peletero. No creas que aceptó de buenas a primeras, el Gio y sus compas tuvieron que darle una calentadita. Eso sí estuvo gacho porque es un señor ya mayor, pero pues ni modo, así son los negocios, ¿no? Además le pagábamos doble: por la chamba y por quedarse callado.
Yo digo que pegamos tan duro por la calidad de lo que ofrecíamos. No es por nada, pero la ropa estaba muy bien hecha. En la secundaria mi maestra de Corte y Confección siempre estaba moliendo con que la calidad de una prenda está en los acabados, ¿sí sabes lo que son? Puta, yo creí que eras de mundo… Son las costuras, la bastilla, el pegado de cierres y botones, también tienes que fijarte en que las líneas de la ropa queden donde deben y se ajusten bonito al cuerpo; hasta las etiquetas deben estar cosidas a la perfección. Eso es lo que hace la diferencia entre una prenda corriente y una fina: los detalles. Claro que eso no sirve si la tela no es buena. Nosotros teníamos la más exclusiva, la mejor.
Los primeros en usar la ropa fuimos Giovanny y yo, de volada sus amigos nos preguntaron dónde la habíamos comprado. La mejor publicidad que tuvimos fueron los compas del Gio, ya ves que los buchones son bien presumidos, no se quieren dejar ganar. De ahí para adelante todo fue como dicen: coser y cantar. Ja.
Hasta eso, el padrino de la Leslie era un chingón, se notaba la experiencia, cuando se le bajaron el miedo y el asco hasta se empezó a animar a ponerle diseños a la piel. No, si el ñor era un artista, de él fue la idea de aprovechar los tatuajes como estampado. Hicimos unos sacos muy elegantes para calar, a ver si pegaba. Fue un pinche exitazo, nomás que eso se descontroló de volada, nos empezaron a llegar con sus propios muertitos porque querían que la ropa fuera de un güey en específico; otras veces nos llevaban brazos o piernas para que les arrancáramos el pedazo y le pusiéramos el tatuaje a la chamarra como adorno, haz de cuenta una medalla. Bueno, a mí eso nunca me tocó verlo, Giovanny lo tenía todo controlado para que me molestaran lo menos posible; lo mío era diseñar y coser, pero igual en las noches me contaba. Me sacaba mucho de onda que los narcos estuvieran tan pinches locos.
Eso de que me remordiera la conciencia por traer encima la piel de otra persona nunca me pasó por la cabeza, procuraba no darle muchas vueltas, ni caso tenía. Tampoco es tan diferente a cuando usas zapatos de piel de vaca o de cerdo. O sea, es como cuando comes carne. A nadie le gusta pensar que lo que está masticando es un animal, algo vivo: un pollito, un cochino, por eso tanta gente se vuelve vegetariana. Esas personas ya estaban bien muertas, era mejor que quemarlas, ¿no? Ya sé que no suena fácil, pero la neta es bien sencillo si uno no se detiene a hacerle tanto al faquir, no hay que ser tan persignado.
Nos agarraron por culpa del Gio, eso todo mundo lo sabe. Justo cuando nos estaba yendo más chingón, hasta nos hacían pedidos de otras ciudades. Nunca decíamos directamente que la ropa era de piel humana, nomás lo dábamos a entender. Era como todo en este pinche país: un secreto a voces. Los compas del Gio nos cuidaban las espaldas, teníamos a todos los polis comprados, aparte de asustados. ¿Te acuerdas de ese gobernador que salía siempre disfrazado de norteño, acá, muy enchamarrado? Era cliente consentido. Nos compraba pura gente importante, nuestra ropa no era para los gatos.
Al Gio se le subió: quería que exportáramos a otros países, se sentía intocable. Empezó a aceptar más pedidos de los que podíamos atender. Tuvimos que contratar otras cinco costureras y tres peleteros porque no nos dábamos abasto, aparte de dos cuidadores de la bodega y unos chavos para entregar los paquetes. Todo era personalizado para que se sintiera más exclusivo. Lógico que con tanta gente metida se nos iba a salir de las manos, la gente es muy chismosa, por algún lado nos iban a torcer. Cuando Giovanny traía su cuerno se sentía el más cabrón, pero la neta se vio muy pendejo.
Para ese entonces yo ya nada más dirigía y supervisaba que las prendas cumplieran con nuestro nivel de calidad. Por la piel ni nos preocupábamos, en nuestro México lindo y querido lo que sobra son cadáveres para pelar. Te digo que el problema fueron los chismes. Empezaron a decir mucha pendejada: que si éramos caníbales, que hacíamos ritos satánicos, que contratábamos robachicos porque la piel de niño es suavecita y más fácil de coser. No jodas, no sé a quién se le ocurría tanta mamada. La gente se cagaba de miedo, pero bien que le encantaba andar hablando. Salimos en unos periódicos de esos amarillistas, en internet y luego en la tele. Cuando nuestras honorables autoridades de Gobierno ya no pudieron hacerse de la vista gorda aprovecharon la situación: ya cualquier muerto que salía nos lo endilgaban. Que si violaban a una muchacha y la encontraban en el canal: habíamos sido nosotros; que si desaparecía un reportero de los que les incomodan, así como tú: nosotros; que el atentado contra el presidente municipal: nosotros. Bien comodinos.
Y la gente se creía todo, no se paraban poquito a pensar que si hubiéramos sido nosotros todos los cuerpos tendrían que haber aparecido despellejados, ¿no? Cuando el presidente municipal interino ordenó toque de queda no hubo quien dijera ni pío. Encima, nos pusieron un apodo bien imbécil: Los Narcomodistas. No mames, qué poca imaginación. Nomás faltó que le agregaran el "satánicos". Y eso me molestó mucho porque mi negocio tenía nombre con madres: Under your skin, era por el antro donde Giovanny y yo nos conocimos, además todo suena más chido en inglés, ¿no?
Pero lo que de verdad nos hundió fue la fama. Llegó un punto en el que prácticamente toda la ganancia se nos iba en taparle el hocico al pinche Gobierno, allí nadie tiene llenadera. Cuando ya no tuvimos más varo nos agarraron. Yo ya sabía lo que nos podía pasar, pero los del ejército la neta se pasaron de vergas, hicieron un pinche circo, mataron a Giovanny como a un perro. Y la gente tan contenta porque por fin habían "abatido" al jefe de Los Narcomodistas. Me caga cuando dicen eso de "abatir", culeros de mierda, ellos también andan matando gente como si nada pero creen que así suena menos peor.
Lo que más extraño de afuera es ir a bailar y al mirador. Y pues coger con el Gio. Aunque la neta ya me da igual si salgo de aquí o no. Sin él ya nada me motiva. Aparte siempre estoy cansada, no duermo bien. Seguido tengo pesadillas, varían, pero casi siempre es el mismo sueño: primero veo en cámara lenta cuando matan al Gio y luego uno de los sorchos me obliga a que lo desolle y me dice que tengo que hacer un vestido, hasta me da la foto, es uno de las revistas. Como yo no quiero hacerlo, me agarran a putazos y me violan. Cuando ya no aguanto le quito la piel al Gio, me da mucho asco, vomito, luego la empiezo a cortar y las tijeras corren bien suavecito, siento que me voy a volver loca, pero no puedo parar. Total que coso el pinche vestido, los sorchos me obligan a ponérmelo y a modelarles, así, toda llena de sangre. ¿Sabes qué es lo más culero de todo? Que clarito siento que ese vestido es el más cómodo que me he puesto en la vida.
Imagínate soñar eso casi todas las noches, está cabrón, ¿no? Te digo, las drogas dañan, ja. Mi mamá dice que es porque no tengo tranquila la conciencia, pero sí la tengo, porque nosotros nunca matamos a nadie para el negocio. No se te olvide poner eso. Ya me están llamando. Vende cara la entrevista, a ver si así te compras mejores trapos, porque esos que traes están muy jodiditos. Es más, préstame la libreta, te voy a pasar un contacto de allá afuera, diles que vas de mi parte. Vas a ver la diferencia en cuanto te pongas una chamarra de calidad, tu vida ya no vuelve a ser la misma.